Cañones o mantequilla

Es legítimo que Unidas Podemos busque elementos que lo diferencien de la mayoría

Es legítimo y razonable que Unidas Podemos, como grupo minoritario en el Gobierno de coalición, busque elementos que lo diferencien de la mayoría, buscando su propio espacio político, pero ya no resulta tan comprensible que de cada diferencia trate de crear una discrepancia y de cada discrepancia un enfrentamiento que pretenda situar al gabinete al borde del precipicio. La propuesta de aumentar el gasto en defensa planteado en el seno de la OTAN es el nuevo elemento de desacuerdo, que nos traslada una imagen de conflicto interno poco tranquilizador.

Posiblemente, en el clásico planteamiento entre cañones o mantequilla que ya plantea el profesor Samuelson caben matices que bien merecerían un profundo debate, pero lo que resulta desconsolador es ver la simpleza argumental que se está utilizando para oponerse al gasto militar. No sorprende tanto la discusión, que podría considerarse legítima, como las dosis de simpleza demagógica que se están empleando. Plantear que es preferible aumentar el gasto en sanidad, educación o servicios sociales antes que en armamento puede ser una manifestación aceptable para expresar en una asamblea universitaria o ser la declaración buenista de una estrella del espectáculo, pero en forma alguna puede considerarse un argumento de peso que pueda esgrimirse desde un ministerio del Gobierno de España. Porque dejándose llevar por este principio tan simple y lineal, UP tendría dificultad para explicar por qué lo presupuestado hasta ahora es una cantidad razonable que ha merecido el apoyo de su grupo parlamentario y el aumento que se propone a largo plazo es una decisión inasumible. Da la impresión de que el ropaje anti-OTAN que siempre caracterizó a la izquierda del entorno comunista sigue siendo la única argumentación válida para justificar su posición y que tratan de mantener ese histórico principio falsamente pacifista sin tener en cuenta los profundos cambios que desde la guerra fría se han operado. Solo con base en la actual situación bélica y al nuevo papel que la OTAN trata de representar es donde se puede plantear el debate sobre los gastos de defensa, pero resulta impropio de la responsabilidad que confiere la presencia en un Gobierno manejar argumentaciones que nos trasladan a los eslóganes de los años ochenta. Reducir la discusión del costo de oportunidad a un encadenamiento de frases tan bienintencionadas como superfluas no aporta nada nuevo a la posición de España en el contexto occidental.

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