Málaga

Málaga, la muy Ruidosa

  • En las principales calles del Centro se supera ampliamente durante el día el límite de 55 decibelios marcado por la Organización Mundial de la Salud

  • En la Alameda se duplica

La primera en el peligro de la Libertad, la muy Noble, muy Leal, muy Hospitalaria, muy Benéfica, muy Ilustre y siempre Denodada Ciudad de Málaga. Es el lema del escudo de la ciudad de Málaga y se le podría añadir sin problema alguno la muy Ruidosa, un mal que apareja cualquier urbe de más de medio millón de habitantes que, además, atrae a más de un millón de turistas al año sin contar los cruceristas.

El problema del ruido no es nuevo y se sufre en todas las barriadas, desde la habitual carga y descarga de los camiones de basura hasta las obras del Metro pasando por las conversaciones, alcoholizadas o no, de miles de personas en los bares de copas y en las terrazas. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha reabierto la caja de Pandora al pedir a los ciudadanos que hablen bajo para no molestar a los demás, algo que debería ser obligatorio por mera educación pero que a casi todo el mundo se le olvida. Y que tire la primera piedra aquel que no haya hablado en voz más alta de lo normal en alguna calle, restaurante, tienda... A los vecinos del Centro, hartos del escándalo diurno y sobre todo nocturno de cada fin de semana, no le sentaron bien las palabras del alcalde porque reclaman medidas concretas, aunque se lo tomaron con humor y empapelaron las calles del Centro con un cartel con la foto de De la Torre mandando callar.

El ruido en la plaza Mitjana, Uncibay y el resto de calles del Centro un fin de semana por la noche es ensordecedor e impide el normal descanso de los vecinos. Este diario ha decidido ir un poco más allá y comprobar cuánto ruido hay en la calle, en general, un día normal por la mañana con una aplicación móvil que mide los decibelios. El ciudadano está tan acostumbrado al ruido que casi no lo aprecia, pero al hacer las mediciones se observa que se sobrepasan los límites marcados por la Organización Mundial de la Salud prácticamente en cualquier esquina. La OMS establece que en exteriores no se deberían superar los 55 decibelios de día ni los 50 de noche. Además explica que a partir de los 70 decibelios puede haber un "daño auditivo despreciable"; entre 100 y 130 decibelios se produce una "incomodidad auditiva"; entre 130 y 140 decibelios hay un "riesgo de daño físico como una perforación del tímpano"; y a partir de 130 decibelios hay "dolor agudo". En la Alameda, entre la parada de autobuses y la obra del Metro, llegamos a medir 101 decibelios.

El problema del ruido no es solo de noche en Mitjana. El trasiego de turistas, el Metro... En la calle Larios los únicos que no hacen ruido son las 'estatuas humanas'

Partimos desde la calle Alcazabilla y varios guías turísticos dan las oportunas explicaciones a los visitantes. El trasiego de personas subiendo y bajando y la cercanía de un cantante callejero que da todo lo que tiene, aunque de calidad cuestionable, elevan el medidor hasta los 80 decibelios, 25 más del máximo recomendado por la OMS.

Bajamos por calle Císter y llegamos a la Catedral, donde se concentran otro buen número de turistas. Un señor tocando la guitarra eléctrica acompañado de un altavoz hace de hilo musical para los viandantes, unido a los vehículos que pasan y las ruedas de las maletas de los viajeros que han dejado o llegan a la vivienda de alquiler turístico. 73 decibelios marca el aparato. Lógicamente, sube y baja por segundos en función de ruidos o silencios puntuales, por lo que hay momentos en los que se llegan a pasar los 80 decibelios y otros en los que marca 60. Nunca por debajo de los 55 máximos que se consideran saludables.

Recorremos la calle Santa María y más de lo mismo. Tiendas de souvenir, cafeterías, personas intentado pasar por una vía estrecha... 67 decibelios. Salimos a la Plaza de la Constitución. Más turistas, runruneo constante y 87 decibelios para el cuerpo. Bajamos a Larios y la historia se repite. Cuatro mujeres, cada una con su respectiva maleta y ruedas, acaparan la mayoría de la vía central. Conversaciones en muchos idiomas, entrada y salida de tiendas... Solo las estatuas humanas guardan silencio. 78 decibelios que suenan a broma cuando se recuerdan las trompetas de las procesiones por la principal arteria de la ciudad en Semana Santa.

Rápido cruce a calle Nueva y descenso hasta Puerta del Mar, donde un cantante callejero -con bastante mejor tono que el de Alcazabilla- hace sus pinitos con versiones de canciones en inglés a la espera de algún euro bienaventurado. El chico canta bien, pero se superan los 80 decibelios de manera constante. Las cosas de la música. El tráfico cercano tampoco ayuda.

Giro a la derecha y viaje a uno de los museos del ruido malagueño por antonomasia: el mercado central. Tiene, como siempre, un alto grado de ocupación y nunca se baja de los 80 decibelios que, de pronto, se disparan a más de 90 cuando el frutero, el carnicero o el pescadero tira de marketing y lanza uno de sus habituales gritos para captar la atención del personal. La oferta del mango lleva el medidor a la línea roja.

Aún aturdidos y sin mangos en la bolsa porque estamos trabajando, cruzamos a la Alameda con los operarios del Metro recuperando el tiempo perdido a ruidos forzados. La continua llegada, parada y reanudación del viaje de los autobuses municipales con sus respectivos motores y sonidos de la máquina de billetes y las conversaciones de las personas que pacientemente esperan su turno hacen que den ganas de irse de allí.

Es un pequeño paseo por varias calles del Centro durante el día. En Carretera de Cádiz, El Palo o Ciudad Jardín hay tanto ruido o más, dependiendo de la zona y el momento. El Ayuntamiento de Málaga ha decretado una zona acústica saturada en varias calles del Centro y El Romeral que implicará, entre otras medidas, impedir que abran nuevos locales de hostelería, aunque no está en vigor al encontrarse en el proceso previo a las alegaciones.

De la Torre pidió que se hable bajo e igual alguien lo hace al ver los carteles que cuelgan los vecinos. Pero Málaga no es ruidosa solo por las charlas de bar, sino por el día a día de una urbe que crece cada vez más y en la que, en determinadas vías, hay más turistas que nativos. Habrá que sumarle Muy Ruidosa al escudo.

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