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Xavier Castañeda, anatomía de un despropósito
El Unicaja vio cómo el fichaje se torcía desde el inicio hasta convertirse en un guion absurdo, que deja al americano en una posición todavía más delicada tras caerse su cesión y al club ante una patata caliente
Lleida devuelve al jugador
Al Unicaja le ha rebotado el karma de golpe. Después de tres años de precisión quirúrgica en el mercado, de una planificación milimétrica en la que cada pieza que llegaba mejoraba a la anterior y encajaba como un guante en un grupo muy especial, todo ha terminado chocando de frente con el caso Xavier Castañeda. Un fichaje que nació con lógica, incluso con ilusión, y que ha acabado convertido en un despropósito difícil de explicar. La apuesta no era absurda de inicio. Castañeda llegaba tras firmar grandes números en Francia, con puntos en las manos y buena pinta sobre el papel, monitorizado durante meses y con proyección Euroliga. En el Unicaja se entendía como una pieza de proyección, un jugador capaz de crecer dentro de un ecosistema ganador y elevar su rendimiento rodeado de talento, con el ejemplo paradigmático de Tyson Carter del jugador que vino y se fue. Nada de eso ocurrió. Desde el primer día, todo fue torciéndose hasta desembocar en un guion kafkiano.
Incluso el anuncio ya tuvo algo de extraño. Fue el propio Antonio Jesús López Nieto quien lo comunicó a bombo y platillo en una comparecencia de balance de temporada, un contexto poco habitual para presentar un fichaje. Aquel gesto fuera de guion del presidente pareció despertar un mal fario que acompañó a la apuesta. Poco después llegó el primer aviso serio, cuando el seleccionador de Bosnia por aquel entonces, Adis Beciragic, lanzó una dura crítica pública al jugador, cuestionando abiertamente su estado físico. Beciragic, un técnico poco dado a la diplomacia y proclive a declaraciones fuera de tono, acabó llevando aquella crítica hasta el final al dejarlo fuera del Eurobasket a las puertas del campeonato. Algo no cuadraba. El Unicaja no dio entonces demasiada importancia a aquel episodio, pero con el paso del tiempo ha cobrado un sentido inquietante. La llegada a Málaga tampoco disiparon las dudas. Ya en sus primeras apariciones, como aquel estreno en Melilla, su condición física llamó la atención, falto de chispas y sin recursos para marcar la diferencia. Era pretemporada, el contexto invitaba a la paciencia y el club venía de una racha tan limpia de aciertos que nadie encendió las alarmas. Pero la realidad es que Castañeda nunca terminó de funcionar. Ni dentro ni fuera de la pista.
Su perfil personal tampoco ayudó. Introvertido, encerrado en sí mismo, con enormes dificultades para comunicarse. Ibon Navarro llegó a bromear diciendo que había que usar un sacacorchos para extraerle alguna palabra. Y en la pista, el encaje fue nulo. El episodio más revelador llegó cuando Ibon decidió descartarlo ante el Barcelona por una cuestión de altura. Centímetros hoy, un problema estructural mañana. No fue una excusa táctica improvisada y una decisión que podía ser lógica dentro del plan de partido, pero tremendamente sintomática. Que un jugador fichado para competir al máximo nivel no sirviera ante un rival de Euroliga fue una señal muy potente. Desde ahí, Castañeda dejó de contar de verdad. El club siempre destacó su profesionalidad, su buen comportamiento y su calidad diaria en los entrenamientos, aunque esa versión parecía quedarse allí. Hubo destellos aislados, como en la Supercopa ante Valencia o aquel partido ante el Mersin en el Carpena de BCL, que pareció una bocanada de ilusión y un punto de partida. No lo fue. Espejismos. El Unicaja actual tiene un estatus altísimo, una exigencia brutal, y Castañeda nunca estuvo a la altura de ese nivel. Ni cerca.
El club intuyó pronto que la apuesta no había salido bien. La grave lesión de David Kravish frenó una salida temprana, pero el diagnóstico estaba hecho en las primeras semanas de temporada. A partir de ahí se entró en una dinámica extraña, con un jugador que entrenaba, viajaba, quedaba fuera de convocatorias, cuando entraba era un espectador en el banquillo, relegado a un papel insignificante mientras se le buscaba destino. Incluso Juanma Rodríguez, habitualmente diplomático, correcto y muy medido en cada intervención pública, dejó una reflexión significativa al reconocer, con esa voz grave y serena tan característica, casi de actor de doblaje, que "algo nos hemos perdido con Castañeda desde que se lesionó con Bosnia en la Ventana de febrero", como si el jugador que se había evaluado no fuera exactamente el que había llegado a Málaga. Más allá del rendimiento, el problema también fue de encaje y de posición. Castañeda es un base que puede actuar como escolta, pero esa versatilidad no respondía a una necesidad real del Unicaja ni en el presente ni a medio plazo, con el puesto de base bien cubierto con Kendrick Perry y Alberto Díaz, más el fichaje en diferido de Melwin Pantzar. Como escolta, no estaba preparado para el nivel físico y competitivo que exige la ACB actual, y esa realidad terminó por marcar su recorrido en Málaga.
Se le desempolvó para que participara en partidos de BCL después de jugar 27 y 32 minutos con Bosnia en la Ventana. Hasta que con el sustituto ya en Málaga y tras semanas de trabajo, apareció la solución interesante de Lleida, que parecía poner fin a una historia que llevaba meses enquistada. Contaba con el visto bueno de Ibon Navarro, que dijo públicamente este viernes que había hablado directamente con Gerard Encuentra para comentar el encaje del jugador, su rol y la visión que podía tener en el equipo catalán. El técnico del Unicaja hacía un alegato de la actitud de Castañeda, su profesionalidad y su comportamiento ejemplar en un contexto complicado. Todo ello es cierto y nadie dentro del club lo discute. Precisamente por eso el desenlace resulta aún más desconcertante, ya que choca frontalmente con el comunicado posterior del Unicaja, en el que se deja claro que no constaba ningún tipo de lesión ni problema físico que justificara no pasar un reconocimiento médico. Más aún cuando el jugador había entrenado con normalidad hasta la pasada semana y había competido hasta hace pocos días ante el Karditsa. Al parecer, Lleida alega una tendinitis en el hombro derecho, una dolencia que no consta en el Unicaja y que ha generado sorpresa en el club, ya que el jugador entrenó con normalidad hasta la pasada semana en Málaga e incluso había completado ya alguna sesión esta semana en Lleida.
Otro capítulo más de un caso que roza lo absurdo y que deja una sensación incómoda alrededor de un club acostumbrado a acertar casi siempre. No ha sido más que un error, asumible y normalizable. Lo difícil de digerir es el tono cada vez más oscuro que ha adquirido todo este caso. Ahora Castañeda regresa a Málaga con un expediente todavía más pesado, con una salida frustrada que añade ruido a una situación ya de por sí compleja. Encontrarle un nuevo destino será aún más difícil, no solo por su escaso protagonismo competitivo en los últimos meses, sino por todo lo que rodea ya al nombre de Castañeda. El daño es evidente para el jugador y también para una planificación que parecía tenerlo todo controlado. El Unicaja deberá volver a buscar una solución, sabiendo que esta vez el margen es menor y el contexto mucho más enrarecido. Así se cierra, de momento, uno de los episodios más extraños y difíciles de explicar de la historia reciente del club. Queda por ver cómo termina esta historia. No cambien de canal.
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