El PSOE, un nido de chivatos

Las claves

Ábalos, Aldama, Koldo y Cerdán, hoy señalados en la trama corrupta, parecen dispuestos a contar todo lo que saben

Ábalos, tras el registro de la UCO de su vivienda en Valencia.
Ábalos, tras el registro de la UCO de su vivienda en Valencia. / Ana Escobar / Efe

Hace algo más de 3 años, la periodista Ketty Garat publicó en el periódico digital Voz Populi una información que provocó auténtica conmoción política: el ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos había protagonizado un episodio en un Parador –no decía cuál– con una fiesta en la que había prostitutas y drogas, con importantes destrozos en la habitación.

La reacción en La Moncloa y Ferraz fue desmentirlo categóricamente y, no contentos, poner en duda la profesionalidad de Garat, hasta el punto de que compañeros de la periodista llegaron a cuestionar su trabajo. Garat, y su director Álvaro Nieto, no sólo no rectificaron sino que cuando Nieto y su equipo fueron contratados por el también digital The Objective, publicaron durante semanas informaciones relacionadas con el comportamiento personal de Ábalos, incompatible con un político y alto cargo del Gobierno; con datos, todavía poco importantes, sobre corruptelas del que era considerado el hombre más poderoso del partido, con Sánchez dedicado fundamentalmente al Gobierno y a garantizarse su permanencia en La Moncloa negociando de todo con sus socios de investidura.

Los datos eran ya tan incuestionables, y tan escandalosos, que Sánchez promovió la caída de su hasta entonces principal colaborador. Lo cesó como ministro y lo presionó para que renunciara a la Secretaría de Organización, donde fue sustituido por su segundo de a bordo, Santos Cerdán. Se le presionó para que renunciara a su escaño. Sin éxito. Se integró en el Grupo Mixto del Congreso, aunque advirtió que mantendría la posición que tomaran los socialistas en las votaciones.

Desde entonces, Ábalos se convirtió en un personaje que aparecía a diario en los medios de comunicación, con una docena de periodistas investigando sus presuntas fechorías. Provocaban tanto escándalo que no tardaron en llegar las denuncias y la judicialización de su caso.

Aldama no mintió

Los hechos son conocidos, el caso Ábalos se convirtió en una red de casos con infinitas ramificaciones, a cual más escandaloso, que llevó a la imputación nada menos que de la esposa y el hermano de Sánchez, y el procesamiento del Fiscal General del Estado cuando el gobierno trató de desviar la atención centrándola en la pareja de la presidenta madrileña. Hoy, el caso Ábalos que se convirtió en caso Koldo, caso Cerdán, y casos sucesivos, ha provocado un choque brutal entre el Ejecutivo y el Judicial, con el Gobierno faltando al respeto de la independencia de los jueces, y con la mirada de medios de comunicación internacionales siguiendo de cerca lo que sucedía en España.

En situaciones límite, cuando en una trama presuntamente criminal unos pocos advierten que pueden ser chivos expiatorios, aparecen lo que familiarmente se llaman “chivatos” o “mayordomos infieles”, actores secundarios que compartían los secretos de los protagonistas.

No sólo empiezan a facilitar datos para que los casos se conozcan en sus justos términos y cada cual asuma sus responsabilidades penales si las hubiera, sino que también intentan salvarse con el método “colaboración con la Justicia” para obtener así algún tipo de beneficio.

El primero fue un empresario absolutamente desconocido, Víctor de Aldama, que condenado a prisión provisional junto a Koldo García, a los pocos días de su estancia en la cárcel se avino a confesar ante la Audiencia Nacional todo lo que sabía. Que era mucho. Todo. Tanto, que al principio no se dio credibilidad a sus palabras, porque parecía imposible que fuera tanta la desfachatez con la que altísimos cargos del partido formaran parte de una trama en la que se cobraban comisiones a cambio de concesión de obras a empresas y había trasiego de sobres con miles de euros en Ferraz.

Aldama explicaba minuciosamente la trastienda del viaje de la venezolana Delcy Rodríguez a España, donde se vio en Barajas con Ábalos y con él mismo. Por qué y para qué. Contó sus encuentros con empresarios y dirigentes socialistas para acordar contratos de obra pública y las comisiones a cobrar, con nombre y apellido. E incluso dio datos muy concretos sobre el papel que jugaba Zapatero en la trama de los petróleos de Venezuela.

Muchos nervios

Los trabajos de la UCO, exhaustivos, complementaban los periodísticos, y la aparición de nuevos “chivatos” fue definitiva.

En el registro que había hecho la UCO al domicilio de Koldo, al que Ábalos había pedido que le guardara una serie de efectos personales, los agentes vieron un pen drive sobre una mesa que parecía colocado a propósito para ser visto. Lo cogieron para incorporarlo a posibles pruebas. Pasó lo mismo unas semanas más tarde cuando, una vez que publicó la prensa que Santos Cerdán era el principal actor de la trama y fue obligado a dejar el escaño y la militancia, la UCO registró el domicilio de Ábalos en Valencia y pidió a la mujer que le acompañaba que escondiera un disco duro e intentara llevárselo a la calle con la excusa de pasear el perro.

La UCO sospechó y encontró el disco duro que la mujer había escondido entre su roma, con la sensación de que el propio Ábalos lo había puesto a tiro. ¿Venganza, chivatazo indirecto? Es lo que parece. El ex ministro, en unas declaraciones en la Ser, dijo sentirse “un gilipollas” al que utilizó Cerdán para crear en Madrid la trama de comisiones por obras públicas que había montado en Navarra.

El informe de la UCO, 500 folios que se complementan constantemente con nuevas pruebas y grabaciones, tiene como principales pruebas los documentos y grabaciones de Aldama, Koldo, Abalos y Cerdán, aunque no son los únicos. Cuando se ven cercados, suelen aparecer los “colaboradores espontáneos” para contar todo lo que saben.

En el caso o los casos que nos ocupan, buscan beneficios de los tribunales, pero también se advierte afán de venganza al verse abandonados por sus compañeros. Ese ánimo de ánimo lo provoca fundamentalmente que no perdonan –sobre todo en el caso de Ábalos– que su vida personal haya quedado destrozada, al permitir que se hagan públicas toda clase de datos sobre sus relaciones con prostitutas, su lenguaje soez, chalés para veranear o el pago del apartamento de su pareja.

Ábalos, Aldama, Koldo, Cerdán y algunas de las personas de su círculo profesional que hoy se ven señalados como parte de una trama presuntamente corrupta, parecen dispuestos a contar lo que saben. En unos casos, haciendo declaraciones y, en otros, haciendo llegar papeles, pen drives y grabaciones a la UCO y a la periodistas.

Cuando los medios de comunicación publicaron hace semanas que Cerdán formaba parte del grupo presuntamente corrupto, se oyeron gritos de incredulidad en el PSOE, pero los informadores estaban seguros de no equivocarse, tenían datos incuestionables. Ahora aseguran que Santos Cerdán y Abalos no son los únicos implicados con mucho poder.

En Ferraz hay nervios. Y en La Moncloa. Muchos.

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