Toros

El Juli borda la perfección y toca la gloria en la plaza de Manizales

  • Gran encierro santacolomeño de Ernesto Gutiérrez con un toro premiado con la vuelta al ruedo y el triunfo del francés Sebastián Castella, que corta dos orejas

El Juli y Castella cortaron cuatro y dos orejas, respectivamente, en la última corrida de la Feria colombiana de Manizales, en la noche del domingo hora española, en la que el colombiano Pepe Manrique también obtuvo un trofeo.

Se soltaron toros de Ernesto Gutiérrez, desiguales en presentación y tipo, que han cumplido con el caballo. Primero alto de gran clase y con dulzura; segundo santacolomeño, noble y bueno, algo tardo; tercero no rompió pero sin malicia; cuarto dulce, sin descolgar del todo; quinto alegre, siempre queriendo pero sin rematar y sexto un gran toro, alegre en sus embestidas, fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Pepe Manrique, oreja y palmitas y aviso; El Juli, dos orejas con petición del rabo y dos orejas. Sebastián Castella, palmas y dos orejas. Destacaron en la brega Ricardo Santana y con las banderillas El Jeringa y El Piña. El picador Luis Viloria dio un gran puyazo al segundo. El Juli y Castella junto con el ganadero Miguel Gutiérrez salieron a hombros.

El Juli ha bordado la perfección y ha tocado la gloria. Su faena en Manizales ha sido de una seguridad y brillantez de lío grande, ante un noble, pero algo tardo ejemplar de Gutiérrez que, sin embargo, ha tenido motor para aguantar una larga faena de mano baja.

Los méritos de la faena han sido darle sus tiempos a un toro que escarbó mucho, darse en un palmo de terreno, ligar a pesar de la condición tarda del astado.

Y los muletazos se han sucedido variados, en ambas manos, cambiados, de pecho, del desprecio, pero siempre rítmicos con la métrica exacta y sin tomarse licencias expresas. Faena de rabo.

En el quinto, el madrileño tuvo un toro con virtudes varias. Galope, claridad. Hacia el final de la faena, de tanto exigirle, empezó a terminar el muletazo con la cara arriba, algo distraído.

Pepe Manrique bordó al dulce primero con ese clasicismo sin concesiones que atesora, con muletazos con expresión y contenido. El público estuvo frío con él pues supo a poco la única oreja que el palco le concedió.

Al igual que a su segundo, el colombiano lo toreó espléndidamente de capote. A éste mejor aún. Se prodigó en quites; por delantales a su primero y por navarras al otro. Con mucha suavidad comenzó la faena a este. No prometía el toro romper y lo hizo aunque le faltó profundidad para tomar el muletazo entregado hasta el final. Sedosa caligrafía de Manrique por la izquierda aunque el animal no acompaña largo, ni humillado, aunque sí con dulce nobleza.

Castella, que en el callejón parecía un león fiero metido en su jaula de furia, se encontró con un toro que no terminó de romper, pero no tuvo maldad. Lo intentó meter en la muleta, pero el de Gutiérrez sólo iba y venía. El sexto, de hechuras perfectas, tuvo emoción para el capote y Castella lo bordó. Hecho un jabato citó desde los medios y se sucedieron dos cambiados ligados a un redondo casi completo tras cambiarse la muleta a la zurda. Júbilo absoluto en el tendido. El animal fue alegre y el galo le dio aire entre series a fin de que durase pues amagaba con distraerse.

Gran corrida de Ernesto Gutiérrez, con matices, con diversidad y calidad.

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