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Unicaja y la Copa del Rey: Una dura resaca, un horizonte luminoso

La decepción del Unicaja.

La decepción del Unicaja.

La resaca es dura. Un equipo que se ha acostumbrado a ganar muchísimo puede contemplar la derrota, pero no está habituado a digerirla. Es parte del deporte. Un gran Lenovo Tenerife fue mejor que el Unicaja. No fue la mejor versión del equipo de Ibon Navarro, que no optimizó los momentos a favor del partido, el ritmo alto que sí consiguió imponer en el primer cuarto pero que repelió con mucho acierto el cuadro aurinegro. Ese +10 al volver del descanso y que se volatilizó en menos de dos minutos. Momentos que no se aprovechan y que ya no vuelven en una competición tan fugaz como la Copa, que no perdona. Es gran parte de su fascinación y su encanto.

La aproximación al torneo fue correcta, los jugadores hablaban en público y privado antes de que habían aprendido la lección. Y lo cierto es que salió enchufado, pero sí flaqueó en algunos momentos cuando el Lenovo siempre volvía y también cuando no cedía. Más allá de la decepción, la conclusión de la Copa del Rey no puede ir más allá de lo que ha sucedido este fin de semana. Unido al palo de la Basketball Champions League en esa Final Four en el Carpena, también son parte del proceso de construcción de una identidad definida y del sufrimiento conjunto de un colectivo. No gusta, pero es lo que hay. Por ejemplo, el gran Unicaja de Scariolo se presentó en la Copa de Madrid en 2006 como favorito, con una racha previa de 11 triunfos seguidos en Euroliga y amasando ya una segunda vuelta de la ACB(15-2 se hizo) fabulosa que acabaría con el primer puesto en la temporada regular y un título de Liga. Se perdió en semifinales con Valencia Básket en un mal día en aquella edición. El rival había caído en las semifinales del año previo (aquella mítica zona 1-3-1). Era un Unicaja más redondo y completo el de la temporada 2005/06, con el refuerzo estelar de Marcus Brown y Daniel Santiago, pero se erró aquel día, el rival fue mejor. Y se ganó la Liga. No quiere decir que sea esa la obligación de este equipo, pero sí que hay que relativizar lo que ocurre en un fin de semana. Este Unicaja seguramente, hay que testarlo a final de temporada con resultados, es mejor equipo que en la campaña 2022/23. Hasta ahora ha sido más constante y con picos mejores de juego, entendible porque aquel era un equipo en la primera fase de construcción. Pero no consiguió ni este fin de semana ni en el de mayo en la BCL la sublime iluminación que sí se vio en Badalona. Es también el encanto de este deporte.

Evidentemente, toca también análisis y se hará internamente. La exigencia de un club de élite que quiere crecer obliga a ello, a mejorar situaciones y experiencias concretas. No se trata de dudar del estilo. Ahora es oportunista decir que hay que reducir rotaciones o cambiar filosofía. Es la idea que ha llevado al Unicaja de vuelta a la mesa de los grandes y se trata de percutir en ella. Fue paradigmático que los dos hombres más importantes en la final de Badalona, Kalinoski y el MVP Carter, anotaran tres puntos entre los dos, con un 1/14 en tiros de campo combinados, en el duelo del viernes. Son cifras anormales, salvo alguna excepción fueron buenos tiros de ambos. Un acierto simplemente discreto de los escoltas seguramente hubiera cambiado el curso del partido. Pero es baloncesto ficción. Los dos han probado su nivel tremendo en escenarios muy complicados antes los mejores rivales. Y si hay algo que caracteriza al Unicaja es que el colectivo, para lo bueno y para lo malo, está por encima de todo.

El factor anfitrión también está sobre la mesa. En el sentido adverso. No es casualidad que sólo un equipo, hace 21 años el Baskonia en Vitoria, haya levantado la Copa ante su afición en el formato de ocho equipos. Se trata ahora de no dudar, de que el colectivo siga por encima de la individualidad y seguir asentando una idea de baloncesto que perdure más allá de los cambios de piezas que existan en la plantilla en el futuro. Un buen ejemplo es el Lenovo, que tras un mal comienzo de temporada se levantó, con un equipo con varias piezas esenciales por encima de los 35 años, está en velocidad de crucero y añadiendo piezas que pueden elevar los registros de Vidorreta. Una decepción que es parte del proceso. Nada más y nada menos.

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