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Davidovich cae con honor ante Zverev en los octavos del US Open

  • Pierde en tres sets ante uno de los favoritos del torneo (2-6, 2-6 y 1-6)

  • El malagueño acabó el partido a pesar lesionarse al inicio del tercero

Alejandro Davidovich, en un saque ante Zverev en los octavos del US Open

Alejandro Davidovich, en un saque ante Zverev en los octavos del US Open / US Open

Llevamos tiempo esperando a Alejandro Davidovich. Tiene la planta, la clase y el carisma para ser un jugador importante en la ATP. A veces nos pueden las ganas con él, por ver cómo termina confirmando tantas expectativas. Pero él va a su ritmo, al que tiene que ser. Sabe que tarde o temprano llegará. Por eso también necesita una master class como la que dio Alexander Zverev, que resolvió en tres sets (2-6, 2-6 y 1-6) ante el malagueño, que ha tocado su cima momentánea con los octavos de final del US Open.

Colarse a tal altura en un Grand Slam y echarle narices por momentos al quinto favorito del torneo tiene mucho mérito. Pero su valor real será que le sirva como catarsis para terminar de explotar. Ya tiene un techo que superar en la carrera contra sí mismo, otro nuevo pequeño hito al que llamar punto de partida.

El primer juego fue suyo, pero el tenista alemán reaccionó pronto y fue llevándose juegos amparándose sobre todo en su potente y eficaz servicio (anduvo cerca de la veintena de aces). Trató de recuperar terreno forzando el 2-5, pero a Zverev no le costó cerrar.

En el siguiente set Davidovich volvió a ponerse por delante con dos juegos de ventaja, rompiendo en el segundo el saque del germano con una dejada magistral que habría firmado cualquier superclase mundial. Sobran quizás en él los amagos de desesperación ante sus propios errores. Máxime cuando delante tienes a un animal que no perdona y que levantó la manga hasta el siguiente 2-6 y exhibiendo un segundo saque a 215 kilómetros por hora.

En el tercero y definitivo (1-6) se sumaron además problemas en el talón de Aquiles. Tras ser atendido y dar muestras de dolor, aguantó estoicamente hasta el desenlace esperado. Siempre hay una primera vez, lo importante es que no sea la última.

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