Liga bbva

Sumar en la impotencia (0-0)

  • El Málaga sólo puede conformarse con el empate ante un Athletic que jugó más de una hora con diez jugadores. Sin ideas en ataque, apenas se generó una ocasión clara para poder ganar.

En un partido indigno de un estadio como San Mamés, Athletic y Málaga se repartieron un bote que no contenta a ninguno. A los de Gracia hasta les vale para salir del descenso, pero las sensaciones con las que se llegaban al encuentro no han variado ni un ápice. El empate sabe a poco. Esta vez no se vio al equipo insistente de otras veces, al que la suerte parece dar la espalda. No hubo palos a los que abrazarse para argumentar la verdad que tras 14 jornadas no puede ya esconderse. Este equipo no tiene ideas en ataque. El saque largo de Kameni en busca de la velocidad de Amrabat fue lo más peligroso y recurrente. El único punto reconocible de un equipo que se empeña en aferrarse a Duda como faro. Poquito más.  Y eso, ni ante un Athletic con diez basta. Hasta se realizaron menos disparos que el rival, que consiguió la meritoria sensación de ver más cerca el 1-0 que el 0-1 durante todo el encuentro. Duda la imagina, Amrabat lo intenta, Charles la busca, Fornals lo pelea, pero cada uno tiene un mapa distinto para encontrar el tesoro del gol.

Y eso que hubo cambios. El técnico navarro señaló a Weligton, apostó por Albentosa como pareja de Angeleri y probó con Filipenko en la medular y Juan Carlos como lateral. A Gracia no se le pueden achacar los intentos por hacer que este piano suene mejor, pero en su debe queda que sus pruebas no acaben siendo más que un mero cambio entre las 15 piezas habituales que maneja. Cambia la forma, pero no la idea de un equipo que no evidencia tenerla.

Filipenko, que salió junto a Recio para frenar el poder aéreo de Raúl García en tres cuartos de campo, se cargó pronto con amarilla. Demasiado. Por eso vino bien la infantilada de San José apenas unos minutos después. El cuarto árbitro vio su roce con Charles y avisó a Álvarez Izquierdo, que lo mandó a la caseta. El bielorruso aguantó hasta el descanso, momento en el que Gracia decidió dar salida a Juanpi para buscar algo diferente en ataque y para evitar cualquier ataque de compensación arbitral.

 

El partido tornaba en truño mayúsculo con el paso de los minutos. Susaeta tuvo la más clara del partido tras rematar un gran centro de Williams. Bien Kameni para responder con reflejos felinos. Ahí se acabaron los sustos.

 

El 0-0 se ha convertido en el techo de un Málaga que no logra aspirar a más. La sequía goleadora es más que preocupante, una cruz que atenaza tanto al equipo que siempre ve más cerca la derrota que la victoria. Lo de San Mamés fue un reflejo de cómo el punto fue sabiendo cada vez mejor a un equipo que, con la necesidad que atraviesa, debió mostrar algo más en superioridad. Quizá quiso, pero la impotencia es tal que anula cualquier intención al respecto.

 

La segunda parte se esfumó entre el sentimiento habitual del malaguismo de acabar perdiendo este tipo de partidos. Por ahí reside la mejor noticia del encuentro de ayer. Que no se perdió. A ese punto se ha llegado. 

 

Eso sí, parece que los grandes escenarios motivan defensivamente a un Málaga que venía pagando muy caro sus errores atrás. Entre el Bernabéu, el Camp Nou y San Mamés, sólo se ha encajado un tanto. Curioso. La defensa ató bien las acometidas de Williams y Aduriz, minimizadas por el redoble de esfuerzos tras la expulsión, pero igual de meritorias.

Pero resulta imposible desligar el trabajo defensivo de la capacidad ofensiva. Punto a punto no se llega a los 40 que podrían sellar la permanencia. Urge encontrar el camino del gol. Ayer, un día más, el undécimo de la temporada, el equipo se quedó sin ver puerta. Lejos de La Rosaleda la luz continúa apagada.

Hubo minutos para Santa Cruz en la segunda parte, pero el paraguayo no tiene la misma efectividad en el juego si Charles ocupa parte de su hábitat. Apostó Gracia por los dos y no resultó. El equipo ni creo, ni llegó. Con Juanpi lejos de su área de influencia y Duda sin gasolina, resultaba imposible conectar con los dos delanteros.

 

San Mamés empujaba y cada córner rojiblanco era una puñalada al endeble corazón malaguista. No hubo sustos, pero falta poco para inquietar la tranquilidad de un Málaga atenazado por su propia impotencia.

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