Una fe resucitada bajo los paraguas en Málaga
El Domingo de Resurrección, que ponía el broche de oro a la Semana Santa, tuvo que suspender su procesión por inclemencias del tiempo
El Resucitado tampoco saldrá esta Semana Santa en Málaga por la lluvia

Hay tres días en el año que brillan más que el sol, y el Domingo de Resurrección no es uno de ellos ni en el refrán ni en la Semana Santa malagueña de 2025. Aunque la mañana comenzó con el sol asomando entre las nubes, la noticia llegó antes que la lluvia: el Resucitado no tendría la venia del tiempo, la lluvia de pétalos se transformó en la que hace abrir paraguas, y la procesión se sustituyó por un acto religioso en el interior del templo. Aun así, la plaza se llenó de gente esperando la salida que pone punto y final a la Semana Santa.
“Que sí va a salir, es un error de la aplicación”, decía un hombre pegado a la puerta de la iglesia. “Pero la aplicación ha dicho que no”, le replicaba otro. “Pero mira, niño, si está el día para estampa”, rebatía una señora mayor, como si las propias ganas de poner un broche de oro a la Semana Grande de Málaga fuesen suficientes para hacer un milagro: cambiar el futuro que ya era presente.
La llamada de una corneta resonó por todo el corazón de la ciudad. Una breve salida hasta el dintel de San Julián del Cristo y un concierto de la Banda de Música del Real Cuerpo de Bomberos hicieron visible lo invisible a los ojos de quienes solo querían ver un Domingo de Resurrección con un gran sol tras los titulares. Las primeras gotas de lluvia llegaron y, con ellas, también las primeras lágrimas. Era imposible que no fuese así, que la ciudad nazarena desestrechase lazos hoy, y siempre.
Los paraguas se abrieron, coloreando la plaza de oraciones, de preguntas que se responderían con el Resucitado entrando de vuelta a su templo para impedir que la llovizna, que ya habían humedecido su campana, llegaran más allá. En ese instante, junto a su madre, la Banda de Música Nuestra Señora del Carmen de Salteras le ofreció un concierto en señal de respeto en el interior, igual que procedió a hacer la Banda de Música de la Paz. Las marchas, sinfonía que marcaba la Semana Santa, emocionaron a la plaza solo con escucharla, sin poder ver a los titulares. Marchas de gloria, de exaltación, de victoria, de resurrección, de cielo abierto que se quedaba en una sola ensoñación de los cofrades.
Los hombres de trono, sin túnicas, pero con sus camisetas de la salida profesional aún puestas y sus fajines atados a la cintura, empezaron a entrar al salón de trono bajo la mirada atenta de las dos imágenes. La pena, de repente, se hizo tan pesada como el propio trono, solo que en vez de estar cargada en el hombro lo estaba en el corazón. Abrazos, y frases repetidas de “otro año será” se revolvían en torno a las imágenes perfectamente preparadas para la salida, que no sucedería. Algunos dedos rozaban el manto de la Virgen e incluso hubo quien se atrevió a coger una pequeña flor del exorno que rodeaba al Cristo, para llevarla como un recuerdo de lo que pudo haber sido pero no fue.
En el interior, la pena se agarró a los varales, se apoyó en ellos y se volvió despedida de una Semana Santa que, aunque no estuvo marcada por la lluvia, sí que la empañó en uno de sus días grandes, como ya pasó el Martes Santo. Y ahi, cuando todo quedó en silencio y quietud, incluso el cielo pareció dar una tregua, en estampida callada todos los fieles pudieron visitar en el interior de San Julián las imágenes del Santísimo Cristo Resucitado y la Reina de los Cielos, que sin sol, brillaron más que cualquier estrella.
También te puede interesar