Feria de Málaga

Peregrinos, música y estrellas fugaces

  • Ni el calor ni la previsible aglomeración detuvieron a los feriantes: la jornada inaugural de la fiesta se saldó con lleno absoluto en todos los sitios, incluso los más inverosímiles

Los clientes habituales del supermercado de El Corte Inglés están acostumbrados a que alguien los reciba ofreciéndoles degustaciones de productos gastronómicos tipo delicatessen, como embutidos, jamones y dulces. Pues bien, ayer se notaba que había empezado la Feria porque lo que ofrecía una amable azafata era un vaso de rebujito. Ni más ni menos. Incluso se ofrecían en un mostrador el vino y el refresco para que cada cual se lo combinara a su gusto. Ya me dirán, entonces, dónde podía uno meterse para escapar de la vorágine sin salir del centro: misión imposible. No lo creerán, pero a las 11:00 ya bajaban por la calle Victoria feriantes incombustibles, de los que parece que llevan todo el año esperando, en dirección a la Plaza de la Merced, con sus sombreros de paja, sus peinetas, sus chanclas y sus vasitos colgados al cuello como escapularios. A las 12:00 ya resultaba difícil caminar por la calle Larios, mientras las charangas hacían la competencia a las pandas de verdiales y los mimos sufrían la tremenda estrategia de acoso y derribo por parte de la masa. Pero ¿quién diantre podía pretender destacar mientras un señor con bigote y patillas lucía sus galas de faralaes con más ganas de cachondeo que un preso recién liberado? El ambiente se hizo deliberadamente báquico, orgiástico, milimétrico, sin resquicio alguno para el éter. Este año, milagro, abundan las señoras vestidas de flamenca, o de campera, o de goyesca, con notables toques de distinción entre sobres de jamón y altavoces en los que Ecos del Rocío nunca tuvieron tanto volumen. Ya a eso de las 14:00 se fundían en el centro los oficiantes apresurados y los caballistas que regresaban de la Victoria (algunos, bastantes, habían decidido quedarse en el Compás para comer marisquito sin bajar del caballo, que para eso le llaman el barrio de chupa y tira), mientras por Sancha de Lara una banda de sinvergüenzas subían un carrito del Carrefour adornado con un gran cartel de Julio Iglesias y repleto con todo lo imprescindible para seguir la fiesta en cualquier parte, Cartojal incluido. Y viento árido.

Por más que el alcalde diga lo contrario, la Plaza de la Merced la inauguraron ayer diez mil fanáticos que no pararon de bailar en todo el día, aunque no esté terminada. Así es la Feria: lo que está en obras resulta altamente válido para la juerga, mientras el suelo esté firme. Había visitantes de las más diversas esquinas con flores en el pelo, turistas que pretendían encontrar el Museo Picasso en la Plaza de la Marina mientras la cerveza no paraba de correr y, como invitados de honor este año, cientos de peregrinos de diversos países que viven estos días en Málaga los prolegómenos de la Jornada Mundial de la Juventud que arrancará el próximo día 16 en Madrid de la mano de Benedicto XVI. Un grupo de africanos guiados por dos monjas de hábito gris cruzaban por el Hotel Málaga Palacio hacia Molina Lario, con sus acreditaciones debidamente visibles, sus mochilas al hombro, sus botellines de agua bien fijados en sus riñoneras y sus expresiones de asombro ante el desmadre que se les venía encima. Pero también se vieron peregrinos disfrutando de la Feria antes y después del encuentro que tuvieron con el obispo, Jesús Catalá, en el Auditorio del Cortijo de Torres. Que a todos les gusta aparcar un rato los problemas y disfrutar de las buenas compañías, incluso los que se sienten redimidos en Cristo. Más crudo lo tuvieron los buenos cristianos, los ateos militantes, los laicos escrupulosos y los agnósticos de andar por casa que buscaban una alternativa al cachondeo. Por todas partes sonaba música, y quienes querían mantener una conversación recurrían al grito pelado. Dos tipos que andaban ya notablemente pasados a eso de las 17:00 hacían sus quinielas para la Supercopa en la calle Granada mientras no paraba de sonar el Sevillanas Mix 15. Lo peor es que uno insistía en atribuirle ciertos méritos al Atleti que al parecer no se correspondían con la realidad. Pero ¿qué puede negarse a quien se empeña en construir su propio mundo y sus propias leyes en Feria, cuando todo está permitido, cuando nada parece estar sancionado? Seguramente, nada: ni siquiera el derecho a soñar con una Málaga sin Feria.

Otros dos amiguetes que parecían Epi y Blas en franca decadencia se deshacían abrazados en halagos mutuos en la calle Álamos, allí donde la sinceridad más honesta se alía con la melopea, y emprendían un diálogo confraternizador mientras decidían si tomar un taxi o no para ir al Real. "Oye, ¿viste anoche la lluvia de estrellas fugaces?" "¿Qué dices, hombre? Lo que hubo ayer fueron los fuegos artificiales". "No, no, en serio, hubo estrellas fugaces y yo pedí un deseo". "A ver si pediste un deseo a un cohete valenciano, tío". Hubo para todos a cambio de paciencia. Ánimo. Ya falta menos.

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