Liga bbva

El reverso del Málaga (1-0)

  • El equipo cae en Granada, de nuevo arrastrado por esa versión anodina que muestra fuera de casa ante equipos de abajo. Decepcionó la incapacidad para reaccionar antes y después del 1-0

El Málaga de los niños sublima el fútbol. Su desparpajo, su intensidad y su alegría le dan una marcha extra al conjunto; ellos compendian el ideal de Javi Gracia. Cuando están bien, el equipo gana, la afición disfruta. Hay ataques eléctricos, pases precisos, una defensa de dientes apretados. Todos sus compañeros fluyen alrededor de ellos porque en ellos empieza y acaba el éxito. La mejor defensa la proponen ellos presionando al rival en la salida del balón; el mejor avance lo procuran con su dinamismo ofensivo y sus ganas de más. Esa versión es la que tiene al Málaga séptimo, ya salvado, suspirando por Europa. Pero ese Málaga lleva en sí mismo su némesis. Desaparece ese catálogo de virtudes y el equipo languidece de manera tremenda. Más si cabe cuando enfrente hay un rival que muerde por salvar la categoría. Este partido ya ocurrió, en Valencia. Y volverá a ocurrir, presumiblemente lejos de La Rosaleda. El equipo no puede renunciar a ese castigo; emerge en el mismo momento en que no está al cien por cien. 

Esa tremenda juventud que riega al equipo lo convierte en un adversario imparable con el viento a favor; también lo sirve en bandeja al rival cuando se desconecta a la primera patada, al primer aliento en el cogote o ante la ausencia de un estadio dando calor. Y esas noches lleva una desagradable sensación de hiel al aficionado, al que le cuesta digerir ver a los suyos bordando el fútbol y a la semana siguiente hundiendo la cabeza desde los instantes finales. Ciertamente, este Granada, pese al balsámico triunfo de anoche, tiene mala pinta. Siendo mejor que el Málaga y merecedor del triunfo, sólo tradujo en victoria por la mínima su gran intensidad y el nigérrimo partido blanquiazul. Pero le bastó para vencer porque el Málaga se convierte en un muro de papel cuando el engranaje falla. 

Sólo hizo un cambio Javi Gracia; un dique por un correcaminos, Miguel Torres por Boka. Para sufrir menos. Pero sufrió más. Porque el Málaga se concibe como un todo, por eso se ganó en el Camp Nou sin Camacho ni Amrabat. Cuando ataca y cuando defiende. Así que da igual si Mateu Lahoz estuvo más o menos afortunado, si el partido habría cambiado si Juanmi, anoche irreconocible, no desaprovecha el regalo de Oier en la reanudación. 

Tan frustrantes son los cambios de personalidad de este Málaga como se puede afirmar sin temor que el próximo domingo un huracán puede devorar al Córdoba. En la búsqueda del equilibrio, si es que existe, entre sus Jekylls y sus Hydes, está el utópico camino de la vía directa a Europa. También la defensa de la séptima plaza. La juventud de este Málaga, divino tesoro, sigue guardando monedas en el cofre para optar a la recompensa final. 

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