Crónica del Lunes Santo 2019 Málaga

En la ciudad de las almas cautivas

  • Con un recorrido más tempranero y acompañado por el sol, Nuestro Padre Jesús del Cautivo volvió a reunir la devoción que nace desde lo más profundo

  • En el Lunes Santo milagroso solo se podía rezar para que la tragedia de Notre Dame no fuese completa

Miles de personas arropan la salida procesional de Nuestro Padre Jesús Cautivo.

Miles de personas arropan la salida procesional de Nuestro Padre Jesús Cautivo. / Javier Albiñana (Málaga)

Como si de una ley de la Física se tratase, existe cada Lunes Santo una vibración compartida, un pellizco que se agarra a miles de personas a la vez, un acontecimiento que remueve el interior como pocas cosas son capaces de hacerlo. Y no hay muchas palabras que sepan contar qué está ocurriendo en ese momento, cuando se eriza la piel, cuando el escalofrío baja por la espalda, cuando las lágrimas asoman a los ojos de dos tipos duros, de brazos tatuados y camisetas de motero. Málaga se convierte en la ciudad de las almas cautivas, rendidas ante el Señor de la túnica blanca que este año salía dos horas antes de lo habitual. Así se pudo ver, por primera vez, cruzando el Puente de la Aurora con los rayos de sol de una tarde espléndida que se entristecía con la tragedia de Notre Dame.

Horas antes, el Lunes Santo se iniciaba en la calle Las Negras. Poco después de las tres de la tarde ya sonaban las campanas y los tambores sordos marcaban el ritmo de los hombres de trono del Santísimo Cristo de la Crucifixión. Las túnicas moradas y los capirotes negros tomaban la calle en un cortejo muy bien formado en sus primeros pasos. Con la seriedad acostumbrada bajaban la pendiente hasta hacer la curva, de medio a medio paso, para alcanzar Cruz Verde.

No iba solo el Cristo de cuerpo torturado y mirada exhausta. El barrio bajó a arroparlo en su cita indiscutible de cada año. El monte de lirios y rosas rojas se fue alejando con las marchas de la banda San Juan Evangelista de Cabezas de San Juan y a su paso por Frailes fue saludado por una representación de la vecina cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Columna que sería la siguiente en salir.

Nazarenos de la sección de María Santísima de la O. Nazarenos de la sección de María Santísima de la O.

Nazarenos de la sección de María Santísima de la O. / Jesús Mérida (Málaga)

De la parroquia del Buen Pastor, en las faldas de El Ejido, ya se mecía en su altar de plata la María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad, que este año estrenaba sobretecho de palio y bambalinas moradas. Largas melenas de negro azabache con nombres imposibles esperaban la bendición de nuestra Señora que bajaba con paso decidido y acompasado. El incienso de los monaguillos, la entrega de estampitas, las charlas de los portadores en las paradas. Se repetía el bucle anual siendo, al mismo tiempo, renovado cada Lunes Santo.

Luego viviría su primera vez en el nuevo itinerario oficial y, cómo momento destacado, la subida por Postigo de los Abades para hacer estación de penitencia en la Catedral. La banda de la Expiración acompañó a la Virgen que lució un bonito exorno floral en tonos pastel. Una anciana, emocionada, lloraba desde el balcón y lanzaba besos a un penitente al que en esta ocasión no podría acompañar. Sus piernas ya no le permitían el exceso que supone seguir durante ocho horas a su Virgen, fuente de consuelo en los momentos más difíciles.

Cuando el manto negro sin bordar transcurría por la calle Peña tuvieron que pasar unos diez minutos para que se abrieran las puertas de la casa hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Columna, el Moreno, el Gitano. Lucas no tiene ni dos años y vestía ayer la túnica y faraona burdeos de su cofradía. Lo que más le interesaba de todo era tocar el tambor. Los sones de la banda de cornetas y tambores Dolores Coronada de Álora lo mantenían hipnotizado en brazos de su madre. Para él la Semana Santa es algo que ya corre por sus venas. La cruz guía de Columna salió de la casa hermandad incluso un minuto antes de la hora señalada y avanzó rápido hasta la esquina con Refino.

Nuestro Padre Jesús de la Pasión realizando estación de penitencia en la Catedral. Nuestro Padre Jesús de la Pasión realizando estación de penitencia en la Catedral.

Nuestro Padre Jesús de la Pasión realizando estación de penitencia en la Catedral. / Jesús Mérida (Málaga)

Luego siguieron los estandartes y los nazarenos con coronas de espina sobre la tela morada. Sonó la campana y la gente se emocionó. ¡Mira, mira ya está saliendo!, decían, para pasar a los aplausos en señal de acogida. Lucas, con su media lengua, le decía guapo, ahora aupado por su abuelo. Sobre la alfombra de claveles rojos y la caja de brillante dorado, el Señor atado a la columna avanzaba con una mecida impecable, serena y elegante.

Las rachas de brisa se agradecían en una tarde calurosa. “¡Viva el Señó de los Gitanos, qué se le dice al Moreno, guapo, guapo y guapo!”, gritaban desde los barrotes del bloque de la calle Cruz Verde. Un grupo pequeño le tocaba palmas y cantaba de forma espontánea aunque sus coplas quedaban solapadas por la fuerza de las cornetas y tambores de la banda de la Estrella. Fiel a su cita con el pueblo saldría también María Santísima de la O, con su manto rojo bordado en oro que horas después pasaría por la calle Martínez con miles de pétalos acumulados en su palio. Con dos cofradías ya en la calle, le tocaba el turno a las cuatro restantes de la tarde, que hicieron su salida casi al unísono, entre las 17:00 y las 17:40.

Un asiento en la acera en sombra del pasillo de Santo Domingo y los acordes de la banda Flor entre Espinas de Loja lo hacían un lugar mágico para ver Dolores del Puente, que este año se metía por los callejones de la Trinidad por primera vez en el inicio de la procesión. Los cambios del itinerario no sólo adelantaron su salida, también hicieron que cambiara el orden de su recorrido. En la plaza se pidió y se hizo el respeto acostumbrado que se profesa a esta cofradía. Siendo la misma ciudad, el mismo momento, el mismo Lunes Santo, no se entendería aquí lo que hacía una hora escasa se vivió en la calle Frailes.

Nuestra Señora de los Dolores Coronada tras salir de Santo Domingo Nuestra Señora de los Dolores Coronada tras salir de Santo Domingo

Nuestra Señora de los Dolores Coronada tras salir de Santo Domingo / L. M. Gómez Pozo (Málaga)

El trono de madera labrada y plata con los tres crucificados en el monte Calvario sobrecogía incluso bajo el sol más intenso de la tarde. Las voces intentaban amortiguarse y se chistaba para pedir silencio ante el Santísimo Cristo del Perdón. El cortejo negro, serio y penitente despertó, como es habitual, la simpatía de quienes entienden la Semana Santa como una expresión pública de fe.

Poco después se pudo ver a Nuestra Señora de los Dolores Coronada con su trono discreto, su manto corto, su vestido recargado y sus bambalinas sin bordar que resaltaban su pequeña tez blanquecina e inmaculada, rota de dolor. En ese mismo momento un tercio de la Legión acudía a Santo Domingo para iniciar la guardia del Cristo de la Buena Muerte y Leire, una mantilla de unos tres años, los saludó uno a uno, suscitando sus cumplidos. Surgió un Ave María que un pequeño grupo rezó a su paso y la marcha sobrecogedora de la banda de música del Paso y la Esperanza junto al tintineo de los varales procuraron otro momento único. El mismo que luego podrían saborear por las estrechas callejas hasta salir a Mármoles.

Allí, una fila interminable de sillas plegables, del campo, de la playa, las del salón, las del chino de la esquina, las de Coca Cola. La calle Mármoles se volvía tribuna para esperar al Cautivo y ver por primera vez con luz de tarde a Dolores del Puente, que asomaba por la calle Álvaro de Bazán y la plaza de Doña Trinidad. Cuanto más se subía hacia la confluencia con la calle Carril la masa se hacía más densa e intransitable.

Santísimo Cristo de la Crucifixión a su paso por la calle Peña. Santísimo Cristo de la Crucifixión a su paso por la calle Peña.

Santísimo Cristo de la Crucifixión a su paso por la calle Peña. / L. M. Gómez Pozo (Málaga)

Un grupo de mujeres y hombres de mediana edad vestían túnicas blancas y esperaban para meterse en la fila de penitentes. Anton es alemán y a penas entiende el español, pero ayer fue un malagueño más. Junta a su amiga que reside en Málaga, un chileno y dos vecinas de Andújar participaron en la procesión porque su mujer hubiera querido hacerlo.

No sobrevivió a su cáncer pero él no dudó en volar desde Alemania para cumplir la promesa. “Venimos en autobús desde Andújar para acompañarlo, para darle las gracias por tanto, para pedir salud, es algo que no se puede explicar”, decían sabiendo que la fe que se le procesa a Nuestro Padre Jesús Cautivo no entiende de fronteras.

La devoción es difícil de explicar pero no de comprender para el que observa lo que ocurre a su paso. Ya los primeros capirotes blancos desataron la euforia de los que llevaban horas y horas esperando. Luego el cortejo, con unos 600 nazarenos en la sección del Señor, se hizo largo. En esta Semana Santa de novedades resultaba extraño poder subir los escalones de la tribuna de los pobres o pisar la plaza de la Constitución y la calle Granada, libre de sillas. También ver a tan temprana hora los nazarenos descalzos, con los cirios aún apagados del Cautivo.

El Santo Cristo Coronado de Espinas en la plaza del Obispo. El Santo Cristo Coronado de Espinas en la plaza del Obispo.

El Santo Cristo Coronado de Espinas en la plaza del Obispo. / Jesús Mérida (Málaga)

A lo lejos sonaban ya las primeras campanas y se presentía la ilusión de verlo de nuevo. Se escucharon aplausos emocionados, enfervorecidos y ya se sabía que estaba cerca, que pronto llegaría a Mármoles donde la gente lo esperaba desde hacía horas, los más valientes a pleno sol. Móviles en mano para congelar el momento, que resultó espectacular, como si Jesús se hiciera hombre cada Lunes Santo para bendecir al pueblo de Málaga, que lo quiere y lo siente tan dentro, un amor que transmite de generación en generación. El río de penitentes siguió a su Señor y María Santísima de la Trinidad Coronada siguió, mucho después, los pasos de su Hijo.

Poco después de las cinco de la tarde la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y María Santísima del Amor Doloroso hizo su complicada salida de la iglesia de los Santos Mártires y tras recorrer la calle Santa Lucía giró hacia la plaza de la Constitución en lugar de dirigirse, como de costumbre, a realizar estación de penitencia en la Catedral. De esta forma sería la segunda en pasar por la tribuna oficial. Dos horas después ya estaba Pasión en la Alameda, elegante, con el buen hacer de siempre y su Madre con palio burdeos bordado en oro recorría la calle Torregorda para seguir sus pasos.

A esa hora la Hermandad del Santo Cristo Coronado de Espinas y Nuestra Señora de Gracia y Esperanza se acercaba por Méndez Núñez para pasar por Carretería, la única junto con Gitanos que haría recorrido por esa tradicional vía el Lunes Santo. Mientras ardía la catedral de París y no podía sino rezarse en este lunes milagroso para que el desastre no fuese completo.

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