Un Málaga de acero (1-2)

El equipo de Gracia tira de entereza para completar un sólido partido y recuperar la senda del triunfo. Gol y partidazo de Juanpi, notable actuación del eje central Albentosa-Filipenko.

Foto: EFE
José L. Malo

30 de enero 2016 - 17:02

s halagos y buenas sensaciones no puntúan en Liga. Y cabe el miedo a la autocomplacencia que generan cuando has metido miedo al Sevilla en su casa y el Barcelona ha estado contra las cuerdas en tu estadio sin sumar nada a cambio. Perder en Ipurúa amenazaba con rescatar fantasmas encajonados. La respuesta ante ello fue impecable. La brillantez del Málaga no residió en la estética de su partido, sino en su fortaleza, en su sobriedad. Venció donde sólo lo habían hecho Atlético y Real Madrid y empequeñeció y maniató al Eibar, algo que pocos han conseguido este año. Gracia y los suyos fueron de acero, convincentes. Los tres puntos valen para seguir progresando en la tabla y para prevenir sustos del futuro. Una noche para enmarcar, vamos.

La entereza es lo que llevó al equipo blanquiazul al triunfo. Para dar la dentellada en el momento adecuado, para defender el botín con uñas y dientes y para sentenciar y así eludir problemas extemporáneos. Una victoria de manual, de las que dejan más que felices a los entrenadores.

El juego no dio para editar un DVD, pero solventar estos partidos con tanta autoridad es la recompensa. Y que no queden en el olvido detalles espectaculares. Como la chilena al poste de Charles que fue anulada por fuera de juego o la deliciosa resolución de Juanpi ante Riesgo, de tacón. Un gol así denota la confianza para tomar esa decisión y la calidad para ejecutarla. Es el venezolano el típico jugador que sólo es un torrente de fútbol si nota su flow a flor de piel. Javi Gracia le había dado muchas oportunidades pero ni habían llegado con continuidad ni él se había subido al tren a tiempo. Pero sus dos encuentros consecutivos contra el Barcelona y el Eibar empujan a esa promesa. Él, tan pequeñito, está siendo un gigante. En este mismo campo el año pasado se vio superado por las circunstancias, falto de minutos y de esa fe que irradia a raudales esta campaña. La orfandad que ha dejado Amrabat por la banda derecha puede derivar en el esperado crecimiento de Juanpi, que es una suerte de jugador diferente. No es rápido, sí deleitoso. No es potente, pero conduce con maestría la bola pegada al pie. Y tiene mucho más gol que Amrabat, por supuesto. Ya lleva dos en Primera, porque ha descorchado la botella de su zurda y amenaza con hacerse imparable. Pudieron ser tres de no dejar boquiabiertos a todos los aficionados con su fallo a puerta vacía. Pero a esto le vendrá bien; entre colleja y colleja en el vestuario, más de uno le felicitará por su aplomo en Ipurúa. Además, las victorias del equipo siempre son más lustrosas cuando hay al menos un canterano poniendo sus propios ladrillos.

Ha entrado el Málaga en la ansiada mecánica de reloj. Todo sale, todos saben qué hacer. Incluidos los que entran desde el banquillo. Pablo Fornals puso pausa y posesión y Santa Cruz anotó el gol de la sentencia, y eso que hasta el minuto 73 ninguno de ellos estaba en el terreno de juego. La varita de Javi Gracia ha tocado a todos y todos están sabiendo aprovecharla. Que se lo digan también a Miguel Torres, que afeó la participación del observado Keko, hasta el punto de que ayer pareció un extremo vulgar, nada que ver con ese futbolista asombroso de la primera vuelta.

Por supuesto, hay que ponerle nota alta a los centrales, dos torres en toda la polisemia de la palabra. Infranqueables, levantaba dudas su sociedad, que acabó resultando un muro con la única grieta de ese gol de Borja Bastón con el tiempo cumplido.

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