Ocho kilómetros entre un sueño y la pesadilla

Apenas un paseo por la Avenida de Boavista separa Do Dragao del Do Bessa siglo XXI, donde otra sensacional generación blanquiazul llevó al Málaga hasta cuartos de final de la UEFA

Ocho kilómetros entre un sueño y la pesadilla
José L. Malo Oporto / Enviado Especial

19 de febrero 2013 - 05:02

Oporto prolonga el sueño de Champions. Otro listón que prueba a un equipo ilusionante, que sigue dibujando por el trazado europeo la mayor hazaña de la historia. Una ciudad a ratos moderna, continuamente bajo un halo de decadencia y abrazada por el Duero. Tras todo ese envoltorio, moviendo la brújula hacia el norte, se esconde uno de sus múltiples barrios para el portista, uno espinado para el malagueño. El de Boavista. Allí está enterrada la proeza telonera a la que se vive ahora. Do Bessa, ahora con el apellido siglo XXI, a 40 kilómetros de Do Dragao, engulló al añejo Málaga de Joaquín Peiró. El que pronto hará diez años que firmó una gesta proporcional a la que hoy viven los hombres de Pellegrini.

En aquella temporada 02/03 era impensable imaginar a los blanquiazules en los cuartos de final de la UEFA. Pero lo hicieron. Un proyecto sin fichajes, con el único refuerzo de un descarado chaval llamado Koke. Levantaron la coqueta Intertoto, el único título oficial en las vitrinas, y fueron tumbando rivales contra la corriente que apenas daba crédito a sus posibilidades. Tras despachar a Leeds y AEK, llegó el sueño portugués. El 1-0 de Dely Valdés alimentaba la fe blanquiazul, los 80 minutos de 0-0 en el estadio del Boavista más aún. Hasta que se produjo esa falta en la frontal que el desconocido Luiz Claudio clavó en la red de Contreras y en el corazón del malaguismo. La prórroga fue un purgatorio que antecedió una tanda de penaltis tan dolorosa como aquellas ante Cádiz y Espanyol que frustraron la fe del CD Málaga. Sólo Miguel Ángel fue capaz de batir a Ricardo. En el vestuario, aquellos héroes por sorpresa lloraban como chiquillos.

Esa derrota en Boavista, la única del Málaga en Europa desde aquel primer partido frente al Gante hasta los 24 que lleva ahora, es la gran cicatriz del Málaga contemporáneo. La generación de los Sandro, Dely Valdés, Darío Silva, Roteta, Contreras o Bravo se acabó ahí. A final de temporada la recesión del proyecto derivó en masivas bajas. También Peiró se fue a la calle, incluso se negó a dirigir el último encuentro, en Palma de Mallorca, por la incapacidad para digerir su marcha.

Sobre ello no paraban de preguntar ayer a Litos, Carlos Manuel Oliveira Magalhaes, uno de los que siguió en nómina. Afincado en Oporto, con amigos y negocios aún en Málaga, al recordado como expeditivo central le tocó hacer de cicerone. También repasar, con un café de por medio, ese trozo de historia del que fue partícipe. Nacido en Oporto, como Duda, y afincado aquí, para él ese paso por la extinta UEFA era también una reivindación personal. Fue capitán del Boavista, con el que se hizo campeón de la liga lusa y alcanzó la internacionalidad absoluta. Fue despedido de allí como un mariscal, el que fluyó a ratos en Martiricos. Aquella derrota con el Boavista le dolió por no poder mostrar en su gran hogar deportivo la ambición personal y del Málaga y porque el camino a la final, que se disputaba en el estadio de La Cartuja, le hacía esperar al Oporto de Jose Mourinho como rival.

Litos fue de esa suerte de jugadores que se quedó esperando la oportunidad en el el gran equipo de su ciudad. Campomaiorense, Boavista, Estoril y Río Ave fueron sus camisetas, nunca la del Oporto. Así que desarrolló unas ganas reivindicativas ante los blanquiazules. Aquella noche en Sevilla no pudo ser. Hoy, camuflado entre las gradas, festejará los goles del Málaga, si es que llegan.

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