Calle Larios | El Metro al Hospital Civil

Llegará el Metro, arderá la paciencia

  • Ante la apuesta por la llegada del Metro soterrado al Hospital Civil, los vecinos de Bailén y Eugenio Gross se muestra entre divididos y escépticos ante la próxima llegada de las obras

Tráfico en la calle Eugenio Gross.

Tráfico en la calle Eugenio Gross. / Javier Albiñana (Málaga)

En el cruce de Eugenio Gross con Martínez Maldonado, el trasiego parece el propio de una película de Buster Keaton. Hay mujeres que salen de los supermercados con sus carritos de la compra abarrotados, concienzudos hombres de negocios embutidos tras sus gafas de sol en agitadas conversaciones con sus teléfonos móviles, vecinos que sacan de paseo a sus mascotas, un joven que traslada a pulso un colchón en busca del portal en el que presuntamente reside su propietario y, sobre todo, mucho tráfico: la afluencia de vehículos que circulan por aquí en dirección al centro, en busca de la calle Hilera, o que se abren camino hasta Martínez de la Rosa o Blas de Lezo, daría para llenar unos cuantos aparcamientos públicos en apenas diez minutos. Pero buena parte del trasiego rodado también tiene su epicentro aquí, uno de los distritos con mayor densidad de población de la ciudad (emblemáticas son sus elevadas construcciones, como las de Echevarría y las que acampan hasta Nueva Málaga) y, por el contrario, con menos plazas de aparcamiento por habitante. En consecuencia, la Plaza Vasconia es en esta mañana el mismo canto a la doble fila que es habitualmente, igual que el entorno de la Inmaculada hasta Gamarra. Lo mismo cabe esperar de las calles Cataluña, Rafaela y Pajaritos, que conducen a la Plaza de Bailén, antesala de la Trinidad. La movilidad es aquí una cuestión de paciencia y pragmatismo próximo a la supervivencia. Hay un patinete varado frente a un portal en la misma Eugenio Gross, agente de excepcionalidad: el medio de transporte más in del momento goza aquí de una penetración discreta. La gente camina. O se detiene, si puede, como los jubilados que ocupan al completo los bancos del parque infantil que se abre más allá de Domingo Lozano. Las terrazas rebosan clientela: conforme avanza el mediodía, se advierten los trabajadores que hacen uso de la pausa correspondiente para un café o una cerveza. Sentados a la puerta del imprescindible Rey Pelé, tres obreros uniformados de azul se disponen a desayunarse unos molletes con bacon y queso que los eximirían ante cualquier tribunal eclesiástico que dudara de su condición de cristianos viejos. En las dos aceras de Eugenio Gross, así como en el mismo perímetro de la Plaza Vasconia, los comercios relucen con categoría de resistencia: hay bazares, tiendas de alimentación, negocios de salud y belleza, locales de moda a precios accesibles, inmobiliarias, mercerías y lugares en los que se puede comprar casi cualquier cosa. En una Málaga atravesada de norte a sur por las franquicias, el comercio local encuentra aquí una razón de ser especial por acumulación, lo que no puede decirse de todos los barrios. Algunos negocios son harto señeros, de toda la vida; otros han llegado después, y tampoco faltan locales cerrados a la espera de una oportunidad. En las fachadas cuelgan no pocos anuncios de alquileres de pisos.

La emblemática torre de viviendas de la Plaza Vasconia. La emblemática torre de viviendas de la Plaza Vasconia.

La emblemática torre de viviendas de la Plaza Vasconia. / Javier Albiñana (Málaga)

Mientras el barrio sigue su día a día, inmerso en su refriega rutinaria, la actualidad apunta a algunos cambios notables para el futuro inmediato. El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, anunció recientemente que, en virtud de los compromisos que había adquirido, el Metro llegará soterrado hasta el Hospital Civil, junto al cual, además, se construirá el reclamado tercer hospital. Aunque hasta el momento la cuestión se había limitado a la mera expresión de voluntades, ahora, por primera vez, Moreno Bonilla pone fecha a la intervención: el plan prevé que antes del fin de su mandato, en diciembre de 2022, hayan comenzado las obras para los dos equipamientos. A partir de aquí, en lo que al Metro se refiere, esperan a Eugenio Gross al menos cuatro años (eso, según las previsiones más optimistas) de excavaciones y sacrificios que en otras áreas de Málaga como la Carretera de Cádiz y El Perchel conocen bien. Cabe recordar que hace cuatro años, cuando se dio luz verde a la construcción del Metro en superficie, la Asociación de Vecinos se manifestó radicalmente en contra con razones como la seguridad o la merma de aparcamientos (el plan contemplaba la eliminación de más de cuatrocientas plazas) a cuenta del tranvía. Pero la actuación, sea en superficie o soterrada, no afecta sólo a los vecinos; también al núcleo primordial del comercio local que resiste en el distrito y que, en virtud de la experiencia cosechada hasta hoy en relación al Metro, podría verse obligada a afrontar un obstáculo de altura para continuar su actividad. Lo cierto es que, de momento, unos y otros parecen recibir la noticia del Metro soterrado (respecto al tercer hospital las opiniones no van mucho más allá del hágase: las objeciones en este sentido prácticamente no existen) entre la división de opiniones y, quizá con una incidencia mayor, el escepticismo respecto a que las obras del Metro vayan a empezar en el plazo señalado por Moreno Bonilla.

Algunos vecinos prefieren el tranvía como solución favorable a más zonas verdes

Así se expresa una vecina preguntada al respecto antes de que entre en una panadería de Eugenio Gross: de entrada, desconoce la noticia del anuncio del presidente de la Junta y asegura que no ha escuchado a nadie referirse al particular en el barrio en los últimos días, “así que no sé qué pensar. Me parece muy pronto. Cuando realmente vayan a empezar las obras, entonces veremos lo que pasa”. Mientras tanto, considera la mujer que “hay cosas buenas en la opción soterrada y en el tranvía. Entiendo que es mejor la primera, aunque es verdad que mantener las obras durante años podría resultar muy perjudicial para el barrio. A los comercios les afectaría, inevitablemente, y el precio de los alquileres caería seguro. Ahora bien, cuando acabara la obra tendríamos una conexión inmediata con el centro sin necesidad de coger el coche, y eso sí que sería bueno para los comercios y para los vecinos. Hasta entonces, imagino que todo se haría muy largo”.

La churrería Antonio Martín, todo un clásico del barrio. La churrería Antonio Martín, todo un clásico del barrio.

La churrería Antonio Martín, todo un clásico del barrio. / Javier Albiñana (Málaga)

Otra vecina, residente en la calle Martínez Maldonado, que viene dando un paseo con su perro, muestra una opinión distinta y reveladora: “Es cierto que una Asociación de Vecinos protestó contra el metro en superficie, pero ni la agrupación ni su discurso son representativos de lo que piensa la mayoría del barrio. Casi todos los vecinos que conozco prefieren el tranvía, porque esta solución permite ensanchar las aceras y así paliar el principal déficit que tenemos, que es el de zonas verdes. Lo que hace falta aquí con urgencia es ampliar las áreas peatonales. Eugenio Gross es una calle muy larga, que soporta mucho tráfico y por el que anda mucha gente, con aceras demasiado estrechas. Y lo mismo pasa en casi todas las calles cercanas. No hay un sitio en el que poder pararte, en el que puedas sentarte a descansar, y desde luego olvídate de buscar por aquí un lugar para jugar con los niños con tranquilidad”. Apunta además la vecina un dato interesante: “Los comercios, por el contrario, prefieren en su mayoría el Metro soterrado. Y es una postura difícil de entender. En la calle Martínez Maldonado ensancharon las aceras y el comercio local se ha beneficiado muchísimo. En Eugenio Gross podría suceder perfectamente lo mismo”. Entre los diversos comerciantes consultados al respecto, la principal respuesta es el no sabe / no contesta; casi todos, eso sí, admiten que la perspectiva de tener las obras del Metro a las puertas de sus negocios durante varios años no es precisamente la más deseable, aunque en todo caso cunde un igual escepticismo ante la posibilidad de que las obras comiencen antes de tres años.

Además del daño a los negocios, los precios de los alquileres quedarían devaluados con las obras

El mediodía avanza. El tráfico es ahora si cabe más denso. “Habrá que ver cómo desvían el tráfico si esto se corta por las obras del Metro, eso sí que va a ser un posible. Y, además, ¿dónde vamos a aparcar si ni siquiera vamos a poder entrar aquí?”, se pregunta un vecino que oculta su pelambrera cana bajo una gorra de pintor y viste una camisa a cuadros con algunos lamparones. La clave para entender la necesidad de la llegada del Metro hasta aquí tiene que ver con el tercer hospital, pero en este sentido los vecinos se muestran aún más escépticos, y nuestro nombre no lo hace en menor grado: “Me imagino que a las personas mayores o enfermas les gustará tener otro hospital cerca. Pero, vaya, de aquí a que lo hagan... no sé yo si el Metro va a valer la pena”. Otros vecinos sí que consideran que la conexión con el centro en Metro contribuirá a aliviar el tráfico y entrañará una oportunidad para el desarrollo del barrio. Lo cierto es que esta zona del distrito Bailén-Miraflores es una de las que menos transformaciones han experimentado en la capital en los últimos años, pero todo apunta a que la metamorfosis próxima, más tarde o más temprano, va a ser de órdago. Muy cerca, en el Mercado de Bailén, los clientes salen con las últimas compras. La calle Alonso de Palencia respira su proverbial decadencia, signo a la vez de una ciudad viva llena de historias. Si nunca llueve a gusto de todos, el Metro al Civil no iba a ser menos.

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