Málaga

Carlos, un ex adicto: "Soy malagueño, como los boquerones; ahora estoy limpio y he aprendido a leer"

  • El CPD, un centro para recuperar la motivación por la vida

  • Diferentes talleres y un equipo multidisciplinar apoyan a los usuarios en su objetivo de superar una adicción 

  • Cada paciente escoge las actividades según sus preferencias y motivaciones

Carlos pinta una cerámica del Cautivo.

Carlos pinta una cerámica del Cautivo. / Javier Albiñana

A Carlos, “malagueño como los boquerones”, las palabras le salen a borbotones. Porque le gusta compartir que ahora está limpio de drogas, que es feliz y que se ha encontrado a sí mismo. Es uno de los usuarios del Centro Provincial de Drogodependencias (CPD), en el que lleva un par de años.

“Me metía de todo; whisky, rayas, pastillas. Estaba perdido, como está toda la gente de la droga. Pero aquí, con mucha paciencia y mucho cariño, me han ayudado. Hasta me han enseñado a leer y escribir”, relata emocionado y orgulloso de su logro. Sin embargo, de inmediato apunta: “Pero esta es una lucha día a día. No puedo bajar la guardia porque es un problema para toda la vida”. Porque dice que “frente a la droga, tu primer enemigo eres tú”.

Carlos asiste al taller de Artes Plásticas del CPD. Allí realiza una cerámica del Cautivo para su hermano. Un poco más allá, José hace un botijo en barro. Cada uno elige cómo quiere expresarse.

José modela un botijo de barro en el taller de Artes Plásticas. José modela un botijo de barro en el taller de Artes Plásticas.

José modela un botijo de barro en el taller de Artes Plásticas. / Javier Albiñana

El monitor, Manuel Rodríguez, explica que pese a su simpleza, estas manualidades son una actividad motivada que les plantea un objetivo y un desafío. Eso les ayuda a planificar, organizar y superar bloqueos cognitivos, emocionales y sociales. “A recuperar la motivación intrínseca por la vida”, resume. Y todo eso, solamente con un azulejo o un botijo.

José está divorciado. Tiene una hija y tres nietos. Fue camarero, vigilante, cocinero, buscavidas... Pero el alcohol lo llevó a una adicción y al divorcio. “Mi abuelo y mi padre eran alcohólicos; yo no iba a ser menos”, relata. Después de cinco años en el CPD y de haber creado con sus manos numerosos objetos de barro, se le ve a gusto. “Vivo solo. Ya no bebo alcohol. Vengo aquí un par de horitas y me relajo. Esto me ha ayudado a que no ande tirado por la calle”, concluye.

El CPD está en un edificio de la zona de la Rotonda de Suárez. El CPD está en un edificio de la zona de la Rotonda de Suárez.

El CPD está en un edificio de la zona de la Rotonda de Suárez. / Javier Albiñana

También la bebida fue la adicción que abocó a David a acabar en el CPD. Nadie lo llevó. Fue él por sí mismo. “Quería dejar de beber, pero no era capaz. Aquí me han ayudado. Pero he recaído dos veces. Esta es la tercera vez que vengo. Espero que la tercera sea la vencida”, comenta al iniciar su actividad en el taller de Deportes del que se encarga María del Carmen Ruiz. En su empleo como trabajador social, David ayudó a muchas personas con problemas. “Pero ahora me toca estar del otro lado”, admite. Del de los que necesitan ayuda. La monitora explica que a través de la actividad física se intenta inculcar a los usuarios hábitos saludables, mejorar su estado de salud, plantear retos para que evolucionen y generar confianza en sus capacidades.

Juan Jesús Ruiz, director del CPD. Juan Jesús Ruiz, director del CPD.

Juan Jesús Ruiz, director del CPD. / Javier Albiñana

Hay otros talleres, como el Sociocultural y el de Reciclado Creativo. Además, un equipo multidisciplinar de profesionales abordan de forma integral la adicción de cada individuo junto con sus problemas físicos, sociales y hasta habitacionales.

En los talleres hay un alto porcentaje de personas con patología dual: tienen una enfermedad mental y una adicción. A veces ésta es posterior a la patología, pero en otras actúa como su detonante.

Manuel Rodríguez, monitor del taller de Artes Plásticas, con una usuaria. Manuel Rodríguez, monitor del taller de Artes Plásticas, con una usuaria.

Manuel Rodríguez, monitor del taller de Artes Plásticas, con una usuaria. / Javier Albiñana

Explica el director del CPD, Juan Jesús Ruiz, que en el centro no le dicen al paciente lo que tiene que hacer. “Nosotros le ofertamos las opciones y que cada uno decida”, aclara. Así, en función de sus preferencias y motivaciones, cada uno escoge un recorrido para intentar salir de la adicción que sea.

El edificio del CPD está ubicado por la zona de la Rotonda de Suárez, rodeado de árboles, en un solar que es un oasis de tranquilidad y privacidad. Allí, muchas personas encuentran una oportunidad para superar una adicción y nada más ni nada menos que recuperar la motivación intrínseca por la vida...

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