Un 'Gaudeamus' en tono menor

Quién lo iba a decir, parece que la Universidad siempre ha estado ahí, pero no: hubo que ganársela a pulso l La institución sufre ahora su crisis más aguda y quizá convendría que Málaga, como ciudad, peleara más y mejor por mantenerla l ¿O es que acaso su futuro ya no depende del conocimiento?

En las cabezas pensantes sigue latiendo el futuro, aunque cada vez les queden menos argumentos.
Pablo Bujalance

05 de octubre 2012 - 01:00

HACE unos días compartí café y conversación con un amigo que es profesor de la UMA y me contó algo que yo ya sospechaba pero que por primera vez se me reveló íntegro y absolutamente real. Después de la última remesa de exámenes, no fueron uno, ni dos, sino varios, los alumnos que fueron a ver a mi amigo a su despacho para informarle de que, si los suspendía, se verían obligados a abandonar la carrera por la imposibilidad de hacer frente a los pagos de las tasas. Este profesor en cuestión me describió bien la situación con un ejemplo: "Un alumno me dijo que si lo suspendía la siguiente matrícula le saldría por 1.800 euros y que, en tal caso, no tendría más remedio que dejarlo, volver al pueblo y ponerse a trabajar en el campo con su padre. ¿Qué puede hacer uno en un caso así? Uno puede considerar justo calificar su examen con una nota negativa si el examen está suspenso, pero de ningún modo impedirle que siga estudiando. Entonces, no hay más remedio que buscar un equilibrio, pero tenemos que lidiar con situaciones que a los profesores no nos corresponden". Mientras mi amigo me contaba su caso recordé algunas cosas: mi propio paso por la Universidad, algunos profesores que resultaron determinantes en algunas decisiones que adopté, otros que por el contrario no me aportaron nada en absoluto, los conocimientos que adquirí y que todavía, cuando escribo artículos como éste, me son no tanto necesarios como imprescindibles. La cuestión es que uno de los peores efectos de la crisis es de la aclimatación: las cosas son como son, las injusticias excitan la indignación del respetable pero al final las aguas vuelven a su cauce, parece que todo se resuelve y la vida sigue como hasta ahora aunque se queden algunos muertos por el camino. Hay manifestaciones, de acuerdo, algunos se rebelan, pero no hay más remedio que tirar p'alante y así vamos. Por lo que cuentan quienes estuvieron allí, la pelea por ganar la Universidad de Málaga fue larga y dura. Hubo problemas de todo tipo, una burocracia atroz, reticencias desde las más altas instancias, pero la ciudad, cuentan, tenía claro que su futuro dependía del conocimiento que se generara en una institución aún soñada. El PTA vino después a confirmarlo todo, pero por aquel entonces no cabía ni imaginar un proyecto así. Luego llegó la Universidad, al fin, y con ella una puesta al día en materia tecnológica y cultural, un rejuvenecimiento de los procesos y las formas en una ciudad anclada en el Antiguo Régimen y la escalada de puestos en lo que a competitividad se refería. Luego llegaron los informes de calidad, algunas decisiones desacertadas, los empeños infructuosos en llevar el campus de El Ejido a Teatinos y la soledad de las nuevas Ingenierías: estaba claro que ganar la UMA no iba a significar el fin del camino. Habría que seguir peleándola. Y he aquí el quid de la cuestión.

La aclimatación parece haber convencido a esta ciudad de que el conocimiento ya no es necesario para ganar el futuro. EL PTA está muy bien donde está, pero lo importante es disponer de un bar en el que servir copas. Ir a la Universidad, tal y como lleva pretendiendo el Gobierno desde hace sólo un año, es un capricho tan inútil como ir al Conservatorio: cosa de señoritos. La clase obrera, a la obra. Sólo eso podría explicar que Málaga no se haya puesto en pie, firme y segura de sus razones, para defender la Universidad que tanto le costó ganar de las agresiones cometidas a cuenta de la crisis. La tragedia no es una invención: no hay profesorado, no hay medios, no hay inversión de ningún tipo. Iniciativas como el Andalucía Tech, del que tanto se esperó en su día, duermen el sueño de los justos. Al sistema educativo, en su totalidad, no le quedarían muchos argumentos si, además de los recortes, la Universidad se va al garete. Pero en esta ciudad, la UMA la pelearon todos. No sólo los que podían pagársela.

2 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último

El extranjero | Crítica

Ozon no puede con Camus