Un Málaga con legañas (0-2)

Málaga-Espanyol · la crónica

El peaje europeo hunde a los blanquiazules, que sucumben ante un Espanyol muy básico. Aunque suena impensable, falló Caballero en el 0-1, y eso sólo ya justifica una aciaga mañana.

Un Málaga con legañas (0-2)
José L. Malo

17 de marzo 2013 - 14:13

La propia reacción final es la explicación de todo. Ni un solo pito. El estadio cantando el himno a capella, también contagiado Antonio Banderas bajo su gorra y la bufanda. Cómo silbar a los héroes ante el Oporto a pesar de que el Málaga circula en tercera por la autopista hacia Europa. Se marchó el equipo aplaudido, los jugadores devolviéndoles las palmas. Mecidos por el dulce recuerdo del 2-0 del miércoles en el paladar. Por debajo de esa nube, los jugadores del Espanyol enfilaban el camino al vestuario envolviendo el 0-2 en paño dorado. Y, de algún modo, los dos ganaron. Pero sólo uno se llevó los puntos. Chapó por la grada. Sabedora de que lo conseguido el miércoles fue muy grande, necesitó dos partidos aplaudiendo para terminar de agradecérselo a sus jugadores. Pero el himno de la Champions como hilo musical resultó música encantadora. Aguirre no necesitó tocar la flauta, las serpientes ya estaban dormidas. Así, un equipo jugó con legañas y el otro todavía se frota los ojos por la victoria que arrancó de La Rosaleda.

El partido era una moneda al aire. La cara, que la energía positiva de la Champions siguiera canalizada en las botas blanquiazules; ganar por inercia. La cruz, lo que pasó, el peaje de no saber aterrizar en la Tierra tras viaje lunar. Sólo 12 de 30 puntos en partidos después de la magia continental han logrado los de Pellegrini. La suma de éxitos en la Liga de Campeones se ha convertido en una petición a los dioses. El sacrificio en esta ocasión fue la inmortalidad de Caballero. El argentino fue Aquiles agarrado por el talón cuando salió a despejar el córner de Verdú. Si él falla, se cae el decorado. Y tiene derecho a ello. Ha regalado tantas paradas mágicas que nadie se atrevió a censurarle. Al contrario, mientras Colotto no se creía el regalo que le había caído a los pies, la grada rompía a tronar coreando su nombre. Además, no se conocen súperheroes que no tengan tormentos en su alma. Es tan inusual que falle que cupo pensar la posibilidad de que Cristian Álvarez, suplente de Casilla en el Espanyol, culpable de que Willy no sea internacional absoluto, le estuviera haciendo vudú desde el banquillo. En ese momento, el minuto 49, ya quedó claro que había muy poco que hacer. La primera parte fue un catálogo de buenos propósitos. En casi todas las piernas menos en las de Lucas Piazon, que jugó con el voltaje equivocado. Sólo una desconexión mental explica que errara entregas tan fáciles. Él, Seba Fernández y Lugano eran los componentes del analgésico que había decidido administrar Pellegrini para evitar la resaca europea. Ninguno dio pie con bola. Ya no sabe cómo hacer el chileno para solucionar el problema de competitividad que sacude a su equipo tras las noches de enjundia. Ni siquiera el parecido fosforito de la indumentaria catalana con la del Dortmund aleccionó al Málaga. Como si sólo quedaran cinco minutos para la machada, el único argumento blanquiazul quedó reducido a catapultas desde fuera del área. Dos veces Toulalan y hasta Jesús Gámez lo intentaron desde una desesperada lejanía. Quizá el equipo ya estuviera predispuesto a la resaca. Los jugadores del Espanyol se limitaron a ser las teclas de un acordeón. Bien arropados, los malaguistas veían más muro en sus mentes que en el marcador y en la zaga rival. En esas, Wakaso, que cuando se olvida de talar piernas deja fluir el talento africano que vio en él el Elche, le pintó la cara a Lugano. Puso el balón al primer palo y los niños que desafiaban la lluvia en La Rosaleda recibieron un máster de delantero centro impartido por Sergio García. Movimiento de arrastre al primer poste, definición genial con el exterior del pie y Weligton tirado por el suelo. Quizá esto último fuera lo más meritorio de la jugada que puso el sello al albarán de otro partido que aviva el pinchazo en la carrera por la próxima Champions.

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