Final de Copa Korac Unicaja-Limoges

20 años del 22+1

  • Se cumplen dos décadas de la primera final europea de la historia del club, en la que se cayó ante el Limoges tras un intento de remontada con el que se soñó en Ciudad Jardín

Final de Copa Korac Unicaja-Limoges

El Unicaja jugó su primer partido de competición europea en septiembre de 1989. 10 años y medio después, en marzo de 2000, afrontó su primera final continental, la de Copa Korac. Llegó a esa instancia para medirse al Limoges. Hoy se cumplen 20 años del partido de vuelta, para el que se acuñó ese 22+1 como lema para intentar remontar una dura derrota (80-58) en la ida en tierras francesa en Ciudad Jardín. Fue esa temporada en la que se inauguró el Martín Carpena, pero hubo que volver al legendario pabellón por los problemas estructurales que agrietaron parte de la instalación. Pese a que no se consiguió el triunfo (60-51, tras ir 43-29 al descanso para anotar sólo 17 tantos tras la reanudación), aunque quedó la semilla para la temporada posterior.

Era la primera temporada de Bozidar Maljkovic en el banquillo del Unicaja, estaría otras tres más. Hay unanimidad en señalar la contratación del técnico serbio como el momento en el que el Unicaja sube el diapasón de la ambición junto, claro está, a la subida de la inversión. La sensación de la primera vez con el subcampeonato del 95 fue irrepetible, pero la llegada de Boza, que había ganado cuatro Euroligas (dos con la Jugoplastika, una con Limoges y otra con Panathinaikos) en la década previa, suponía hablar de palabras mayores. Un imán para atraer grandes jugadores y un hombre con autoridad para pedir. También ayudó a profesionalizar las estructuras del club. En las dos primeras temporadas se jugarían dos finales de Copa Korac. Era una competición que perdía algo de brío ante el crecimiento de la Euroliga (en 2000 se escenificaría la división entre FIBA y la creación de la Euroliga), pero a la que el Unicaja honró después de jugarla varias campañas sin pasar de la frontera de cuartos de final.

En aquella Korac participaron 95 equipos. Había una fase preeliminar de la que el Unicaja quedó exento. Y 64 equipos se dividieron en 16 grupos de cuatro. Los dos primeros de cada uno avanzaban a dieciseisavos y desde ahí empezaban las eliminatorias a ida y vuelta. El Unicaja quedó primero del Grupo D (4-2) delante de Pepsi Rimini (Italia), Telindus Mons (Bélgica) y Bayer Leverkusen (Alemania). En dieciseisavos cayó el Bipop Reggiana (67-74 en Italia y 61-55 en Málaga), en octavos el Galatasaray (67-64 en Turquía y remontada en Málaga con un claro (86-68), en cuartos el Maroussi griego (77-58 en la ida en Ciudad Jardín y 60-63 en Atenas) y se llegó a unas semifinales contra el Estudiantes, que el año anterior había sido finalista (perdió ante el Barcelona) y que semanas antes había ganado la Copa del Rey en Vitoria. Ante los madrileños, 85-72 en Málaga, en un gran partido cajista. En la vuelta, el Unicaja aguantó las embestidas locales y se cayó por 53-47, manteniendo la renta para acceder a una final histórica, la primera a nivel europeo.

Aquel Unicaja era un equipo que ya pudo llegar a jugadores de caché alto. Caso de Veljko Mrsic, internacional croata que venía de ser campeón de Italia con el Varese. También fichó a Xavi Fernández, procedente del Barcelona. Llegó Richard Petruska, con el prurito de haber sido campeón de la NBA con los Rockets, también el base belga Jean Marc Jaumin y el angoleño Conceiçao, que se había hecho famoso en Barcelona'92 por haber sido el líder de la selección que ridiculizó a España. Seguían del año anterior Juan Antonio Orenga, Giancarlo Marcaccini, Bryan Sallier, la identificación de la casa con Jesús Lázaro y Dani Romero. Y enseñaban la cabeza Germán Gabriel, Berni Rodríguez y Carlos Cabezas, que el verano previo habían sido campeones del mundo junior en Lisboa y que ya dispusieron de minutos.

"Aquella final dio a conocer a Málaga a toda Europa. Aquello cambió la historia del Unicaja y marcó un periodo gracias al que pudo ver a los mejores equipos de Europa. El Unicaja tiene una cultura de baloncesto de alto nivel, la gente conoce el baloncesto, ha visto muy buenos jugadores y entrenadores. Si de algo me alegro de la época de Málaga es, sobre todo, de haber ayudado a crear el mejor ambiente de baloncesto. Había muchas dudas cuando el equipo pasó a jugar en el Martín Carpena, pero entre todos conseguimos ilusionar a la afición y nos convertimos en el primer club de Europa en cuanto a asistencia de público entonces", razonaba Boza Maljkovic en una entrevista con este periódico hace unos años.

Aquella final tenía muchos cables entrelazados y emotivos. Maljkovic había ganado la Euroliga en 1993 con el Limoges: "Antes de mi llegada el club tenía buena historia, con dos Copas Korac, campeón de Francia... Pero estaban cansados y me dejaron hacer un trabajo importante, hacer un equipo nuevo. De los ocho mejores jugadores eché a siete, sólo me quedé con Dacoury y quería jubilarse. Entonces hablé con él, le presioné para que cambiara. Me dice que le cambié la vida porque nunca hubiera ganando la Final Four. Gracias a mi palmarés tuve mucha autoridad. Fiché a Jure Zdvoc y Michael Young de extranjeros. Y después, Forte, Dacoury, Vérove, Redden... Con un grandísimo trabajo, ganamos cinco títulos e hicimos el milagro más grande de la historia del baloncesto europeo. Ganamos al Madrid de Sabonis y al Benetton de Kukoc".

La final en Limoges empezó torcida. Boza Maljkovic tuvo que ir a declarar por un asunto pendiente con la justicia francesa. El Limoges era dirigido por Dusko Ivanovic, que había sido jugador de Maljkovic en la mítica Jugoplastika. Tenía un equipo con jugadores de mucho nivel, que ese año conseguiría el triplete (Copa-Liga-Korac) y que relanzarían su carrera. Ivanovic firmaría por el Baskonia. Como jugador relucía Marcus Brown, que años después sería parte del mejor equipo de la historia del Unicaja tras jugar en Efes, Benetton y CSKA. Fue un caníbal en esa eliminatoria, metería 31 puntos en la ida y 18 en la vuelta, casi el 40% de los puntos de su equipo en la final. En la zona mandaba Frederic Weis y un clásico de la ACB, Harper Williams. Yann Bonato, un todoterreno clave que sería subcampeón olímpico meses después, Stephane Dumas, otro que vendría a la ACB... Un equipo poderoso.

No dio pie con bola el Unicaja en Limoges, pero quedaba la bala de plata de Ciudad Jardín, invicto esa temporada en Europa. Se promovió la campaña 22+1 para gestionar la remontada en Málaga. Y no iba mal el partido al descanso. Se ganaba por 14 puntos (43-29) y se sentía que era posible. Pero el ataque se atascó (17 puntos en 20 minutos) y no hubo manera. Hay que recordar que fue la última temporada con 30 segundos de posesión y dos tiempos. Desde septiembre se cambiaría a los 24 y los cuatro cuartos, un gran cambio en el baloncesto FIBA.

De aquella final perdida no queda un mal recuerdo. El Unicaja fortaleció su idilio con Europa. Se ganaría la Korac el año después con mucha autoridad y el equipo se consolidaría 15 años en la Euroliga antes de ganar el segundo título continental en 2017, la Eurocup. "El ambiente de Ciudad Jardín en la vuelta. No se consiguió remontar, pero fue increíble, increíble. Era difícil recuperar aquella desventaja de 22 puntos, pero sabía que ese equipo estaba en el camino de hacer algo bonito", recordaba Maljkovic: "Tengo muy buenos recuerdos de Unicaja y Limoges. En mi carrera estuve cuatro años, un ciclo olímpico, en tres equipos: Jugoplastika, Limoges y Unicaja. Creo que cuatro años es el tiempo justo para que un entrenador o un jugador demuestre su capacidad". El 29 de marzo de 2000 se perdió una final, pero se tuvo la certeza de que se estaba en el camino.

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