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Asomados a Europa con una pobre imagen

  • El Málaga gana en la prolongación por la inercia de jugar con superioridad numérica - El Betis siempre fue más bravo pese a estar con hasta dos jugadores menos; los de Tapia hicieron una nula interpretación táctica de su ventaja

Si hay derrotas amortizadas por el triunfo moral que aparejan, a la inversa también sucede. Costará entenderlo, especialmente para quien no viera el encuentro, pero el Málaga se instaló en una posición históricamente envidiable venciendo un encuentro donde apenas exhibió virtudes y acumuló demasiados pecados para la superioridad numérica de la que disfrutó en casi todo momento. Los miembros de este plantel podrán contar a sus nietos que en Heliópolis rentaron una victoria y una clasificación históricas, ya que ninguna plantilla había ganado la misma temporada a Betis y Sevilla a domicilio y ninguna primera vuelta fue mejor que ésta -y aún quedan tres puntos más en liza-; empero, si son autocríticos también les dirán que los medios puestos para la victoria fueron de una tristeza futbolística supina.

Todo depende de si se analiza el fondo o la forma. Mirar la clasificación actual pinta una sonrisa inacabable: el descenso casi ni se ve por el retrovisor, ya que el equipo casi dobla los puntos de la frontera que marca el Espanyol (28 por 15), y los dos ocupantes de plaza UEFA sólo quedan a dos puntos. Cada vez menos quimérico y más alejado de los lúgubres augurios labrados en las primeras jornadas sin gol. Esa es la base que quedará a largo plazo; ignorar la moraleja del mal partido cuajado ayer sería un mal compañero para próximas semanas.

El Málaga jugó contra diez durante 44 minutos y justo la mitad ante nueve. El tanto llegó en el 92, un gran zurdazo de Eliseu tras un balón que quedó suelto cuando Luque hacía la guerra por su cuenta porque ya veía el empate como resultado final. El Betis no sólo jugaba dos veces desmembrado, sino también desangrado porque buscó el ataque como si tuviera once futbolistas y apenas se tenía en pie sobre el campo tras su bravísimo esfuerzo.

Quiere decir, y así fue, que el Málaga no fue exprimiendo a su oponente hasta sacarle todo el jugo, sino que el golpeo de Eliseu fue casi una inspiración extemporánea. Ricardo no firmó muchas paradas más que Goitia, por más que alguna, como la que le hizo a Duda a cinco minutos del final, fuera espectacular. Llegó el triunfo prácticamente por gravedad, con la ley del mínimo esfuerzo. Tanta inferioridad y cansancio en el Betis antes o después iban a dejar al equipo plagado de grietas y a merced del Málaga. Sin embargo, los de Tapia, y también él, fueron excesivamente torpes a la hora de interpretar el partido.

Los blanquiazules no sólo permitieron que sus adversarios llegaran con más frecuencia de la esperada al área de Goitia -el vasco abortó a bocajarro un remate raso de Sergio García con el estadio cantando gol-, sino que buscaron el tanto colgando balones desde las bandas. Jesús Gámez y Calleja no apoyaron a Eliseu y Duda para buscar los dos contra uno ante los laterales béticos, muchos contragolpes murieron (o propiciaron la réplica local) porque el conductor del balón de turno optó por la jugada individual en lugar de buscar a compañeros desmarcados y sólo al final, con los béticos con la lengua fuera, el balón circuló con fluidez para aprovechar los espacios a favor. Claro que hubo ocasiones, y muchas, pero porque tanto tiempo en inferioridad y los kilómetros de cansancio debilitaron sobremanera a los de Chaparro.

Escoció más la pobre forma para llegar al triunfo porque el Betis siempre fue toneladas de corazón. Así lo entendió su gente, que lo asió con su aliento para ser el jugador que le faltaba en el campo. Salvo los diez minutos en los que Apoño marcó el 0-1 y Melli se fue a la calle, tiempo en el que el Málaga pudo sentenciar a través de Baha dos veces, los verdiblancos hicieron méritos no sólo para el empate, sino hasta para ganar.

El Málaga, que no completaba dos conexiones seguidas en posiciones avanzadas, se encontró con un penalti a favor cuando el Betis lo tenía parapetado ante Goitia. Apoño batió a Ricardo y sacó un trocito de la espina clavada en Do Bessa, cuando el por entonces arquero del Boavista echó la persiana al sueño de la UEFA. Melli se fue arrepintiendo a medida que se acercaba al tobillo de Apoño, pero no lo suficiente como para amarillear la roja que le costó. Es decir, un escenario ideal para una tarde plácida. Pero el Málaga siempre jugó con sus arterias obstruidas.

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