Sequía

Valle de Abdalajís: El pueblo que aprendió a vivir sin agua

Los depósitos de agua en los tejados han pasado a ser parte del paisaje. Los depósitos de agua en los tejados han pasado a ser parte del paisaje.

Los depósitos de agua en los tejados han pasado a ser parte del paisaje. / Javier Flores (Valle de Abdalajís)

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· Javier Flores

El Valle de Abdalajís, en plena comarca de Antequera, sufre una de las situaciones más delicadas de la provincia para el abastecimiento de agua potable de sus vecinos. Una situación que no es nueva, aunque en estos momentos están viviendo uno de los problemas más delicados debido a que se unieron los problemas históricos tras las obras del AVE Málaga-Córdoba que afectaron a su acuífero y la prolongada sequía.

En estos momentos la población tan solo tiene agua en sus casas entre las 7:00 y 12:00 y entre las 17:00 y las 22:00, teniendo durante 14 horas el servicio suspendido pese al incesante ir y venir de camiones cisterna entre el municipio y Antequera para abastecer de agua a los depósitos. Una imagen que llevan viendo los vecinos desde hace muchos años y que no tienen esperanza dejar de ver a corto o medio plazo.

Años así han hecho que los vecinos tomen sus propias medidas para conseguir tener agua cuando regresan a sus hogares tras la jornada laboral y no llega agua de la red en sus grifos. Han ido perfeccionando el sistema de acumular agua el cualquier tipo de vasija por depósitos de almacenamiento  que se ubican en los tejados, sótanos o en alguna habitación que cuente con espacio suficiente. “Es la única manera de poder tener agua cuando regresas del trabajo, duchas de niños, hacer la comida o poner lavadoras”, explican uno tras otro los residentes del municipio. De hecho, los depósitos blancos sobre los tejados han pasado a formar parte del paisaje urbano de la localidad compartiendo espacio con las antenas de televisión o las placas solares.

Los bares funcionan durante las horas de corte mediante depósitos. Los bares funcionan durante las horas de corte mediante depósitos.

Los bares funcionan durante las horas de corte mediante depósitos. / Javier Flores (Valle de Abdalajís)

Una solución que también han adoptado los bares para poder funcionar durante los horarios de las comidas, como es caso de Paco y María que regenta un bar junto a la carretera que une la localidad con Antequera. En su caso ha sido tras la ampliación de los horarios de suspensión del servicio cuando tomaron la decisión de instalar un depósito de 750 litros que les permite poder seguir trabajando. “Con todo los fines de semana que hay más gente nos llega justo”, señala Paco, que explica que han tenido que aprender a administrar cada litro que tienen.

Un caso parecido es el de otro bar situado junto al colegio público del municipio, aunque al encontrarse en la zona alta hace tiempo que cuentan con depósito de apoyo. Y es que en esta parte de la localidad aseguran que el servicio es todavía más corto ya que el agua tarda más en llegar y se corta antes.

Una situación en la que muchas de las miradas se vuelven directamente hacia las obras de la alta velocidad. “El AVE nos hizo candela”, dice Josefa, una vecina de 82 años que asegura que antes de aquellos hechos la zona era conocida como el “Valle de los nacimientos” y que tan solo en años de sequía prolongada igual podían tener algún problema en en agosto. Una imagen muy alejada de la realidad actual.

Camiones cisterna abastecen todos los días los depósitos Camiones cisterna abastecen todos los días los depósitos

Camiones cisterna abastecen todos los días los depósitos / Javier Flores (Valle de Abdalajís)

Además, la resignación se extiende entre los vecinos y se mezcla con un sentimiento de impotencia ante un problema que lejos de solucionarse temen que pueda agravarse cuando llegue el verano. Precisamente, unas fechas en las que población suele aumentar de forma considerable al ser una zona muy turística. Muchos temen que si las lluvias siguen sin llegar esta situación pueda afectar a uno de los grandes pilares económicos del municipio “Quién va a venir aquí si en las casas no hay agua”, se preguntan varias vecinas mientras mantienen un corrillo en una de las plazas del municipio.

Unos habitantes que han aprendido a vivir sin agua y administrar cada litro que llega a sus viviendas. Incluso han tenido que adaptar sus costumbres a las horas en las que cuentan con servicio. “Me levanto a las siete de la madrugada para aprovechar que hay agua y poner las lavadoras”, explica una vecina mientras tiende la ropa que acaba de salir de un lavado.

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