Málaga c. f.-sevilla · la crónica

El circo de los horrores

  • Un Málaga que completó un intenso partido y se adelantó, acabó perdiendo tras dos goles a balón parado del Sevilla · Palop y Munúa regalaron los dos primeros goles y el ex blanquiazul Lolo sentenció la remontada visitante

Todo empezó en una pifia impensable de Palop. Se le escapó un remate débil de Duda y lo agradeció el impertérrito Caicedo, que emuló a Wanchope en un gol igual de atropellado ante el mismo rival, ante el mismo portero, seis años atrás. Ahí dejaron de actuar los payasos. Se acabaron las sonrisas para los locales. Llegó el error de Munúa, peor si cabe que el de su homólogo, y remontó el Sevilla, para colmo con un testarazo de Lolo, hace meses compañero y ayer verdugo. Sentenció el ex blanquiazul el 1-2 pidiendo perdón a dos manos. Fue como si el circo de los horrores se hubiera instalado en Martiricos. No hubo globos, ni niños felices, ni elefantes paseando. Hay miedo, y mucho, a caer en el hoyo. Suerte que luego llegaría el empate entre Tenerife y Valladolid, el resultado menos malo, y aunque ahora el descenso está un punto más cerca, las consecuencias podrían haber sido mucho peores.

Que le expliquen todo eso al aficionado que vio a sus jugadores presionando a su rival como hacía tiempo que no se veía, como si formaran un equipo distinto al de Zaragoza. Que le expliquen el resultado final viendo al Sevilla más inofensivo de sus últimas visitas, simplemente asido a testarazos a balón parado que, eso sí, le dieron el premio final. Y que le expliquen que restan siete jornadas y se cifran en tres las victorias necesarias para certificar la permanencia (y rezando por que el Real Madrid no se juegue aquí la Liga en la última jornada).

El partido, de no ser por la intensidad que siempre rodea estos encuentros, no habría tenido virtudes que destacar. Pero, a diferencia del Sevilla, al Málaga sólo se le piden puntos, sin las responsabilidades de imagen de los que viven en la élite, como a su rival. Para el Sevilla eran las críticas, para los de Muñiz los puntos.

El madrugador regalo de Palop a Caicedo sazonó el planteamiento de asfixia que Muñiz deparó en el centro del campo. Salió el Málaga a defender de la mejor manera a Jesús Navas, Kanouté y Luis Fabiano, inhibiendo las líneas de pase hacia ellos. Funcionó de maravilla. Además, el partido salió trabado, con mucho punto y aparte entre jugadores quejándose de golpes sobre el césped y una falta tras otra. El descanso llegó en un suspiro porque a nadie le dio tiempo a marcar el ritmo.

Todo eso era pura comodidad para el Málaga, que con el refuerzo del marcador se vació en presiones adelantadas, dos contra uno para anular a los jugadores de banda sevillistas y no dejar hueco en los pasillos interiores. Todo iba a pedir de boca salvo una mácula: la entrada de Obinna por Caicedo, velocidad por aguante, no permitió al equipo las transiciones rápidas, porque al nigeriano se le vio lento y torpe.

Llegó el punto de inflexión en los guantes blandos de Munúa y la puntera oportuna de Cala y los blanquiazules se desconectaron del choque, a pesar de que Muñiz hizo feliz al pueblo dando entrada a Albert Luque. El despliegue físico empezó a ser desgaste, el Sevilla circuló mejor y merodeó la meta del Málaga, que para lo que estaba haciendo hasta el momento ya era mucho. Munúa se redimió del fallo en una buena mano a cabezazo de Kanouté (71') y, tras una fase de indefinición, otra jugada de laboratorio sacó los colores a los blanquiazules, que vieron cómo Lolo remataba a placer dentro del área para invertir el electrónico.

Después no hubo lugar a la reacción porque apenas quedaba tiempo (seis minutos), gasolina en el depósito de los blanquiazules e ideas en el banquillo (Muñiz no agotó los cambios). El partido ya nada tenía que ver con el anterior, en el que el Málaga tenía maniatado a su rival y mandando un balón de oxígeno a su machada afición. Los blanquiazules lo habían dado todo y no se habían llevado nada.

Todo lo feo que fue el partido quedó en el olvido en el minuto final, porque ahora lo verdaderamente feo queda en la clasificación, más bien en el calendario que queda. Y no habrá que mirar mucho al futuro: esta misma semana pueden rebrotar las sonrisas o multiplicarse las lágrimas.

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