El último día de El Lirio

hostelería

El histórico restaurante de Pedregalejo, que ha acogido en sus salas desde la familia Picasso hasta a Aznar, cierra por la jubilación de sus propietarias

El último día de El Lirio
Ángel Recio

Málaga, 05 de marzo 2017 - 02:06

Los abuelos de Francis y Pepi Galdeano no se hubieran creído que el pequeño chiringuito que abrieron hace casi 90 años en la playa de Pedregalejo iba a dar trabajo y estabilidad a tres generaciones de la familia y que miles de malagueños y todo tipo de personalidades, incluyendo a presidentes de gobierno, toreros o a los descendientes de Picasso, iban a ir allí a comer. El restaurante El Lirio, uno de los más emblemáticos de la capital malagueña, cierra hoy sus puertas por la jubilación de sus propietarias. "Va a ser un día muy duro para nosotras. No se lo hemos querido decir ni a los clientes para que no se lleven un mal rato, pero ya nos merecemos un descanso después de 50 años trabajando", comentó ayer emocionada Francis Galdeano porque toda su vida ha estado ligada a las paredes de este restaurante.

En sus inicios fue una taberna de madera en plena playa, con una caseta incluida para los bañistas y un barco, llamado El Lirio y que dio nombre al negocio, con el pescaban cada día los alimentos que posteriormente servirían a sus clientes. Muchos de ellos eran turistas procedentes de Jaén y Córdoba que alquilaban viviendas junto a la playa de Pedregalejo para pasar los veranos.

En torno a los años 50 los hijos de los fundadores y padres de las actuales propietarias, Antonio -que ya era popularmente conocido con el mote de El Lirio- e Isabel, le dieron una nueva vuelta de tuerca. Realizaron varios arreglos, pusieron un cañizo y fueron buenos años porque prácticamente no tenían competencia alguna. Por no existir, no estaban ni los espigones y, al estar las mesas junto a la orilla, cada vez que subía la marea los clientes tenían que levantar los pies para no mojárselos mientras comían. Los espetos de sardinas se asaban junto al suelo. Seguro que a los turistas actuales, tanto españoles como extranjeros, les habría encantado porque buscan experiencias auténticas y esta sin duda lo era, aunque la legislación de aquella época no tiene nada que ver con la actual.

En los años 70 tomaron las riendas del restaurante Francis y Pepi, la tercera generación, a las que sus clientes conocen como Las niñas. Una en la cocina y la otra atendiendo en el exterior. Francis tiene en su mente un auténtico anecdotario de momentos vividos en el restaurante que nunca podrá olvidar y que son parte de la historia tanto del establecimiento como del sector hostelero de la provincia. "Una vez vino a comer El Cordobés (padre) y se colapsó todo Pedregalejo para verlo", señaló Galdeano, quien destacó que por sus mesas han pasado los herederos de Picasso, los ex presidentes del gobierno Felipe González o José María Aznar o que le llamó la atención que, en una ocasión, fue a comer un ministro -del que prefiere omitir el nombre- "y los guardaespaldas nos revisaron todo el local". Ha sido un lugar habitual de personas conocidas de distintos ámbitos, en 1991 recibieron un premio de la Academia Española de Gastronomía e incluso les comentaron que en una ocasión habían salido recomendados en la Guía Michelín, aunque no tienen la famosa estrella.

El pescado, el marisco, el arroz caldoso, las patatas con rape o las sardinas han sido platos típicos durante todas estas décadas aunque, según Francis, lo que todo el mundo pide, los platos estrella, son el gazpachuelo y la sopa de marisco. ¿Qué provoca que un restaurante pueda abrir cerca de un siglo y seguir teniendo demanda? Las niñas lo tienen claro. "Somos un restaurante tradicional de playa, sin lujos. Lo único que nos ha preocupado siempre es no bajar la calidad y en todos estos años nos han puesto muy pocas hojas de reclamaciones", precisó Francis. La otra clave es conocer al detalle qué quiere cada cliente, facilitando una complicidad que los acaba convirtiendo en amigos. "Hemos entablado amistad de una forma increíble. Sabemos las manías de cada cliente, qué quieren comer, si les gusta que les lleven los platos de forma pausada o todos a la vez, si quieren un cambio de servilleta por cada plato o no... Es algo psicológico, hay que estar muy pendiente y no se puede delegar", añadió.

Esa es precisamente una de las causas del cierre. Francis y Pepi se jubilan y sus hijos han estudiado y elegido otras profesiones. Podrían haber continuado en un segundo plano contratando personal, "pero sabemos que habría sido un fracaso porque la clave es ese trato continuo con el cliente y nos gusta freír el pescado nosotras". Han decidido traspasar el local, que ahora será regentado por otros empresarios. "Lo vamos a dejar con todo el dolor de nuestro corazón, pero mantenerlo abierto nos cuesta mucha fuerza de voluntad y la edad ya no nos permite tirar tanto para delante. Es un trabajo muy sacrificado, nunca hemos tenido descanso porque no cerrábamos nunca [con 15 años iban al instituto Gaona y se iban a trabajar al restaurante familiar] y creemos que ya nos lo merecemos", prosiguió Francis, quien además quiere poder disfrutar de sus nietos con más tranquilidad.

Se marchan con la lógica pena tras tres generaciones al frente de El Lirio, pero con la cabeza bien alta por el trabajo realizado. "Es una etapa cerrada, estamos muy orgullosas, hemos superado varias crisis y no nos vamos ni por falta de clientela ni de trabajo, sino porque ya ha llegado nuestro momento", subrayó Francis, quien aseguró que "me quedo con la clientela de amigos fieles que hemos tenido y siempre estaremos muy agradecidas a Málaga".

Pedregalejo es ahora una zona de múltiples negocios. La competencia es enorme y se puede comer prácticamente de todo con el valor añadido de estar junto al mar, un elemento muy apreciado por los foráneos. Los abuelos de Francis y Pepi fueron, en cierta forma, visionarios y El Lirio ha sobrevivido casi un siglo con muchos clientes en sus mesas. Hoy, si el tiempo acompaña, volverá a estar lleno, la mejor despedida posible.

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