La pelota de papel

De la espuela de Raúl a la de Juanfran

  • El Barça mejora su récord al ganar también por la vía racial, la que originó la polémica acción de Osasuna y condujo Daniel

Una espuela, la de Raúl, acercó mucho el tercer triunfo consecutivo del Real Madrid de Juande Ramos en la Liga al suponer el 0-2 ante el Mallorca; pero otra espuela, la que supuso la carrera del osasunista Juanfran hasta la portería del Barça ignorando que Busquets yacía en el suelo, también permitió ver otra cara antes desconocida del bloque de Guardiola. Desde la trifulca en el Reyno de Navarra, apareció un líder dolido, que sacó su mejor fútbol movido por el amor propio. Por el dolor, en lugar de por el placer. Hasta esa acción, el Barça había "jugado con fuego", según su propio entrenador; desde entonces, jugó con sangre.

otra pieza maestra

Eto'o, Messi, Xavi, Iniesta, Henry... y Daniel, Daniel Alves. Si el Barcelona, que vio herido su orgullo, remontó ante los rudos centuriones de Camacho, fue en parte gracias a la intensidad del lateral brasileño. Definitivamente, el ex sevillista ha encajado en el engranaje azulgrana de tal forma que es otra pieza maestra más. Poco a poco, con la misma insistencia de su juego, partido a partido se ha venido haciendo con más protagonismo. En los partidos embrionarios, con Guardiola manejando la probeta, al brasileño le costaba entrar porque la pelota la tenían más otros. Hoy no, hoy Daniel la tiene casi tanto como Xavi. Sus compañeros lo buscan con la misma decisión que persiguen un desmarque de Eto'o hacia el área o a Messi dispuesto a trazar una de sus letales diagonales.

¿Por qué se ha ganado Daniel ese respeto máximo? Porque destroza cualquier pizarra enemiga, como ya hizo decenas de veces en el Sevilla pentacampeón. En este fútbol tan preconcebido y táctico, es un tesoro tener a un lateral que no sabes si te va a cruzar una pelota de 50 metros con precisión milimétrica, o bien va a triangular, o bien va a regatear para correr y ganar la línea de fondo. Puede hacer daño de mil maneras. Y como a su alrededor tiene otros concertinos de primera, la música suena celestial: Xavi se asocia con él por dentro, Messi o Eto'o por delante, mientras el central diestro se abre un poco a la banda para cerrar las constantes subidas del brasileño.

Daniel ha hecho asimétrico a este Barcelona como en su día Roberto Carlos hizo asimétrico al Real Madrid de las tres Champions. Con la salvedad de que el ex madridista tenía todo el pasillo para él, porque su fútbol lo necesitaba, y el barcelonista tiene por delante nada más y nada menos que a Messi, que además es generoso y a sus recursos individuales une una gran capacidad para asociarse, para pasarla en corto. Total, que el Barça, por la derecha, tiene al mejor lateral del mundo y al mejor jugador del mundo. Además, con el apoyo de uno de los mejores centrocampistas del planeta, como es Xavi. Como para no volcar el juego por ese costado...

Por la izquierda Abidal ha colgado 27 centros al área desde que empezó la Liga; por la derecha Daniel ha colgado ¡127! Un centenar más que el francés, y a una media de 7 por partido. El de Juazeiro ha marcado dos goles y ha dado cinco pases de gol, el último a Xavi en el empate a dos de Pamplona, poco antes de robar una pelota que Messi convirtió en el 2-3 definitivo. Los rivales saben que el Barça es mucho más Barça por la derecha, pero qué mas da. El daño parece casi irremediable.

Por lo visto, muchos acaban de descubrir a Daniel ahora que luce en uno de los grandes colosos del fútbol mundial. Pero en Sevilla hace tiempo que se sabe que el bahiano es una especie de lateral-organizador que rinde hasta de delantero, como demostró en San Petersburgo, ante el Zenit, en la vuelta de los cuartos de la primera UEFA que ganó el Sevilla de Juande. Sobre el barro, se movió con increíble ligereza y habilidad para descentrar él solo a toda la defensa rusa cuando el Sevilla jugaba con uno menos por la expulsión de Kepa y él actuaba como desesperada referencia arriba.

En el Barça, parece complicado que Daniel acabe como punta algún partido, pero si lo tiene que hacer, lo hará. Y bien.

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