El Melli durante su faena.

El Melli durante su faena. / José Ángel García

LAS novilladas de mayo, junto con las procesiones de gloria, son de los pocos jardines secretos que nos van quedando a los sevillanos. Me gusta, las tardes calurosas de mayo, ir por las calles a la plaza de toros. El buen aficionado, inasequible al desaliento, acude siempre con la ilusión de descubrir a una nueva figura que renueve su afición y, si no es así, siempre queda hablar con tu vecino de la actualidad taurina o de historias pasadas que, frecuentemente, continúan luego con una cerveza fría y una tapa de caracoles. No hay mejor plan.

La ganadería de Torrealta, antaño predilecta de las figuras y que durante muchas temporadas abría plaza el Domingo de Resurrección, ha acabado por las herencias y divisiones familiares en manos de unos aficionados salmantinos que ahora la anuncian como Torrealba. Mucho van a tener que trabajar los nuevos propietarios si quieren reverdecer viejos laureles. Grande y alta, la novillada resultó mansa, áspera y dura, imposibilitando el lucimiento de los novilleros.

El Melli, de Sanlúcar, era el novillero que más había toreado. Es un torero bullidor y animoso y así estuvo toda la tarde. Mató a su segundo de una estocada trasera por la que el novillo tardó en echar escuchando un aviso que le privó, posiblemente, de una oreja. Fue una grata sorpresa el maño Aarón Palacios. Habiendo toreado muy poco -el año pasado solo una novillada- maneja con soltura los engaños y ejecuta con facilidad todas las suertes, teniendo un buen concepto del toreo. Destacó sobre todo en su segundo, manso como sus hermanos, al que llevó al caballo con unas chicuelinas andando que remató con un galleo muy torero que dejó al toro en suerte. Con la muleta inició la faena de rodillas en el tercio para, sin levantarse, sacarlo hasta más allá de la segunda raya donde remató con una pase de pecho echándose el toro atrás que fue de lo mejor de la tarde. En el toreo fundamental aprovechó las medias embestidas del novillo, era difícil que las series saliesen limpias precisamente por la falta de celo y cabeceo del animal, hasta el final pecando quizás -no siempre se tiene la oportunidad de torear en Sevilla- de alargar en exceso la faena. Mató  de una estocada trasera y descabello tras escuchar un aviso, si bien en este caso no fue óbice para que cortara una merecida oreja. Manuel Carrión, del taurino pueblo de La Algaba,  era la primera o segunda novillada que toreaba con caballos. Tiene buen corte e intenta hacer un toreo clásico y templado imposible con los novillos que le tocaron en suerte. Mató su primero, y no es poco el elogio, de una excelente estocada ejecutada con mucha pureza que hubiese hecho las delicias de su paisano El Algabeño.

Es una pena que los novilleros tengan que venir a Sevilla sin haber toreado antes prácticamente nada. Ayer dos de ellos solo habían toreado una novillada con caballos antes de venir a esta plaza. Así es imposible. Ni el mismísimo Gallito. De los problemas que tiene la Fiesta, que son muchos, este, siendo el más importante, es del que menos se habla y debería ser el que más nos preocupase. Urge buscar soluciones. 

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