Discapacidad

Comunica-2

  • Es de vital importancia modificar el lenguaje empleado hasta ahora evitando nomenclaturas que generen victimismo o falta de normalidad como minusválido, deficiente, disminuido, inválido o malito

LAS figuras de emisor y receptor deberían bastar para concluir una serie de ideas más o menos lógicas. Evidentemente el mensaje reproducido por el emisor ha de tener una serie de características objetivas e imparciales para que el receptor recoja el mensaje y genere su posicionamiento frente a la noticia.

La deontología de cualquier profesión debería educar en este sentido, y nos consta que es así, creando no sólo buenos profesionales, sino marcando conductas a seguir por su buena praxis. En el periodismo no fue, no es, pero sí debería ser así. Por ello, en el año 2004 se elaboró la Declaración de Salamanca en el primer encuentro de Periodismo y Discapacidad, donde los principales medios de comunicación españoles se comprometieron a realizar un cambio de conducta en el tratamiento que se venía haciendo sobre las personas con discapacidad. Uno de los principales objetivos de esta declaración es luchar contra los estereotipos creados a lo largo de la historia, que contribuyen de forma abismal a generar desigualdades sociales.

Para ello es de vital importancia modificar el lenguaje empleado hasta ahora evitando nomenclaturas que generen victimismo o falta de normalidad. Son ejemplos de estas anormalidades, el empleo de vocablos asignados en otro tiempo por desconocimiento y que se ha prolongado su uso de forma injusta. Tales como minusválido, deficiente, disminuido, inválido o paralítico, muy cercanos todos ellos al tan familiar malito.

Con ello se pretende mejorar la imagen de un colectivo que forma la mayor minoría social de la tierra, compuesto aproximadamente por el 10% de la población, favoreciendo además de su visibilidad que con ello no sean ignorados.

Podemos dejar de salir en las secciones de salud, de sucesos, o junto al presidente del Gobierno ante una pregunta incómoda, ya que estos enfoques equivocados no favorecen la normalización, sino que fomentan la idea general de dependencia y aislamiento, creando complejos de inferioridad aceptados por resignación.

Y es que salir más veces en los medios no significa necesariamente mejorar la imagen de un colectivo si mantenemos el enfoque caritativo, paternalista o asistencialista. Se alcanzará la normalización social de este colectivo cuando pase desapercibido y genere noticias no por la mal llamada discapacidad, sino por las dificultades que produzca ésta, tales como su bajo índice de empleo, las pocas posibilidades de disfrute del ocio o la cultura y los graves problemas de acceso al servicio de salud o educación.

Hoy en día es fácil encontrar titulares que utilizan de forma desmesurada la discapacidad con el fin de llamar la atención mediante el lenguaje. Podemos ser víctimas de algo, o de alguien, mientras estamos postrados en nuestra silla de ruedas o en la cama, y seremos verdugos con falta de atención si nos acompaña algún trastorno mental.

No hace mucho tiempo conseguimos con cierto éxito social que desaparecieran de los titulares la etnia o nacionalidad del protagonista de un suceso, evitando así conductas xenófobas o de racismo. Deberíamos pues entre todos, potenciar la imagen activa de las personas con discapacidad, mostrando sus capacidades, evitando poner el énfasis en la discapacidad, y sí en la noticia, generando con ello una imagen de normalidad basada en los principios de transversalidad.

Como los buenos arquitectos, que no sólo deben idear y crear equipamientos vanguardistas y con gran impacto visual, sino que han de preocuparse de las características de las personas que los van a ocupar. Contemplarlo o no, es lo que te puede diferenciar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios