Talento malagueño para la exploración en el planeta rojo
Álvaro Soria Salinas | Ingeniero aeroespacial
Tiene 26 años, es ingeniero aeroespacial y el responsable de uno de los sistemas de medición que llevará el ExoMars 2020
Su nombre ya salió en la lista ‘Forbes’ entre las personas más influyentes en el campo de la ciencia y la salud
La misión ExoMars 2020 llevará hasta la superficie del planeta rojo un instrumento, el Habit, en el que el joven malagueño Álvaro Soria Salinas ha estado directamente implicado. Con tan sólo 26 años, los logros de este ingeniero aeroespacial lo han llevado a aparecer en la última lista de Forbes, en la que se destaca a las personas más influyentes en el campo de la ciencia y la salud.
A punto de leer su tesis y tras pasar cinco meses con Matthias Maurer en el Centro Europeo de Astronautas en Colonia, Soria ya tiene su mirada puesta en la Agencia Espacial Europea o en algunas de las grandes empresas que construyen para ésta.
Estudió en el colegio San Estanislao de Málaga aunque durante unos meses cursó primero de Bachillerato en Estrasburgo, en un colegio internacional. Allí aprendió francés y contactó con gente de medio mundo, lo que le puso en conexión con Europa y alejó cualquier atisbo de miedo al cambio y la movilidad geográfica.
Desde los 14 años tuvo clara su vocación aeroespacial y dirigió sus esfuerzos a entrar en la Politécnica de Madrid, por ser la facultad que tenía una interacción mayor con el sector espacial, aunque en España no haya ningún estudio específico en dicho campo. Su matrícula en Bachillerato y sus notas de selectividad le abrieron las puertas al grado de Ciencias y Tecnologías Aeroespaciales, que se sacó en cuatro años a pesar de la dificultad.
El trabajo fin de grado y seis meses de prácticas los hizo en el Centro de Astrobiología del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, INTA, en Madrid, entidad asociada a la NASA, bajo la supervisión de la doctora María Paz Zorzano. “Me propuso trabajar en el análisis de datos del instrumento REMS que está en el Curiosity rover de la NASA, dentro de la misión que en 2012 se lanzó a Marte y que está recorriendo el cráter Gale”, comenta Soria.
Explica el ingeniero que el REMS, un instrumento español, es una estación meteorológica que sirve para estudiar científicamente la atmósfera de Marte y poder validar un modelo predictivo con los datos, una información esencial para poder aterrizar con éxito y atravesar la atmósfera marciana. “Ahora mismo en Marte hay dos estaciones meteorológicas y muy cerca del ecuador, así que intentar saber cómo evoluciona la atmósfera es muy complicado con tan pocas medidas”, indica.
Soria ha basado su tesis en la misión ExoMars, un proyecto originario de la Agencia Espacial Europea y la NASA, de la que esta última se desvinculó y para la que contaron con los rusos como compañeros de viaje. La misión se dividió en dos partes. “La de 2016 es un orbitador que estudia la atmósfera alrededor de Marte”, explica.
Y agrega que “no sólo es extraordinariamente preciso en la búsqueda de metano, que es una de las grandes cuestiones ya que podría ser de origen biológico y un indicador de vida, sino también es un transmisor de datos de cualquier misión de superficie a la tierra”.
El Trace Gas Orbiter (TGO), el orbitador, es fundamental para la segunda parte de la misión, el rover que estudiará la superficie, según destaca el ingeniero malagueño. “La Agencia Espacial Europea nunca ha aterrizado en Marte y estos datos del TGO van a ser cruciales para el diseño de futuros equipamientos”, señala.
También lo son las estaciones meteorológicas para saber el contexto de las condiciones en las que operan el resto de máquinas, la temperatura ambiente, la de la plataforma, si hay viento, polvo, si la radiación es mayor o menor o cuál es la presión. En el caso del Curiosity era el REMS y Soria fue coautor de un artículo sobre la contaminación térmica que el propio rover tiene sobre las medidas del instrumento en sí.
Su trabajo de fin de grado paralelo fue el análisis térmico de un instrumento para la misión ExoMars 2020 en superficie, el Habit. “Dentro de los instrumentos de la plataforma dos son europeos y uno de ellos es el nuestro, que es la estación meteorológica que contextualizará las medidas del resto de instrumentos”, indica el ingeniero. Y subraya que “el objetivo del Habit es estudiar la habitabilidad, mide la temperatura del aire, la del suelo y la radiación ultravioleta que le llega en varios canales”.
Además de esto contará con el experimento Bottle basado en la hipótesis de la existencia de agua líquida transitoria en forma de salmuera en la superficie de Marte. “Durante ciertos periodos de la noche, se dan las condiciones necesarias de presión, temperatura y humedad relativa para que el agua líquida sea meta estable en forma de salmuera, una sal hidratada hasta el punto de que forma una salmuera”, apunta.
En la superficie de Marte hay sales altamente hidroscópicas, es decir, que tienen mucha facilidad para absorber agua. Así que si existe agua líquida en Marte durante distintos periodos del día podría haber vida adaptada a esa agua. “Si se coge el agua que hay en la atmósfera de forma pasiva con unas sales que sabemos que están allí y van a absorberla, y si después somos capaces de extraerla, una futura misión la podría usar para el consumo, el cultivo o para hacer combustible”, comenta Soria.
“Si funciona esta tecnología no solo se demuestra que efectivamente hay agua líquida en Marte, porque hay evidencias pero nadie lo ha probado, sino también se podrá cuantificar. Y está basado en estas sales que llevaremos nosotros pero sabemos que están allí”, sostiene el malagueño.
“Yo soy uno de los ingenieros que ha trabajado en parte del diseño y, sobre todo, en la verificación del experimento, soy responsable de los sensores de temperatura y del potencial sensor de viento del instrumento del que el profesor Javier Martín Torres y María Paz Zorzano son los investigadores principales”, apunta Soria, que estuvo en el desarrollo del Habit desde el principio, incluso antes de que la Agencia Espacial Europea lo aceptase.
“Hice mi tesis en el diseño térmico del instrumento y mi doctorado se ha centrado en el desarrollo de un algoritmo que sea capaz de medir el viento en la superficie de Marte a partir de los sensores de temperatura ambiente”, aclara Soria, que durante estos cuatro años ha estado trabajando en la Universidad de Lulea University of Technology, en Suecia. Soria ha estado dedicado a hacer todas las pruebas de testeo del Habit, que ya está entregado en Rusia y lo están integrando en la plataforma.
Con 22 años entró en el programa de máster más doctorado de Lulea, el más joven del equipo. También se involucró en otros proyectos, uno de ellos en OHB, empresa especializada en satélites. Allí estuvo estudiando un sistema para calcular el combustible de los tanques y aumentar la vida útil de los satélites.
Tras los experimentos en el laboratorio, participó en dos vuelos parabólicos en los que se reproducen las condiciones de gravedad cero. También probó el Habit en expediciones al Himalaya y en una mina de sal en Reino Unido a 1,1 kilómetros de profundidad.
Marte, el planeta que podría responder a la pregunta de la vida
Todavía queda mucho para que la realidad alcance la ciencia ficción y que una misión tripulada pueda aterrizar en Marte con seguridad y garantías de éxito. Álvaro Soria estima que unos 30 ó 40 años. Eso si la investigación continúa centrada en este planeta. El aterrizaje es muy complicado porque su atmósfera es muy poco densa y se tarda mucho tiempo en frenar a las velocidades que alcanzan los cohetes. Luego están los pocos datos y la falta de modelos predictivos para calcular los fenómenos meteorológicos, algo fundamental para una misión.
Una vez en la superficie, habría que hacer frente a sus condiciones. En el ecuador la temperaturas pueden llegar a superar los 80 grados bajo cero. “En los polos hace tan frío que el dióxido de carbono está congelado”, explica Soria. Pero lo más importante de todo es el agua.
“La vida que conocemos en la Tierra necesita de agua líquida, por eso las misiones que conocemos en Marte siempre se han centrado en buscar agua o lo que ha sido de ella”, dice el ingeniero. También apunta los requisitos tremendamente estrictos y los protocolos de limpieza para las misiones a Marte. “Hay zonas del planeta donde se dan las condiciones para que la vida microbiológica se mantenga, los extremófilos que conocemos en la Tierra serían capaces de sobrevivir allí”, apunta Soria.
“Podríamos llevar vida allí y contaminar biológicamente el planeta, lo que supondría cargarse la respuesta más importante que podría dar Marte, si hay vida más allá de la Tierra”, indica. “Si hay vida allí, las implicaciones en la Tierra son enormes”, agrega el joven que leerá su tesis en enero y que ya tiene su mirada puesta en la Agencia Espacial Europea o en las grandes firmas que construyen para ella. “Me gustaría mucho diseñar misiones para exploración”, apunta.
Pero, como bien explica Soria, es muy complicado detectar vida distinta a la de la Tierra. “No la veríamos porque a lo mejor no está basada en lo mismo que nosotros, tenemos la manera de ver lo que no hay pero lo que hay realmente es muy complicado de saber, no hay una técnica ahora mismo que te de esa información, a no ser que fueses allí con un microscopio. Puede que te salgan negativos todos los test y eso no significa que no haya vida. Por eso, la búsqueda de agua va primero”, señala y espera poder seguir hallando respuestas que lo guíen a la gran pregunta.
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