MISIÓN IMPOSIBLE 7: SENTENCIA MORTAL - PARTE 1 | CRÍTICA

Cruise vuelve a triunfar: 'Misión Imposible' vuela en alas de Lalo Schifrin

Fotograma del largomentraje 'Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1'.

Fotograma del largomentraje 'Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1'. / D. S.

El 17 de septiembre de 1966 se prendió por primera vez la mecha mientras sonaba el extraordinario tema de Lalo Schifrin, después que, "si decide aceptarla", se encargara una misión a Dan Briggs a través de una grabación que a los pocos segundos se autodestruirá. Nacía Misión: Imposible, la obra maestra televisiva que produjo, escribió y dirigió un genio llamado Bruce Geller, prematuramente fallecido a los 47 años tras dejar, como coguionista y productor ejecutivo, su huella en series míticas del Oeste como Rawhide, The Rifleman, Have Gun, Will Travel o The Rebel, y de crear entre 1967 y 1975 Mannix. Tras 171 episodios "Misión: Imposible" dejó de emitirse el 30 de marzo de 1973. Se produjo una segunda serie de episodios entre 1988 y 1990, pero sin la fuerza y originalidad de la primera.

En su curioso papel de resucitador cinematográfico de míticas series televisivas, Brian De Palma, tan dado a las reescrituras paródicas de clásicos del terror (“El fantasma del paraíso”), de gánsteres (Scarface), de Antonioni (Blow Out) o de Hitchcock (Hermanas, Obsesión), resucitó en 1987 Los intocables (serie emitida entre 1959 y 1953) y en 1996 -exactamente 30 años después de la emisión del primer episodio- Misión: Imposible, logrando una de sus mejores películas.

Esto nos lleva a esta séptima entrega (primera de un díptico cuya segunda parte será la octava entrega en julio 2024) de la serie iniciada por De Palma en el 96 que ahora se estrena y a Tom Cruise, alma, inspirador, coproductor e intérprete de esta franquicia que, estreno tras estreno, bate récords de taquilla. Se puede no tomar demasiado en serio a Cruise como gran actor, aunque sería un error ya que su instinto y/o inteligencia, aún con altibajos en su larguísima carrera iniciada hace 42 años, le han hecho ser elegido o elegir -por citar solo a los más grandes- ser dirigido por Coppola, Scorsese, De Palma, Stone, Pollack, Kubrick, P. T. Anderson o Spielberg. Además de protagonizar algunos de los taquillazos más sonados de la historia del cine y lograr el casi imposible de convertir en un inmenso éxito de público -su película más taquillera hasta ahora- ¡y de crítica! el retorno a Top Gun 36 años después (rescatando de paso el cine en los cines tras la pandemia). Como actor se ha esforzado por invertir su no tan grande capital interpretativo sacándole todo el jugo posible. Pero como productor es, sencillamente, un genio.

Fue Cruise, fanático de la serie original y seguro de sus posibilidades en cine, quien convenció a una dubitativa Paramount que poseía los derechos sin decidirse a producirla para que la coprodujera con su recién creada productora. Fue Cruise quien contrató a Sidney Pollack para un primer tratamiento y finalmente a los grandísimos guionistas Robert Towne y David Koepp para el guión definitivo. Fue Cruise quien contrató a De Palma para dirigirla. Y fue Cruise quien impulsó el carísimo reparto de lujo que unía a Vanessa Redgrave, Jon Voigt, Emmanuelle Béart, Jean Reno, Emilio Estévez o Kristin Scott Thomas. El resultado fue una obra maestra del cine de acción.

Desde entonces hasta hoy Cruise ha controlado la producción de las sucesivas entregas encargando las direcciones a John Woo (Misión Imposible 2, 2000), J. J. Abrams (Misión Imposible 3, 2006), Brad Bird (Misión Imposible: Protocolo fantasma, 2011) y Christopher McQuarrie (Misión Imposible: Nación secreta y “Misión Imposible: Fall Out”, 2015 y 2018), con tan buenos resultados en los dos últimos casos que a él le ha encargado también esta nueva entrega. Es un importante guionista -ganó el Oscar por el de Sospechosos habituales- y tras escribir los guiones de Valkyria, Al filo del mañana y La momia, y dirigir Jack Reacher y las tres -que serán cuatro- entregas de Misión Imposible, se ha convertido en el cineasta de cabecera de Cruise junto a Joseph Kosinski, que lo dirigió en Oblivion y Top Gun: Maverick.    

¿Qué ofrece esta nueva entrega que pese a su larguísimo metraje es la primera parte de un díptico que en total rozará las seis horas? ¿Más de lo mismo? No. Muchísimo más de lo mismo hasta extremos abrumadores. Dejadas atrás las sutilezas de los guiones de Towne y Koepp de las dos primeras entregas – aunque en torno al malo, que esta vez es la Inteligencia Artificial, se hila un ovillo que pese a enredarse a veces sirve de soporte al espectáculo-, evolucionados los efectos especiales en la era digital hasta hacer posible con realismo cualquier exagerado disparate, habiéndose metido de por medio la serie Bourne con su estética sincopada que renovó el cine de espías, dado el giro Craig a la serie Bond, y hecho el público del cine comercial de acción a las costosas y ruidosas máquinas digitales, a Cruise y McQuarrie no les queda más solución que crecer y crecer en efectos de apabullante espectacularidad, en situaciones llevadas mucho más allá de lo aceptable por el más crédulo de los espectadores (que sin embargo se las cree), en persecuciones que desafían toda verosimilitud (y respeto al patrimonio), en un sentido del humor auto paródico que es el salvoconducto -¡al fin y al cabo esto es un juego!- para permitirse todas las exageraciones y suspensiones de lo verosímil que esta montaña rusa exige.

Y lo mejor es que lo hace tomando hábilmente cosas de sus competidores, pero sin perder el aire de la franquicia. Esto es puro Misión Imposible. Y, pese a los imprescindibles y muchos efectos digitales, conserva un cierto aire artesanal y analógico que la pone muy por encima de la que iba a ser su competidora en taquilla este verano, el desdichado Indiana Jones que tan mal despide a Ford. No hay competencia. La película palomitera del verano es esta. 

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