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Un Málaga fontanero (0-1)

  • Los hombres de Pellegrini sobreviven a un césped infame tirando de oficio e inspirados por el solitario testarazo de Camacho. El equipo se acuesta líder y da continuidad a un arranque inmaculado.

Si en la guerra hay batallas que se ganan mejor con las palabras que con las armas, en las canchas no todos los partidos se solventan con buen fútbol. Hay días que son más propios para fontaneros que para músicos. En este Málaga, que tiene de ambos, apretar bien una tuerca es tan efectivo como afinar el violín. La llave inglesa de Camacho vale cuando no está la varita de Isco. El maño cobró la factura en La Romareda, un césped debajo del cual había una playa. Y un poco más abajo aún, petróleo. Hasta ahí llegó el equipo de Pellegrini, también triunfador en los tonos grises.

El desayuno trae un café y un Málaga encajado en la cúspide la tabla, líder. Anecdótico a las tres jornadas. No lo es su engranaje. Los hombres de Pellegrini no solo tienen una filosofía asumida. También la vitamina de los grandes, el oficio. Así ganaron en Vigo y ayer en Zaragoza. Supieron sufrir antes y después del gol, recurrir al laboratorio antes que a la combinación. Eso no se entrena, es bagaje y confianza. En cinco partidos oficiales, el equipo está invicto, con siete de nueve puntos y embriagando a Europa con su fresco aroma. Un gol por partido le ha valido, solo ha encajado uno. A domicilio volvió a mostrarse muy pétreo, a arrojar esa sensación tan italiana que distingue a los grandes equipos en días de caravana.

Ante los problemas para calzarse el traje de futbolistas sobre la arena, los jugadores no tuvieron otra que vestirse de gladiadores. El Zaragoza fue quien salió con la mortaja pese a imantar las ocasiones más claras. Camacho dio el golpe de gracia diez minutos después de la reanudación. Ganó el primer poste como una mala bestia. Remató la bola y el partido, seguramente habría roto la portería de Roberto de no llegar a tiempo de poner los brazos e impedir su embestida contra la madera. Tanta furia en el gol tornó en sensibilidad en la celebración: le dio tiempo a acordarse de su partida de nacimiento y esconder su festejo bajo los brazos que le rodeaban. Va sobrado de ganas en este inicio.

El campo fue la venganza maña de hace ocho. Entonces, Víctor Muñoz se encontró en La Rosaleda un huerto seco y no dudó en señalar que era impropio hasta de Tercera. El campo de ayer era un esperpento peor, surgía una duna a cada zancada de los protagonistas. Aquel Quincy que no olvidan en La Romareda no habría dado ni tres carreras en equilibrio. Mantener la vertical ya era un logro, así que regresar sin lesión ósea ascendió a éxito. Entre el tablero y el excedente de faltas local permitido por Undiano Mallenco, pedir ritmo era una utopía. Isco volvió a su cara humana, obviamente. Joaquín se resistió a resignarse al terreno de juego y a su edad con alguna jugada marca de la casa. De buen fútbol poco más hubo amén de los arrebatos de Paco Montañés y el descaro de Víctor.

Pellegrini, que nunca tiembla, no demoró el debut de Saviola más allá del descanso. Pero el campo estaba para topos o para las chilenas de Amarelle, no para conejos ni para Fabrice. Olisqueó un remate no blocado de Roberto en el que le faltó chispa para llegar a remachar y picardía para caerse ante el contacto del meta. Fue más ratón que conejo. Eso sí, en cuanto tuvo un centímetro armó la pierna y el disparo. Saviola tiene el gol en el entrecejo, pero aún no en las botas.

Caballero, cuando el partido empezaba a escribirse en torno a las apariciones de Romaric, desarrolló una tercera mano en la cara. Así despejó un tiro de Montañés que le dejó atendido en el campo como a un boxeador. La jugada estaba anulada porque la zaga al unísono tiró un fuera de juego de los que alegran a los entrenadores, un movimiento en acordeón.

El tercer vértice blanquiazul fue el de Eliseu. Tiró, tiró y tiró, nadie lo hizo más, siempre con la mirilla apuntando a la grada. Tardó en darse cuenta de que debía probar la disciplina de la asistencia. Cuando lo hizo, encontró a Camacho y el refuerzo positivo. Ahí se impacientó el Zaragoza, inverosímil ante el 0-1. Se aferró al bombardeo y casi le da un susto a Caballero, que despejó al aire algún centro. Aranda, siempre jadeante ante la camiseta que no pudo vestir, intentó hacer de Benzema, con buenos pases de postizo media punta. Tampoco ahí había vía libre. El Málaga había echado el cerrojo, por tercera vez a domicilio esta temporada.

- Ficha técnica:

0 - Zaragoza: Roberto; Goni, Álvaro, Paredes, Abraham; Pinter, José Mari; Montañés (Ortí, 74'), Romaric (Aranda, 63'), Lucas Wílchez (Víctor, 60'); y Helder Postiga.

1 - Málaga: Caballero, Jesús Gámez, Demichelis, Weligton, Monreal; Camacho, Toulalan; Isco (Duda, 81'), Joaquín (Sergio Sánchez, 90'), Eliseu y Fabrice (Saviola, 46').

Gol: 0-1 (56'): Camacho cabecea apareciendo por sorpresa en el primer poste tras el saque de esquina de Eliseu.

Árbitro: Undiano Mallenco (navarro). Amonestó a Weligton (30'), José Mari (58'), Camacho (74'), Duda (84') y Saviola (90'),

Incidencias: Partido correspondiente a la tercera jornada de la Liga BBVA. Unos 20.000 espectadores en el estadio de La Romareda. Campo en nefastas condiciones. Los jugadores del Málaga saltaron al terreno de juego con una camiseta en apoyo a los municipios damnificados por los recientes incendios.

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