La pintura del Unicaja está en constante debate desde el inicio de temporada. Excepto Tim Abromaitis, por unas causas o por otras, ningún otro jugador interior cajista tuvo una regularidad en su juego. Muchos altos y bajos que han penalizado, aunque lógicamente no recae sobre ellos toda la culpa. De hecho, el equipo malagueño sigue con la caña puesta en el mercado con la intención de encontrar un pívot que entre dentro de sus parámetros económicos y que sea un paso adelante deportivamente. De momento, no hay un nombre que encaje en ese patrón, con Rubén Guerrero en la rampa de salida desde hace unas semanas. 

Mientras se producen entradas y salidas, otro de los grandes retos de Fotis Katsikaris es ensamblar el talento exterior para que brote. Es decir, encontrar una correcta configuración de roles para que brillen los jugadores del perímetro, donde reside el gran potencial del Unicaja. De momento, las asignaciones del griego están claras. Galones para Norris Cole y Darío Brizuela. Ello está yendo en detrimento de Jaime Fernández, que realizó un fantástico primer mes de competición y después de apagó. El primer rendimiento se pasaba por arriba, ahora lo contrario. Los puntos en el último cuarto en Sevilla deben darle confianza para revertir la situación, en lo que se muestra confiado como ha asegurado en entrevistas. 

Hasta ahora es la apuesta del entrenador heleno, que ha otorgado a Francis Alonso el papel de especialista defensivo en el perímetro. Se va acostumbrando el malagueño a este nuevo desafío en su carrera, que no había hecho nunca, sin perder la amenaza de su muñeca prodigiosa. Y también está Axel Bouteille, al que se le demanda más constancia en la zona ofensiva, ha habido un crecimiento palpable atrás (difícil decir que si suficiente), donde pese a todo no tiene malos números. Pues encontrar ese ecosistema para que todos vayan encontrando sus momentos es el difícil reto que tiene Katsikaris.