Resultado y crónica del Barcelona-Unicaja

Tenía que ganar el Barça (103-93)

  • Gigantesco partido del Unicaja para poner al rival contra las cuerdas y caer en la prórroga

  • Un arbitraje muy polémico en momentos claves del partido

  • Brizuela (33 puntos) lideró a un equipo que compitió a un gran nivel

Darío Brizuela tira a canasta ante Higgins.

Darío Brizuela tira a canasta ante Higgins. / ACB Photo

Un gigantesco Unicaja no pudo aguantar más ante la presión del poderoso Barcelona, un equipo enorme, y el extra de un arbitraje sibilino que se quitó la máscara en los minutos finales. Un partido gigantesco de baloncesto, Copa pura, que enorgullece a la afición cajista, huérfana de estas lecciones de orgullo. Sólo se rindió en la prórroga (103-93), a la que llegó magullado, sin Alberto Díaz y Suárez. Cuesta hablar de arbitraje en un partido así. Se intenta hacer un ejercicio de abstracción y objetividad, pero son inexplicables dos técnicas en claras faltas de ataque sobre Alberto Díaz y Waczynski. Caló, parece, el mensaje de Joan Plaza en Sevilla, el de “esto no es baloncesto”. Abromaitis forzó la prórroga en un canastón con una falta de Davies que los árbitros no vieron. Brizuela jugó un partido para los anales de la competición (33 puntos), hubo un ejercicio colectivo de defensa que no se ve habitualmente. Se ve que se está construyendo algo. Y no se jugó un partido redondo, hubo errores, lógicos, cuando el rival subía el nivel.

Un primer cuarto celestial hizo soñar con que era posible ganar. Había un estado febril del Unicaja, en el que cada balón dividido era ganado y se atacaba de manera preclara con un Darío Brizuela poseído para taladrar el aro. Fueron minutos de ensueño, la versión sublimada de este equipo que ha dado tantos dolores de cabeza, pero que se mostraba torero en el gran escenario del baloncesto patrio. 9-29 dominaba en el minuto 8, un marcador para frotarse los ojos, que ya era reducido con dos triples (15-29) al final del primer cuarto. Muchos matices tácticos interesantes. Desde la compresión de la rotación de Katsikaris, buen conocedor de las pocas debilidades de Calathes. Había una defensa zonal 2-3 que al principio le costaba descifrar a los de Jasikevicius. Guerrero dominaba colosal en la zona, Suárez y Alberto Díaz tejían la tela de araña con Mirotic y Calathes, y Waczynski ofrecía su mejor versión, también atrás.

Era insostenible el nivel de acierto y era obligada la reacción del equipo catalán, hasta entonces adormilado y superado porque el Unicaja iba con varias marchas más. La salida de Pierre Oriola cambió el ritmo, la intensidad de la pisada azulgrana. Él, Abrines y Westermann. Si en el primero el Unicaja creaba ventajas relativamente sencillas desde el 1x1 y compartiendo bien la bola, ahora eso ya no era posible. Y el Barcelona descifraba mejor lo que el Unicaja le proponía. Higgins encontraba grietas para tirar desde media distancia y Abrines martilleaba desde la esquina con su mano de seda. Por debajo de los 10 puntos ya (24-34), el Barcelona ponía su aliente en el cogote. El ataque seguía espeso. La salida de Nzosa dio algo de aire defensivo para contener al rival y metió cuatro puntos cuando más costaba. Ello permitió resistir al final del primer tiempo (39-44) con ventaja, aunque la tendencia parecía ya de dominio azulgrana.

Pero el Unicaja se mantenía completamente en el partido, con seso y con intensidad. Estaba eléctrico de nuevo Brizuela, que se iba ya hasta los 24 puntos. Y seguía soberbio Adam Waczynski, tanto en versión defensiva como en ataque, tanto metiendo como generando canastas. Daba un par de pases de Rubén Guerrero que el marbellí convertía en mates, partido de mucho nivel el suyo. Varios triples seguidos, con Suárez también enchufado, tenían la respuesta de Calathes, al que ahora no se podía contener de ninguna manera. El grecoamericano, con la parsimonia de quien tiene el baloncesto en la cabeza, entraba hasta la cocina. Abrines metía otro triple dañino, pero el Unicaja resistía. Katsikaris se guardaba recursos, como Bouteille, sin jugar hasta el minuto 27. Salía y metía un triple en el primer balón que tocaba. Eran momentos en los que un punto más de nivel defensivo podía haber quebrado el partido, pero enfrente había un equipo tremendo, con infinitos recursos. Con la misma renta del descanso se llegaba al final del tercer cuarto (60-65), después de haber ganado por 55-65.

El Unicaja entró en un bucle peligroso, perdió ocho balones en el último cuarto, en un tramo concentrado entre el minuto 32 y el 36, seis. Parecía el partido perdido, las caras eran exhaustas y el Barcelona se marchaba 79-70. Se había cumplido y parecía que se bajaban los brazos. Pero no, el Unicaja, orgulloso, negó la derrota de manera admirable. Triple de Darío Brizuela, en los altares con un partido cósmico, triple de Alberto (79-76) y dudas. Mirotic metía un triple que parecía definitivo, pero otra vez Brizuela respondió. Y Mirotic falló un tiro libre y le dio la última bola al Unicaja con 88-86. Tras un ataque trabado, Abromaitis metió un canastón a cuatro décimas, con más que posible falta de Davies no pitada (88-88). Enorme reacción, gran fe.

Cinco minutos extra, sin Alberto Díaz, eliminado, y Carlos Suárez, lesionado, eran una montaña demasiada alta. Entró el Unicaja tres abajo en el último minuto, pero Higgins fue letal. Y los árbitros terminaron de dar la puntilla a un Unicaja gigante, señalando varias técnicas tras una irreal falta en ataque de Brizuela sobre Higgins, ya con el partido muy cuesta arriba.

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