Tamara Pazos. Bióloga y divulgadora científica

“Un cambio es un estrés, aunque sea positivo”

Tamara Pazos

Tamara Pazos / Nihao Agency

Tamara Pazos (La Coruña, 1992) disfruta convirtiendo lo difícil en fácil; por ello, desde que terminó Biología se ha volcado en la divulgación. Hizo un máster en Neurociencia y se especializó en el comportamiento humano. Actualmente investiga en su tesis doctoral cómo utilizar la divulgación científica como prevención de riesgos para la salud. Autora de Este libro te hará vivir más (o por lo menos mejor) (Paidós), a través de talleres y de su cuenta de Instagram (@Putamen_T, que hace referencia a una parte del cerebro) intenta descifrarnos cómo funciona el cerebro en su conjunto.

-¿Vivimos mejor o peor que antes?

-Como buena gallega te diría que depende de en qué sentido comparemos. En el ámbito médico y de investigación cada vez conocemos más el cuerpo humano y tenemos tratamientos que nos ayudan con patologías y síndromes que antes eran fatales o muy difíciles de llevar a nivel sintomático. Además, tenemos evidencia de hábitos que nos ayudan a mejorar. Sí que es cierto que las presiones de la industria están generando un entorno un poco hostil para nuestro sistema atencional. Puede que estemos empeorando los hábitos por el contexto.

-En la cultura de la inmediatez en que vivimos, ¿ha pasado la búsqueda de nuestro bienestar a un nivel inferior?

-Creo que es una cuestión de no tener libertad de decidir realmente dónde quieres poner tus hábitos. Tenemos unas jornadas de trabajo muy intensivas, unas preocupaciones sociales y personales también muy intensas, un ritmo de vida estresante... Con esa inercia, no tenemos margen para tener alternativas y tomar la decisión de cambiar esos hábitos, porque al final cambiar de hábitos es un gasto energético. Un cambio es un estrés, aunque sea un cambio positivo.

-¿La sociedad te lleva por el camino contrario al de los hábitos saludables?

-No la sociedad como el resto de personas, pero sí los contextos. A nivel público no estamos protegiendo algunos espacios como deberíamos para que la sociedad tenga la percepción de qué es lo que debe abundar en nuestra vida. No estoy a favor de coartar la libertad individual de consumo, pero creo que los espacios públicos deberían velar por una comunicación saludable. En este contexto en que todo es inmediato es muy difícil tomar una decisión que te beneficie a largo plazo.

"En un contexto en que todo es inmediato es muy difícil tomar una decisión que te beneficie a largo plazo”

-¿Cuánto cuesta desarrollar un hábito?

-Hay que apuntar a la individualidad, porque llevamos muchos años tratando de poner pautas generales y hay que entender que la rutina de cada persona es muy distinta y también su proceso de aprendizaje. Tenemos que trabajar desde el autoconocimiento y con amabilidad, insistiendo en comprender que un hábito nuevo es un estrés, ya que al cerebro le gusta hacer lo que conoce. La clave está en ir implementando poco a poco, seleccionar un par de hábitos que sean fáciles de introducir y cuando lo hagas de forma automática, empiezas con otro. Hay veces que queremos ponernos un disfraz, el de persona saludable, y eso no se integra en tu vida porque no eres tú.

-¿Tenemos en España una rutina horaria favorable para nuestra salud?

-Estamos atravesados por una cuestión que llaman jet lag social. Ya pasa casi en todas las culturas y es por los horarios de consumo de prime time. Ahora éste se dilata hasta las 23:30. Tras una jornada tan intensiva, llegas a casa y necesitas ese espacio de desconexión, pero todo lo más atractivo se emite tarde o estamos acostumbrados a irnos a la cama con las redes sociales. Es ahí donde tenemos ese desacompasamiento entre los ritmos de sueño y la luz solar. Y lo que hacemos es recortar sueño.

-¿Tienen sentido, científicamente hablando, los cambios horarios?

-A nivel científico dependiendo de qué disciplinas. En el ámbito de la salud, el cuerpo no entiende ni el reloj ni el calendario ni el fin de semana. Es un estresor para el organismo el hecho de que la luz esté en horas distintas a las que estás acostumbrado porque confunde al cerebro: éste trata de prevenir qué vas a hacer y decirle al cuerpo qué hormonas tiene que producir para esas actividades. El cuerpo tiene una semana o dos de cierta tensión.

-¿Cuánto daño han hecho las pantallas a la salud?

-Yo incidiría en el daño al sueño. Según un estudio de la progresión del sueño en EEUU, en los años 50 sólo un 2% de la población dormía menos de seis horas; en 2022 es un 35%. En España no tengo los datos pero creo que sigue esa tendencia. Los smartphones, pantallas LED... todo eso retrasa más el momento del sueño porque mientras nuestros ojos captan esa intensidad de luz azul no se produce la melatonina, que es la hormona que va a inducir al sueño.

-¿Autocuidado es igual a autoexigencia?

-No, y es importante reflexionar de dónde viene cada una. La autoexigencia suele corresponder a querer llegar a cuestiones que para ti tienen un valor en sociedad, porque quieres conseguir un cuerpo determinado, una rutina, un salario... Muchas veces nos damos con un látigo para llegar a ser. Eso es autoexigencia, no nace de la amabilidad hacia el cuerpo. El autocuidado viene de entender el valor real que tenemos en sociedad. Parece cursi, pero de verdad que a nivel humano es importante entender que nuestra valía está en cómo nos relacionamos con el resto. Si entiendes que te tienes que cuidar para preservarte más años, para estar más tiempo con tus seres queridos, para disfrutar y vivir esta vida, eso es autocuidado.

-¿Qué hacemos con la culpabilidad?

-La culpabilidad está muy vinculada a que hemos estructurado un ámbito religioso en torno a la dieta. La culpa es un sentimiento adaptativo. Pero aplicamos normas morales a cuestiones que no tienen una esencia moral, como es comer. Se ha aplicado una moral de hay alimentos buenos y malos, hay personas mejores y peores según lo que comen, hay alimentos prohibidos. Hablamos de pecar. Esa cultura hace que aparezca una culpa que no tiene sentido. Tenemos que eliminar la religión de la dieta por completo. No hay categorías de bueno y malo, hay alimentos que deben abundar más o menos y hay hábitos más saludables.

-Entre tanta información en las redes sociales, ¿es fácil divulgar de ciencia?

-Es complejo porque los formatos son cada vez más cortos. Yo disfruto haciendo vídeos de contenido rápido, pero parece que es información fácil de aprender, de asumir y de contestar, y genera mucho tráfico de comentarios sin fundamentar. Para preparar un vídeo de un minuto igual he leído tres artículos y he estado varias horas haciendo un guión, pero te hace pensar que no tiene el peso real. Hay que divulgar con responsabilidad. La gente cada vez ya está más preparada y ya no cuela el rollo milagro.

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