El apoyo de Bildu a los PGE y la cuestión de los homenajes a los etarras excarcelados han permitido a la oposición situar de nuevo a ETA en el centro del debate parlamentario. Lo cierto es que los presupuestos salieron adelante con holgada mayoría y los votos de Bildu eran prescindibles. El gobierno obtuvo un importante éxito sacando las cuentas adelante y la oposición otra oportunidad para situar al gobierno en el eje del mal por los apoyos recibidos. Es la otra cara del bucle melancólico del que hablaba Jurasti. La derecha lleva años instrumentalizando todo lo relativo al terrorismo y a sus víctimas, pero no es menos cierto que en este caso la razón moral está de su parte. El fondo de la cuestión es que la negativa de los partidos abertzales, y de sus seguidores, a condenar los crímenes de ETA equivale a considerarlos políticamente necesario o que es moralmente lícito asesinar a quien no piensa como tú. Creer, en definitiva, que quien no comparte tus ideas no es digno de vivir y puede ser eliminado con un tiro en la nuca o con una bomba en el coche. Pero una cosa es considerar incompatible con la convivencia democrática la negativa a condenar los crímenes o a reconocer el dolor causado y otra, bien distinta, acusar al gobierno de cómplices del terrorismo por recibir el voto de Bildu al presupuesto.

Lo que me pregunto, sin acritud, es si una derecha que se ha negado a condenar la dictadura o a reconocer sus crímenes está suficientemente legitimada para exigir con tanta vehemencia a otros lo que ellos se niegan a hacer. El régimen de Franco se cimentó sobre el exterminio de todo el que tuvo que ver con la II República: fusiló, condenó en juicios sumarísimos, encarceló o forzó al exilio a compatriotas cuyo único delito era, en la inmensa mayoría de los casos, tan solo pensar de forma distinta. También convencidos de que quienes tenían otra ideología no merecían vivir, causando miles de víctimas y ocasionando un inmenso dolor.

La diferencia con los crímenes de ETA es, además de su muy distinta naturaleza, el tiempo transcurrido y que sus desgarradoras imágenes aún las tenemos en la retina. Los lejanos del franquismo fueron silenciados por un totalitarismo para el que esos crímenes eran medidas políticas necesarias para imponer su nuevo orden. Deberíamos reflexionar sobre esos paralelismos y condenar por igual todos los asesinatos cometidos por las distintas ideologías totalitarias.

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