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El día que Rafa Gil fue el Papa

  • Trajeado y con brazos casi siempre cruzados, el técnico del filial vivió su día de gloria en el encuentro mil en Primera

Puede que algún día Rafa Gil esté paseando por la plaza del pueblo y algún paisano le recuerde el día que debutó en Primera. Hey, Rafa, yo te vi con aquel traje gris marengo y la corbata celeste, qué bien te sentaban, le dirá. Sí, ese era yo, el que casi siempre tenía los brazos cruzados y paseaba por un rectángulo de líneas discontinuas, las que no veía por los campos de Tercera. Y puede que ese vecino de Tolox se aventure a llamarle Rafa Mil y luego le solicite los recuerdos de aquella noche en que tanto se habló de él y del Papa en Barcelona. La historia contará por él que fue un día memorable por tratarse del encuentro milenario en la élite; también que no tenía más exigencia que hacer como puente entre el fantasma de Jesualdo Ferreira y el chileno, que por la puerta asoma. Por eso, más que el resultado, recordará un montón de flashes que inmortalizaron esa noche.

Para empezar, un caos temporal a las afueras del estadio por la extrema protección papal; un ingeniero con jersey a rayas en el palco reprimiendo movimientos compulsivos de brazos y órdenes correctoras a sus jugadores; un banquillo con Quincy (guiño del técnico en busca de respeto a sus jugadores, hastiados de la falta de solidaridad del holandés), Fernando (una alegría para el amplio sector crítico del malagueño) y Benítez, un consejero camuflado de utillero trajeado; y casi sin tiempo para abrir los ojos, un obús de Javi Márquez en su zurda que dejó abisagrado a Arnau.

Luego un gran mano de Arnau ante Osvaldo para demostrar que ya había aceitado sus codos; Eliseu recordando que últimamente le sobran brazos y le faltan piernas; una orden a la media hora para que calentara Edu Ramos, al que conoció como a un hijo (como al rival Baena) y ayer dirigió como el padre precoz que ya es; al fin el equipo ganando la espalda de los zagueros rivales; la uña mal cortada de Eliseu frente a Kameni; los ojos cerrados en el cabezazo de Baha que avecinaban el empate.

Después del descanso, un Málaga más compacto, primero en un latigazo muy centrado de Apoño, luego en dos remates de Sebastián Fernández al limbo; la locura de ver a Quincy entrar por Juanmi para hacer de delantero y a Eliseu tan individualista como el holandés; a veces, pocas, Weligton ante Osvaldo recordando por qué le llamaban mariscal; la chamusquina del empate siempre flotante pero sin chispa para cuajar...

Y un final con Quincy emulando a Javi Márquez pero encontrando el travesaño en lugar del cancerbero domado; las estadísticas diciendo que al fin el Málaga tuvo más posesión que su oponente; el resultado doloroso de siempre; y rayas, muchas, en el jersey de Pellegrini y en las muchas anotaciones que hizo en su cuaderno.

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