Las cárceles de Málaga, 'incubadoras' del crimen organizado: "Se nos está yendo de las manos"
Trabajadores penitenciarios denuncian que no tienen las “herramientas para frenar la conflictividad”
Critican la “ineficacia” del sistema disciplinario interno
Pelea a golpes entre internos en la lucha por el control de los módulos
Las prisiones de la provincia de Málaga, en Alhaurín de la Torre y Archidona, viven una silenciosa transformación: la traslación directa de las normas, jerarquías y métodos del narco a los módulos penitenciarios. De ello advierten funcionarios y representantes sindicales, que describen cómo las cárceles, especialmente la de Alhaurín de la Torre, "la más tensionada", han pasado a ser espacios de reproducción del poder mafioso, alimentados por la entrada de "delincuentes profesionales" y la "falta de herramientas" para contenerlos. Aseguran que las normas de las bandas criminales en las calles ya se desplazan intramuros a medida que el crimen organizado -la principal amenaza para la seguridad interna- va nutriendo la población presidiaria. "Hay más incautaciones de droga y ellos intentan controlar la que queda dentro. Se dan conflictos por deudas; fuerzan a presos a introducir sustancias en comunicaciones vis a vis y nunca deja de haber violencia", asevera Francisco Macero, portavoz de la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip-UGT). En esa espiral de violencia creciente influye la "entrada de mafiosos que saben cómo aplicar la fuerza, aunque todavía son minoría", afirma a este periódico.
El diagnóstico sobre el pico de conflictividad registrado en estos centros penitenciarios es compartido por Manuel Morales, uno de los representantes del sindicato Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM), que recalca que la delincuencia que ingresa ya no es la de hace 15 años. "Málaga es la ONU del crimen organizado; lo dicen los propios presos. Aquí están las bandas más peligrosas y con mayor poder adquisitivo", sentencia.
La entrada de miembros de alto nivel dentro de las organizaciones criminales multiplica el riesgo: dirigen negocios, mantienen patrimonio y conservan comunicaciones, “porque sabemos que tienen móviles”, denuncia el trabajador penitenciario, convencido de que, cuando salgan de prisión, "seguirán disfrutando del dinero que han controlado desde dentro”. La frontera "entre dentro y fuera ya no es tan extensa".
El tráfico de drogas es uno de los principales motores de los últimos enfrentamientos. Las mafias compiten por dominarlo y utilizan métodos cada vez más difíciles de frenar: drones que dejan cargas sin que se detecte el aparato, móviles cada vez más pequeños que no son identificados en los controles e internos que fuerzan a otros a introducir droga bajo coacción.
Los funcionarios sospechan que la droga entra, pero desconocen en qué cantidad: “Cogemos el cargamento, pero no sabemos si son cuatro drones al día o uno al mes. Algún día habrá un ajuste de cuentas dentro entre bandas y no podremos evitarlo”, augura Morales.
El centro penitenciario de Alhaurín de la Torre concentra buena parte de esta tensión. Con "más de 1.100 internos" y "más de 300" sobre su capacidad recomendada, es en el que más se manifiestan estas luchas por el control interno de los módulos. La de Archidona todavía opera con cuatro módulos. “Es un centro de hace más de 30 años que sigue funcionando igual, pero con menos personal y con internos mucho más peligrosos”, señala el portavoz de Acaip.
En esa maraña de mafias y drogas, denuncian, además, la falta de un "sistema sancionador eficaz". Acaip, por su parte, coincide en que los reclusos ya "no tienen miedo ni castigos". "En la calle, una agresión sexual tiene cárcel. En prisión, como mucho, una sanción administrativa. No tienen miedo porque no hay consecuencias. Yo no voy a 200 por la autovía porque sé que me multan. Es el castigo el que hace que la sociedad se piense las cosas dos veces”, argumenta.
Las sanciones disciplinarias —como aislamientos de hasta 14 días o la prohibición de paseos— "apenas se aplican" y no tienen impacto real. “El interno se queda en su celda por la tarde, ve una película… para muchos es casi un premio”, señala.
Los reos, en palabras del representante de Tu Abandono Me Puede Matar, actúan "con sensación de impunidad". “Si su conducta no tiene consecuencias, la reproducen. Y los demás lo imitan”, añade. Amenazas de muerte entre reclusos, agresiones a funcionarios y desobediencias continuas marcan, sostiene, el día a día. “Hay presos que no hacen caso ni cuando entramos en el módulo. Los funcionarios estamos, además, fiscalizados: hay cámaras en todas partes, inspecciones… puedes acabar en la ‘inquisición’ por coger unos grilletes del cajón”, critica.
La ausencia "frecuente" de médicos en los centros penitenciarios crea un doble hándicap. Más del 25% de los internos "tiene patologías mentales o necesidades médicas graves", pero además la figura del facultativo es "imprescindible para autorizar medidas". “Cuando no hay, el interno sabe que es barra libre”, subraya Francisco Macero, y "muchos casos se acaban derivando a hospitales", exponiendo a internos, funcionarios y Guardia Civil en traslados donde existe "riesgo real de fugas".
Los trabajadores coinciden en que las prisiones de Málaga se enfrentan a un escenario nuevo en el que sienten que tienen "las manos atadas". "Esto se está yendo de las manos”, remacha el portavoz de Acaip. Es la administración -insiste- la que dispone de capacidad normativa y organizativa para revertir la situación: “Es la que tiene que actuar”.
Temas relacionados
No hay comentarios