Cómo manchar el fútbol

El Málaga, reincidiendo en su indolencia de Getafe, un Elche con una conducta deportiva indigna y un árbitro permisivo perpetran una tarde horrenda Lo peor: la permanencia se pospone

Choque múltiple entre Botía, Santa Cruz y Manu Herrera a la hora de disputar un centro al área del Elche.
Choque múltiple entre Botía, Santa Cruz y Manu Herrera a la hora de disputar un centro al área del Elche.
José L. Malo Málaga

04 de mayo 2014 - 05:02

Si existieran los Razzies del fútbol, el Málaga-Elche sería el gran triunfador de la gala. Pocas veces se podrá presenciar un partido en el que los dos conjuntos y el equipo arbitral ofrezcan tan deplorable espectáculo. Indolentes los blanquiazules, moviéndose entre la picaresca y lo indigno los ilicitanos; superado el colegiado por las circunstancias. Una vergüenza de espectáculo como pocas veces se vio en La Rosaleda, todos debieron acostarse abochornados. Los de Schuster siguen complicándose la vida porque las matemáticas son así, aunque el riesgo real de descenso sigue siendo bastante bajo. Pero no es de recibo que el aficionado de La Rosaleda se fuera tan humillado por los suyos. Paralizados, incapaces, ya con el bañador puesto y una actitud que sigue invitando a la suspicacia. El Elche se marchó maquiavélicamente feliz, con tres puntos que le dejan casi confirmado en Primera y las manos manchadas. Ellos mismos son sus jueces; porque en la primera mitad demostraron que, aun urgidos, pueden y saben jugar al fútbol. Su velada renuncia a jugar tras el descanso a cambio de aplicar un exceso de oficio más propio de otra época afeó bastante su vital triunfo.

Es difícil hacer la autopsia de un partido cuando apenas hubo fútbol. Literalmente en la segunda mitad, en la que patadas, continuos jugadores del Elche en el suelo quejosos, dos expulsiones y varios conatos de tanganas apenas dejaron tiempo efectivo de juego. Hasta el propio periodo de descuento, que pese a ser de cinco minutos resultó ser corto, se convirtió en un paripé auspiciado por Manu Herrera y consentido por el colegiado. El meta cayó al suelo agonizando de dolor y pidiendo el cambio (ya estaban agotados y, para colmo, Toño había sido expulsado antes). Tras recuperarse, volvió a caer al suelo y solicitar de nuevo la sustitución. Milagrosamente, él mismo sacó la falta, que pateó casi hasta el área de Caballero sin dolor alguno. Una pantomima que dejó colorado a Estrada Fernández, quien hasta el minuto 95 no sacó la primera amarilla del partido por pérdidas de tiempo. Tampoco quedaron en muy buen lugar a los jugadores del Málaga, que hasta en dos ocasiones se negaron a devolver al Elche el balón que ellos habían echado fuera.

En esos infames 45 minutos se acumularon los aspectos negativos del choque. Si el Elche secuestró el fútbol, el Málaga lo mandó de vacaciones. La conducta a veces antideportiva de los ilicitanos vino propiciada por su exceso de ganas, la ausencia de éstas difuminó, otra vez, el desempeño blanquiazul. Si realmente hay jugadores que no quieren que Schuster acabe entre los diez primeros, antes deberían hacer las cuentas para la permanencia. Si hay algo que no perdona La Rosaleda es no reconocer en su equipo la garra y las ganas. El enfado fue el mismo que el experimentado ante el Getafe. Por suerte, los buenos exámenes hechos antes de este tramo final parece que darán para salvar el curso. La horrible manera de despedirlo es una mancha que nadie querría en su expediente.

En un intento por rescatar fútbol, queda el golazo de la tarde, desafortunadamente a favor del Elche. Rodrigues marcó el tanto de su vida, un obús desde 30 metros imposible para Caballero y hasta para el barrido de la cámara de televisión. Si el argentino no pudo ni hacer ademán de pararlo es que no se podía detener. El gol premiaba las buenas intenciones de un Elche mandón y vivo en ataque. Puede que todo hubiera cambiado si Santa Cruz no chuta contra el cuerpo de Manu Herrera un uno contra uno sólo seis minutos después.

Hasta el minuto 80, un disparo centrado de Darder, no volvió a tirar el Málaga entre los tres palos. Para recordar que la indisponibilidad de Amrabat es un drama para un equipo pobre en ataque. De las pocas veces que se escapó de la tela de araña del partido tuvo que recurrir a saques de córner. En uno de ellos, agonizando el encuentro, Estada Fernández no vio un claro penalti a Weligton. Era el barrizal que faltaba a un encuentro con momentos barriobajeros que ojalá no hubieran visto muchos niños.

Si ya sobraba salsa, las posteriores declaraciones de Schuster culpando a sus jugadores y la posterior réplica de éstos dejará una semana calentita que será de todo menos útil para confirmar por méritos propios una salvación que llegará por inercia.

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