Helados y materialismo dialéctico

Las ideologías han muerto, pero no en Málaga l Por más que la Virgen del Carmen regresara ayer a la mar, en el funeral de Leopoldo del Prado pusieron al Cristo de Parcemasa mirando a la pared l Y todo porque el cementerio carece un salón laico donde el Che no tenga que robar protagonismo

Quítate tú que me pongo yo: cada cual reza a quien quiere, o a quien se deja.
Quítate tú que me pongo yo: cada cual reza a quien quiere, o a quien se deja.

HOY cumplo 33 años (vale, ya lo saben). Es tiempo de que, cuando me pregunten por el número de años que llevo pisando el suelo, los curiosos y los funcionarios me respondan a su vez "anda, la edad de Cristo". Pues sí, así es, por mucho que los historiadores y los teólogos mijitas lleven siglos diciendo que no, que el nazareno apenas llegó a los 30. La cuestión es que ahora, cada vez que entre a una iglesia y me encuentre con el crucificado de turno (la Catedral de Jerez es uno de los pocos templos que conozco presidida por un resucitado: bendita excepción; por cierto, perdonen los fervientes que escriba aquí los títulos y apelativos referidos al palestino con minúsculas), estaré viendo a un hombre de mi edad. No tengo intención alguna de ponerme pío, pero la tradición y la coincidencia me hacen sentir más cercano al Cristo, con más autoridad para hablarle de tú, por más que prefiera imaginármelo vivo y difiera considerablemente de muchos que pretenden sentar dogma con lo que presuntamente dijo o hablar en su nombre. En fin, que ando con mis disquisiciones espirituales, aunque confieso que, como le ocurría a Mafalda, a menudo comprendo que no hay solución ni respuesta para mis dilemas y prefiero bajar a comprar helados. Lo bueno, eso sí, de practicar teología doméstica en Málaga es que aquí, popularmente, la imagen de Jesucristo va ligada al contraste, al colorido, a la humanísima paradoja de pretender una cosa y pregonar la contraria. Curiosamente, el mismo Jesús ya advirtió que su nombre sería empleado como señal de contradicción; lo que seguro no sabía (perdonen otra vez los fervientes: en lo que sí que no creo es en un Cristo tipo héroe griego, con toda la sabiduría divina y mundana metida en la cabeza) es que en Málaga esa contradicción iba a alcanzar cotas surrealistas. No hace falta esperar a la Semana Santa, cuando en la tribuna de la Plaza de la Constitución circulan las bandejas con jamón y las copas de fino a toda velocidad mientras el titular de la cofradía agoniza en la cruz a sus pies. Ayer, en Pedregalejo y El Palo, la festividad de la Virgen del Carmen volvió a dar cuenta del paganismo mediterráneo que se revoluciona en torno a una talla, con procesiones a rebosar en competencia con los bares, signos por igual de admirable respeto y desenfado generacional, mayores persignados con ahínco y tapas de rosada con alioli regadas con cerveza fresquita. Hasta Dios tuvo que sentir celos.

Pero la verdadera revolución aconteció el pasado martes en la segunda capilla del Parque Cementerio, donde se celebró el funeral civil por el antiguo responsable del PCE Leopoldo del Prado. El recinto en cuestión se convirtió en un verdadero museo de la República y el materialismo dialéctico: por aquello de la coherencia (acabo de leer la biografía que Francisco Martínez Hoyos ha escrito sobre Alfonso Carlos Comín, cristiano y comunista que desarrolló un importante activismo en Málaga en los 60; qué triste que al final toda posible conciliación siga sonando a utopía), los símbolos religiosos fueron apartados o camuflados y sustituidos por iconos del más diverso rojerío. De todas las imágenes que quedaron del acto, prefiero la del Cristo puesto de cara a la pared y tapado por el Che Guevara de la instantánea histórica que, precisamente, tomó Alberto Korda durante un funeral. Más allá de la sensación de chapuza que debió embriagar a los presentes junto al dolor, lo triste es que Parcemasa no disponga a estas alturas de un centro de naturaleza laica en el que se pueda rendir homenaje a quien haya estipulado entre sus últimas voluntades la de marcharse al otro barrio encomendándose a Karl Marx, a Xuxa o a cualquier personaje distinto al Cristo de 33 años. Aunque, en el fondo, cuando al fin el Antiguo Régimen haya sido depuesto algunos echaremos de menos las señales de contradicción que hacen de Málaga la ciudad única que nunca fue.

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