Aquaman y el reino perdido | Crítica

Aquaman hace agua

Jason Momoa repite como Aquaman.

Jason Momoa repite como Aquaman.

Otra entrega más -¿y cuántas van?- de esos personajes de tebeos para los que el realismo que ofrecen las ilimitadas posibilidades de los efectos en la era digital ha supuesto la apertura de la jaula de papel en que estaban encerrados con salidas solo a series televisivas y modestas producciones de serie B.En este caso se trata de Aquaman, personaje del universo DC nacido en 1941, recluido como todos sus congéneres en modestos formatos sobre todo animados que en 2016 se incorporó a las películas protagonizadas por otros superhéroes y en 2018 fue por fin la estrella de su propia película en lo que la jerga llama la sexta entrega del Universo Extendido DC, interpretado por Jason Momoa bajo la dirección de James Wan. Como pegó un taquillazo que la convirtió en la película más taquillera de las basadas en el fondo de armario de DC, cinco años después ambos repiten la jugada con menos posibilidades de repetir el tiro.

Solo los efectos especiales no pueden sostener una película de trama tan tontamente enrevesada

Dijo el director que quería darle un aire camp con referencias a los artesanales seriales de Flash Gordon y las novelas de aventuras marcianas de Edgar Rice Burroughs. Yo añadiría que también a los peplums, o películas de sandalias, de los años 50 que interpretaron los musculados Steve Reeves, Gordon Mitchell o Gordon Scott.

Pero le faltan descaro y el sentido del humor necesarios para recordar esos precedentes y la eficacia visual y narrativa para proponerse como un producto competitivo en el entorno -parece que cada vez más agotado por sobreexplotación- de las películas de superhéroes. Solo los efectos especiales no pueden sostener una película de trama tan tontamente enrevesada, episodios tan mal ensamblados, humor que no funciona y espectacularidad técnica que no sugestiona. No se repetirá el pleno de la primera entrega de 2018. 

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