Cerciorarse de que todos ciudadanos con derecho a voto estén en el censo, garantizar el sufragio a los electores que lo piden desde el extranjero, enviar las tarjetas censales para que cada uno sepa donde vota, chequear los avales requeridos a los nuevos partidos para participar en los comicios, tramitar las peticiones de aquellos que no quieren recibir en sus buzones propaganda política... La lista de tareas de la Oficina del Censo Electoral es larga.
Una decena de funcionarios de forma permanente y hasta un centenar de empleados en los momentos álgidos de citas con las urnas forman parte de esta maquinaria que hace posible el ejercicio de un derecho con el que se construye la democracia. Son la trastienda de las elecciones.
Antonio Requena es el delegado provincial de la Oficina del Censo Electoral y Antonio Sánchez, el jefe de este organismo. Ambos esbozan una sonrisa cuando se les pregunta qué les parece que se repitan las elecciones generales porque los partidos no han sido capaces de alcanzar un acuerdo. “Nosotros estamos al servicio de los electores”, contesta Requena. “Con independencia”, acota Sánchez. “Y neutralidad”, agrega el también delegado del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
El verdadero quebradero de cabeza en cada elección es el voto por correo. Cuenta Sánchez que en algunas elecciones han recibido más de 3.000 solicitudes de sufragio postal en la misma jornada. “Los plazos de la Ley Electoral son muy cortos y no nos los podemos saltar. Es un trabajo de chinos y tenemos que sacarlo en el día”, explica. Y lo sacan.
Requena apunta que hay una “compenetración maravillosa con Correos” para que los ciudadanos puedan ejercer su derecho al voto. El problema no sólo es que los plazos son cortos y están muy acotados, sino que los electores dejan el trámite para última hora. Así que a la Oficina del Censo se le acumula el trabajo a final del proceso porque la mayoría de los ciudadanos acuden de forma tardía a pedir el voto por correo.
"Estamos al servicio de los electores, con neutralidad”, dice Requena
Otra de las tareas de este organismo es remitir casi 1.150.000 tarjetas censales en la provincia de Málaga, para que cada elector sepa la mesa en la que deberá emitir su voto el 10 de noviembre. Y además, dirigirse a los más de 54.000 españoles en el extranjeros adscritos a la provincia de Málaga para informarles que si ya pidieron el voto por correo en los pasados comicios no necesitan solicitarlo en esta ocasión y a los que no lo hicieron, que si desean votar, deben cumplir con el trámite. Más adelante, deberán remitirles a los que lo soliciten, las papeletas para que efectivamente puedan elegir al partido que quieran.
También deberán chequear, por ejemplo, que Más País que se presentará en Málaga, tiene las alrededor de 10.000 firmas de electores en esta circunscripción para competir por primera vez en la contienda electoral. Además de todo el trajín previo al 10-N, ese día, una treintena de empleados del Censo Electoral estarán de guardia para resolver incidencias.
Su labor va más allá de las elecciones. Porque de forma mensual tienen que actualizar y cerrar el censo por si hubiera una convocatoria electoral. Para ello, durante todo el año cruzan datos con los alrededor de 8.000 ayuntamientos de España, con el Registro Civil y con los consulados españoles repartidos por el mundo para que no haya errores ni duplicidades. Antes, durante y después de cada elección, es un trabajo que nadie ve, pero que es imprescindible para hacer realidad la democracia.
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