Mercedes Cárdenas en sus 65 días retenida en Dubái: “Temí que me hicieran desaparecer”
La malagueña se cura de sus secuelas físicas y psicológicas mientras emprende acciones legales contra la Embajada de España
Al abrazarla se notan sus huesos, se percibe su fragilidad. Era delgada y ha perdido unos ocho kilos en los últimos tres meses. Le cuesta comer, dormir, concentrarse y seguir el hilo de la conversación en algún momento. Todavía la atenaza el dolor en el pecho propio la ansiedad. La malagueña Mercedes Cárdenas Rebollo no es la misma que viajó el pasado mes de octubre a Dubái para emprender un nuevo proyecto laboral.
Junto a su pareja, José Luis Sánchez, tenía un contrato de dos años para realizar viajes charter en el yate de un influyente armador emiratí. Pero las condiciones no fueron, ni de lejos, las que esperaban y decidieron rescindir el acuerdo durante los meses de prueba. Ahí comenzó la pesadilla que la tuvo 65 días retenida sin poder regresar a España.
“Estábamos viviendo en condiciones infrahumanas, nos prometían que iba a mejorar todo, pero pasaban las semanas y no sucedía nada, seguíamos malviviendo, aguantamos demasiadas calamidades”, comenta la malagueña, que un mes después de su llegada a casa sigue reponiéndose de las secuelas físicas y psicológicas que le ha dejado este “calvario”.
“Vivíamos en camarotes sin ventilación, sin aire acondicionado con 40 grados durante el día y 30 por la noche, trabajando de 14 a 17 horas sin parar, sin descanso, éramos esclavos”, agrega Mercedes. Su pareja, que ha trabajado en unos 60 países, era el capitán del barco.
Problemas de seguridad y malas condiciones de vida
En su inspección inicial asegura que se encontró el yate “sin profundímetro, sin medidor de combustible, sin carta de navegación plotter”. Tampoco, afirma, había pasado “inspecciones de medidas contra incendios, no tenía dotación de cocina, tenía un nido de cucarachas, no tenía lavadora y nos hacían navegar por encima de las dimensiones del barco”. Explica el capitán que en cada jornada montaban en la embarcación un centenar de personas “alcoholizadas hasta arriba”, unos 50 por viaje siendo un yate de 30 metros.
Así que, cansados de esperar a que todo mejorase y viendo que peligraba su seguridad y la del pasaje, el capitán paró el barco y decidieron terminar el contrato el 20 de noviembre. Cinco días más tarde, decidieron coger un vuelo a Madrid. José Luis pudo atravesar el control de pasaportes. Mercedes fue llevada hasta el control de Migración.
“Teníamos las mismas condiciones, el mismo visado, el mismo contrato y la misma duración, todo igual y no nos explicamos por qué uno pudo y el otro no”, comenta Mercedes. “Metieron mi pasaporte en la máquina, salió la cruz roja y me dijeron: “para Migración, por favor”, recuerda.
Sin explicaciones y sin poder regresar a casa
“Allí no hacía más que preguntar qué pasaba y nadie me decía nada”, añade. A pesar de su impotencia y su frustración, pensó que iba a ser cuestión de horas y cambió el billete para el día siguiente. José Luis la esperaba ya en Madrid. Pero tampoco el día siguiente pudo ser, ni el otro, ni el de después. Buscó refugio en grupos de hispanohablantes en las redes sociales, que le ofrecían alojamiento durante unos días, y tuvo que ir de casa en casa pidiendo caridad.
“Lo más frustrante es que no me daban explicación alguna, pedía un papel aquí y otro allí, nadie sabía nada, he estado de institución en institución, y ellos pasándose la bola”, subraya Mercedes. “Iba al aeropuerto y no permitía Migración que saliese, tengo vídeos que lo prueban, en el Ministerio de Trabajo no me daban documentos, en Autoridad Marítima, tampoco, si recurría a la Policía, menos, ni en los juzgados. Siempre me remitían al armador, a la empresa”, agrega.
Pero todo se complicó aún más cuando, el 1 de enero de 2022, se caducó el visado de Mercedes y quedó “en el limbo”. No la dejaban salir y, sin embargo, la han multado por cada día que ha pasado en Dubái sin visado. Antes de poder regresar a España el 28 de enero tuvo que pagar más de 1.000 euros de sanciones. A esto se añadió que ya no podía recibir dinero de su familia desde España a través de Western Union, por no tener legalizada su situación.
“Estaba sola y expuesta a que me pasara no sé el qué. Al ser ese hombre tan poderoso y con tanto dinero, pensé que me podía pasar lo que ellos quisieran. Temí que me hicieran desaparecer, que me tiraran a la carretera y luego dijeran que me había suicidado”, explica la malagueña, y afirma que “pasaban miles de cosas por mi cabeza muy negativas”.
“Entre la negatividad, la ansiedad, el agobio, la huelga de hambre de los últimos 11 días... Mi cuerpo se estaba trastornando mucho. Tuve infecciones de orina, pérdida de memoria, casi no podía resolver cosas por mí misma”, destaca.
Acciones desde España
Desde España, su pareja ha movido cielo y tierra para traerla de vuelta. Escribió 13 cartas a la Casa Real, sin obtener el apoyo deseado, y habló con instituciones locales, regionales y nacionales. El último paso fue llevar el caso a instancias europeas.
“Hablé con personalidades que tenían línea directa con la casa real de Emiratos Árabes y se le dio un tirón de orejas al armador y, al quitar el freno, los abogados pudieron solucionarlo al día siguiente”, comenta José Luis. Después de 65 días retenidas, bastaron 24 horas para permitir a Mercedes su regreso a casa.
Los abogados que asistieron a Mercedes lo hicieron de forma altruista cuando conocieron el caso, a finales de diciembre. “No entendían nada de lo que estaba pasando porque burocráticamente no había un pero, no había denuncia, ni demanda, ni había ningún delito”, explican.
Inicio de las acciones legales
Ahora que Mercedes está en proceso de recuperación, van a iniciar la batalla legal. “Vamos a emprender una acción judicial contra el Gobierno de España en la extensión de la Embajada por una negligencia y un trato inhumano consentido hacia Mercedes. Se nos ha mentido continuamente por escrito y ha habido gente que ha ostentado nombrarse con cargos que no tenían”, indica José Luis.
“La Embajada la tuvo abandonada 65 días, y no solo en el plano institucional, sino en el humano. Llegaban desde Abu Dabi a la Expo de Dubái día sí día no y en ese tiempo no pidieron ni una visita, ni se interesaron por ella, no solo para darle asesoramiento o ayuda institucional, hablo de la parte humana”, critica José Luis. Y va más allá: “Decían que no iban a molestar ni a enfadar a las autoridades emiratíes con el caso. Hay muchos negocios oscuros, unos intereses mucho más gordos”, sostiene.
También asegura que “no había ninguna cláusula como se dijo desde el Ministerio, no teníamos que pagar nada, el contrato estaba claro”. Y en eso le ha dado la razón una sentencia de un procedimiento judicial laboral celebrado en Dubái el 10 de enero.
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