Una protectora llena de historias de decepciones

Antiguos socios y usuarios de Parque Animal relatan sus experiencias con la asociación de Torremolinos

Un agente del Seprona comprueba los chips de los animales.
Nuria Alonso Torremolinos

24 de febrero 2013 - 05:01

En noviembre de 2010 saltó una noticia que conmocionó a la opinión pública: la directora de la Asociación para la Protección y Defensa de los Animales de Torremolinos, Carmen Marín, y dos empleados de la entidad fueron detenidos por supuestamente sacrificar de forma indebida a unos 2.230 animales en dos años y por otros posibles delitos. Desde entonces no han dejado de sucederse las noticias acerca de esta asociación y del proceso judicial que se ha abierto para esclarecer los hechos que ocurrieron entre las paredes de la sede que la entidad mantenía en la localidad.

Pero la historia de Parque Animal va mucho más allá del sacrificio de esos animales. Alrededor de ella han surgido testimonios de personas que en su día colaboraron con la protectora o usaron sus servicios. De hecho, el caso suscitó la creación de una plataforma y un perfil en la red social Facebook donde se intercambian anécdotas e historias de los animales que pasaron por la entidad.

Conchi Navas llevó a uno de sus perros a la protectora para que lo operaran. Fue a finales de 2009 y decidió ponerlo en sus manos porque anteriormente habían tratado en varias ocasiones a sus demás animales allí al ser los servicios veterinarios y las vacunas más asequibles. "Una cosa que recuerdo es que cada vez que iba había un veterinario distinto y el olor, porque era desagradable. A los pocos meses de operar a mi perra me hice socia de Parque Animal con una cuota de 32 euros anuales", detalla.

Cuando salieron a la luz pública las detenciones, Conchi alertó a su banco para que si se giraba otro recibo, se devolviese. Sin embargo, nunca se realizó un nuevo cobro. Eso sí, asegura que está absolutamente decepcionada y que tiene sentimientos encontrados. "Cada vez que veía a un perrito abandonado llamaba para que lo recogieran. Ahora me pregunto qué fue de ellos y me siento, en cierta forma, su cómplice. Sientes rabia, impotencia y dolor", dice. Cuando los animales de la asociación fueron trasladados a Alhaurín de la Torre, Conchi apadrinó a cinco perros durante varios meses.

La experiencia de Cristina Sánchez es bastante parecida. En enero de 2006 adoptó un perro y al cabo de una semana detectó que tenía problemas de salud, en concreto, hongos y una infección de oídos que terminó siendo crónica. "Teóricamente pagabas 60 euros por el chip, las vacunas y tenía que venir esterilizado, pero mi perro tenía un testículo escondido y eso lo descubrimos más tarde", recuerda.

Un tiempo después Cristina y su marido encontraron un perro abandonado en Granada y decidieron entregarlo en la protectora. Para ello abonaron otros 60 euros, una cantidad que dieron como una "ayuda". "Cuando me enteré de lo que había pasado me dio la llorera por el animal. Te remuerde la conciencia porque piensas que a lo mejor ese perro puede estar muerto", explica. Cuando surgió el grupo en las redes sociales se interesó por si alguien conocía su paradero.

Rebeca Sierra siempre ha sido un amante de los animales. Al morir su madre, decidió ceder sus cosas para que Parque Animal las vendiera en un rastro, aunque, según explica, Marín rechazó su propuesta al decir que ya no gestionaba ese tipo de puestos. "Le dije que yo las vendería y traería comida de perros, a lo cual también dijo que no, que ellos preferían el dinero ya que compraban el pienso directamente de fábrica. Esto me mosqueó un poco y no llevé nada, aunque sí animales", señala.

Rebeca recuerda que en una ocasión, en verano de 2010, dejó un gato allí y le pidieron 20 euros, si bien no le dieron "ningún tipo de recibo". "Cuando vi lo que había pasado no me lo podía creer, se me partió el corazón con las fotos del Seprona", relata. Y el caso de Carmen Molina es más antiguo y relacionado directamente con Carmen Marín, a la que entregó tres perros hace años en su domicilio, antes de que existiese la protectora. Al día siguiente se arrepintió y decidió recogerlos, aunque ella le dijo que ya habían sido adoptados. "Me quedé con la mosca detrás de la oreja y sin saber qué hacer. No me sorprende lo que ha pasado", concluye.

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