Oasis en la Feria
A pesar de la algarabía general que inunda las calles del centro, existen remansos de tranquilidad donde beber, comer y disfrutar de la música
ME encantan estos momentos de calma antes de la tormenta. Me recuerdan a Beethoven", recitaba un policía corrupto antes de pasar por la escopeta recortada a toda la familia de una jovencísima Natalie Portman en León (1994). Lo mismo podría decir este agente mientras se encamina por las calles del centro hacia los puntos calientes de la Feria de Día. Una vez llegado a la Plaza de la Constitución, por poner un ejemplo, la escandalera montada es de tal magnitud que sobrepasa por momentos la potencia de los altavoces de las casetas.
Una tormenta de proporciones bíblicas cuya estampa se podría asemejar a lo que vivieron los pobres babilonios momentos después del castigo divino que recibieron por construir la Torre de Babel. Centenares de personas hablando entre sí pero sin enterarse de lo que el otro le dice. Más o menos lo que ocurre en la Constitución y la calle Larios todos los días de Feria. Con la salvedad de que en lugar de toga, el gentío lleva camisetas de tirantes y shorts. El estruendo es tal que, sin haber escuchado el comentario del compañero, el fulano hace la mítica de sonreír como un parguela y soltarle un "¡ya ves!".
No obstante, todo huracán tiene un ojo donde reina la tranquilidad. Un espacio donde poder disfrutar del comer y el beber de la Feria del centro. Lugares donde poder echarse unos bailes sin que nadie hasta arriba de Cartojal te empape de calimocho.
Lo más razonable es no acercarse al meollo: calle Larios, plaza de la Constitución, calle Granada, Calderería y Uncibay se convierten desde bien temprano en un mar de feriantes yendo y viniendo.
El entorno de la Parroquia de San Juan ofrece opciones tranquilas pero con el alma de la Feria: La Recova se convierte todos los mediodías en un tablao donde el cante y los callos son los protagonistas. En los aledaños del Thyssen también existen bares y restaurantes que amenizan la comida con sevillanas y flamenco.
No obstante, existen lugares inmersos en la vorágine del rebujito donde se uno se puede sentar a disfrutar de la gastronomía malagueña y de la fiesta sin tener que hacer malabares con la cerveza, el pinchito de pollo y el plato de tortilla de patatas.
El Pasaje Chinitas es uno de los ejemplos de estos lugares: oasis cercanos a la tormenta. Tal vez sea por los arcos de forja que coronan sus entradas o la sensación de pisar el suelo sagrado del antiguo convento que ocupaba el pasaje, pero los descamisaos no se atreven a acercarse
Al pasar por debajo de esos arcos, el tumulto queda apocopado por las paredes de los edificios. En lugar de él, unas sevillanas invaden el espacio acústico. Las ondas nacen del hostal Chinitas pero la conversación es posible sin tener que desgañitarse. Los bares de la zona inundan con mesas y sillas de plástico la pequeña plazoleta. "Al ser un sitio cerrado y estrecho los jóvenes no vienen. Prefieren la plaza de la Constitución porque tienen más espacio", explica Fernando Moreno, dueño del restaurante Rincón Chinitas.
Sin embargo, si hay un sitio que aguanta las tempestades de la algarabía juvenil: es la caseta situada en el interior del colegio Prácticas Número 1 y organizada por los dueños de Casa Pedro. Tal vez, los feriantes sientan terror al ver el cartel verde y gris que indica que están entrando en un centro de enseñanza, haciendo que huyan despavoridos. O, más bien, la presencia de un vigilante que cuida de que no entren botellas de cristal al recinto.
La conclusión es la misma, lugares donde bailar sevillanas , atiborrase cómodamente de comida y bebida y, sobre todo, disfrutar de la esencia de la Feria.
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