El indulto del Unicaja
El equipo malagueño perdona al Barcelona, horrible y sin confianza en el primer tiempo, y se atasca en el segundo
Cuesta pensar que haya una coyuntura mejor para ganarle
Perder ante el Barcelona es lo normal, siempre lo será. Pero, de vez en cuando, surgen ocasiones que son imperdonables que no se aprovechen. Sucedió ayer en el Buesa Arena. El peor Barcelona en años, desprovisto de confianza, sin brío, en guerra civil interna. Postrado y con opción de descabello. El Unicaja le indultó, diríase que dudó de que el mediocre equipo que había enfrente era el Barcelona, no le perdió el respeto, en el buen sentido, como hace falta para ganarle a un grande.
El Unicaja dispuso de opciones repetidas para romper el partido en el primer tiempo. Vaciló, no se lo creyó. Y acabó dejando un mal cuerpo que es difícil explicar. Las semifinales retratan el estado del baloncesto español ahora mismo. Madrid, Barcelona, Baskonia y Valencia. No está el Unicaja, es difícil el regreso. Sobre todo cuando se pega un petardazo en un día así. Se insiste, puede parece una falta de humildad de nuevo rico o una bravuconada, pero cuesta creer un escenario mejor para jugar una final o para ganar al Barcelona. Es la Copa el torneo que vende la gloria más barata. No lo entendió el Unicaja, que en la segunda parte se destensionó y permitió que el Barcelona volviera. De recibir 28 puntos en 20 minutos pasó a encajar 30 en 10. Suele tener el destino estas jugarretas. Lesionado Navarro, más protagonismo para el tirador sueco Eriksson, que metió cuatro triples en el tercer cuarto y revertió la suerte del duelo.
El partido se desarrollaba en un ambiente un poco extraño. El foco en la grada estaba en un aficionado que bailaba y generaba gritos de MVP. Ni Unicaja ni Barcelona gozan de las simpatías del público baskonista, abrumadora mayoría en el Buesa Arena. Y entre reproches a los árbitros del jueves, ánimos propios y el citado bailón se desperdigaba la atención. En la pista el Unicaja parecía más serio, con la idea más clara y con una buena ejecución del plan (4-12 de salida, con un gran Brooks). Pero el ritmo se fue haciendo mortecino, más cómodo para los de Bartzokas. Recortaba Faverani (21-22), antes de un estirón del Unicaja, con Alberto Díaz al comando (23-31). Bien el pelirrojo en su debut en una Copa del Rey, elevando el ritmo defensivo y con buen criterio y tino en ataque (siete puntos y dos rebotes al descanso).
Ahí tuvo el Unicaja un momento nítido para hincarle e diente a un Barcelona que apenas tenía recursos ofensivos. Falló dos contraataques con amplia superioridad y entre Suárez y Díez extraviaban un balón. Todo ello en los dos últimos minutos, lo que supuso que el Barcelona permaneciera vivo en el encuentro (28-33 al descanso). La sensación de oportunidad perdida, de no haber roto a un equipo descompuesto mentalmente y sin confianza podía generar sensación de desazón. Parecía como si el Unicaja no creyera que todo un Barcelona esté tan mal.
Y la cruel realidad golpeó al equipo malagueño. Nos ilusionamos con la victoria ante el Madrid, rebrotó la ilusión por hacer algo grande. Pero el Unicaja se vio superado por el escenario. No es un equipo maduro, puede tener explosiones de anotación compulsiva en algún momento, pero no es sólido. Y es bastante difícil que lo sea este año, porque los jugadores son los que son. No hay más.
El Barcelona salió del vestuario consciente de que le habían perdonado la vida y de que tenía una extra. Y no la desaprovechó. No deja de ser un equipo grande y viste una camiseta que impone. Enhebró tres triples (Rice, Koponen y Eriksson) para obtener la primera ventaja desde el 2-3. Nedovic generó 11 puntos en los cinco primeros minutos, un triple, un dos más uno y dos asistencias (39-41). Ahí encalló el Unicaja, se vio devorado por un rival con la enegía que da haber vuelto a la vida. Tomic fue determinante, bien en ataque y empequeñeciendo a Musli, el segundo ojo por el que v en ataque el Unicaja. Jamar Smith cumplía su rol y daba punto. Se marchó por nueve el Barcelona, ya en el último cuarto (60-51), pero tuvo un último impulso el equipo malagueño (64-61), con el de Illinois entonado. Ahí se acabó el Unicaja, que apenas encontró algún destello de un Nedovic del que se esperaba bastante más y la energía de Brooks, de los pocos jugadores a la altura del escenario en el bando cajista. Se marchó hasta por 13 puntos el Barcelona, que se vio poderoso, que metió 54 puntos en el segundo tiempo después de haber metido casi la mitad (28) en el primero.
El Unicaja no encontró soluciones ofensivas, estuvo lejos de lo 85 puntos que le garantizan las victorias. Se quedó en 70. Era la oportunidad de hacer brillante una temporada. La perspectiva es que no hay mucho más que rascar. Las ilusiones se difuminan mientras pasan las temporadas. Apenas dos buenas en esta década. Y cada vez más lejos de los que mandan en España. Es la cruel realidad del Unicaja. Nos volveremos a ilusionar, pero la decepción ayer fue grande.
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