En tránsito

eduardo / jordá

El país deconstruido

DURANTE la Transición tuvimos buena suerte: hubo políticos inteligentes y con coraje en todo el espectro político. Ahora parece que la buena suerte nos ha abandonado. El único político verdaderamente inteligente que tenemos, el único que tiene madera de líder -Pablo Iglesias-, no cree en el sistema y es muy posible que ni siquiera crea en la democracia que él llama "formal", como buen leninista que es (aunque sea muy hábil a la hora de ocultarlo). Además, Iglesias sabe embaucar a todo el mundo y tiene hipnotizados a comentaristas y creadores de opinión, por no hablar de sus cinco millones y medio de votantes, que muy probablemente irán en aumento. Y, por si fuera poco, sus ideas sobre la economía son tan vagas que tan sólo consisten en subir los impuestos a los ricos, aunque mucha gente las considere válidas. No sé cuántos ricos hay en España, pero tendrían que ser muchos -muchísimos- para que con sus impuestos se pudiera reunir todo el dinero que Iglesias necesita para sus programas. Y no conviene olvidar que tenemos unos compromisos que cumplir en cuanto al pago de nuestra deuda soberana, que alcanza la bonita cifra de un billón de euros, si queremos que nuestros acreedores nos sigan prestando un dinero que no tenemos. Porque el famoso "austericidio" no ha sido un capricho del PP -aunque éste ha sido tan torpe que ni siquiera ha sabido explicarlo-, sino una exigencia de los acreedores que nos prestan un dinero sin el cual nadie sabe cómo se podrían pagar las pensiones y los salarios de los empleados públicos. Es así de crudo. Y así de simple.

En estas condiciones -y con una economía que se puede venir abajo en cualquier momento-, es fácil imaginar lo que va a pasar si se alcanza el pacto de gobierno Podemos-PSOE (por este orden) que ayer anunció Pablo Iglesias. Y encima si pensamos en el descabellado propósito de crear un Estado plurinacional para contentar a los nacionalistas, porque si se concede el derecho a decidir a Cataluña, también habrá que concedérselo al País Vasco, Navarra, Galicia, Valencia, Baleares y todas las comunidades que se pongan en la cola para no ser menos (una vieja tendencia hispánica). Así que dentro de nada seremos un país "deconstruido", como aquellas famosas tortillas de Ferran Adrià que tanto dinero costaban. Y que acabaron arruinando a su inventor, por cierto.

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