Alberto Díaz: “Jugar sin público fue mi peor sensación como deportista”
Alberto Díaz, icono del Unicaja y uno de los mejores deportistas malagueños, relata cómo vivió un jugador profesional estos dos años bajo el influjo del covid
El deporte ha sido un termómetro del estado de la sociedad desde el inicio de la pandemia. En febrero de 2020, cuando el virus ya circulaba por España, Málaga acogió la Copa del Rey de baloncesto, con miles de visitantes de toda España en la ciudad. 10.000 personas juntas en el Carpena, se desconocía qué iba a ocurrir después. Un mes después, el país estaba paralizado por la difusión masiva. Alberto Díaz, icono del Unicaja y uno de los deportistas malagueños más relevantes, comparte con Málaga Hoy cuáles han sido las vivencias de un baloncestista de alto nivel en estos dos años que han convulsionado a la sociedad.
“Recuerdo estar en la sala del fisio o el vestuario y hablar de un virus que se contagia, pero que era lejano, en China, y parecía que no nos iba a tocar”, recuerda Alberto Díaz sobre lo que se comentaba dentro del equipo cuando llegaban noticias desde el país asiático: “Jugamos la Copa en el Carpena y todo parecía ir normal, que era una simple gripe. Pero pocos días después cierran hoteles en Canarias o Mallorca, recuerdo, ya piensas que parece que no es broma. En cuestión de días teníamos unos cruces en la Eurocup con el Venezia. Y se cierran pabellones, se cancelan partidos y empieza un poco la incertidumbre. Recuerdo una reunión en el vestuario, para avisarnos. Nos mandaron a casa hasta nueva orden el día antes de que ya se anunciara el cierre total”.
Para un deportista profesional, habituado a la actividad física diaria, un parón así descoloca. “Mi último partido fue la final de Copa. Ahí me lesiono, me vuelvo de la concentración con la selección. Estábamos aquí con la lesión y Jaime[Fernández] y yo estábamos intentando forzar para los cruces de la Eurocup. Hasta que llegamos esa mañana y nos dijeron que nos fuésemos para casa”, rememora sobre esos días Alberto Díaz: “El confinamiento lo pasé en casa con mi pareja. Pensábamos que no iba a durar mucho, pero nos organizamos con el preparador físico para hacer algo. Al principio pensé que sería una semana para recuperarme y volver, pero se empezó a alargar todo. Claro que estaba preocupado porque crecían los casos y las muertes, pero en el aspecto profesional no lo llevé tan mal, estaba en la parte final de la recuperación. Iba a forzar para jugar y yo me lo tomé de respiro para ir con los plazos más adecuados. Pero también paras el ritmo. Los fisios no nos podían tratar. Me lo tomé como un descanso. Con la familia hablaba cada día, nos poníamos en situación para saber cómo lo llevaba cada uno. Había llamadas y videollamadas, más que nunca quizá”.
En una rutina de un equipo, en el que roce humano es continuo, también la comunicación virtual era básica. “El trato era continuo, aunque la situación era de incertidumbre, Carlos [Suárez, el otro capitán del equipo junto a Alberto] y yo estábamos más en contacto con el día a día para hablarnos de planes de vuelta, cuándo se podía retomar la competición y demás. Pero es verdad que lo tomamos sin agobiarnos. Todos estábamos sanos y era la incertidumbre por no saber cuándo volvíamos”, relata el base malagueño.
Una vez se da luz verde para comenzar los entrenamientos, dos meses después del cierre total, se vuelve a trabajar Los Guindos con una serie de precauciones impensables antes de la pandemia. “Era una situación surrealista, nadie podía pensar que nos viéramos así. El club lo hizo muy bien, desinfección en cada punto, con horarios para que no coincidiéramos, todo muy estipulado. No había precedentes, era un momento desconcertante. Hasta entonces estabas en tu casa, ibas un momento al supermercado y volvías. No nos podíamos cruzar, saludabas a un compañero que estaba en la pista contraria y hacías alguna broma, no podías acercarte. En mi caso fue un balón de oxígeno tener algo de rutina deportiva y salir de casa. Nos daba la vida hacer deporte aunque fuera de manera individual. En casa tengo un pequeño jardín, podía hacer ejercicio con el material que nos mandó el club, pero otros compañeros en pisos lo tenían más complicado”, detalla el pelirrojo, internacional con la selección española.
Una vez se avanzó, llegó el momento de volver a jugar. La ACB organizó una fase final en una burbuja en Valencia. Sin público en las gradas, algo que resultaba desconcertante para los jugadores. “Fue algo muy chocante, algo que nunca he vivido antes. Incluso cuando juegas de niño estaba tu familia allí. Era algo era surrealista, sin la emoción de nadie que estuviera a favor o en contra. Acabar acostumbrándote a que no haya público en las gradas es la peor sensación como deportista que tuve”, comenta un jugador emotivo, que tiene, por ejemplo, una conexión bastante especial con la grada del Carpena: “Influye en el juego, en los estados de ánimo, motivación. Es algo que como jugadores nos ha costado asimilar. La burbuja de Valencia la asumes, es como algo especial que tienes que cumplir. Pero el problema es el año siguiente, parece que arranca, pero no. Ahora un poquito de gente, pero aquí sí y allí no. En una competición viene algo de gente, en otra nada. Es lo que realmente te frustra, que no avanza. Y ahora, otra ola...".
“Se nota, se nota”, admite Alberto Díaz, que también ha pasado por el covid, sobre cómo afecta al organismo padecer el virus: “No se saben los efectos secundarios. Muchos clubes han tenido lesiones masivas después. Te corta el ritmo de competición, tienes que meterte de parar completamente a competir a primer nivel. Intentas hacerlo hace progresivo, pero no sabes los efectos. El cansancio ha aumentado en muchos jugadores. Hay problemas de pulmones. Hay recaídas de lesiones anteriores, dejas de hacer una rutina de cuidado de cuerpo. Había mucho miedo tras la cuarentena. El resto de tiempo te das tu paseo, estás activo. En la casa sólo había tu rato de deporte y después estás casi inmóvil. Había mucha preocupación y la sigue habiendo”.
“Nosotros tuvimos el caso de Gal Mekel, que tuvo un trombo pulmonar a raíz del covid”, pone como ejemplo sobre la dolencia que tuvo el base israelí cuando era jugador cajista y que le dejó muy tocado: “Si no se llega a localizar hubiera sido un susto muy grave. Y como se desconocen los efectos secundarios tienes miedo y es normal. Somos jóvenes, tenemos buena salud y lo normal es que no pase nada, aunque vimos esos casos, pero tenemos familia, padres, niños. Todo es muy complicado de gestionar. Si te pones en riesgo sólo tú, vale. Pero aquí podías contagiar a alguien más débil”.
La normalidad va acercándose dos años después, los pabellones cerrados ya pueden acoger un 80% de espectadores. Y el jugador lo agradece. “Ahora mismo, el 50% de aforo es para nosotros como un lleno. La influencia del público es muy alta, en los momentos malos y buenos. Vivimos del deporte, jugamos para la gente. Y saber que están ahí es un alivio”, cierra Alberto Díaz. Es la visión de un deportista de máximo nivel sobre la pandemia que cambió nuestra manera de vivir.
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