Opinión | Territorio Comanche

Pensad bajito

  • El ayuntamiento debe tomar medidas para una adecuada gestión ambiental del ruido que contribuyan a reducir la contaminación auditiva, pero ya tenemos un culpable, y son los pisos turísticos

Los tres vecinos de la Plaza Mitjana que le han ganado la sentencia al Ayuntamiento.

Los tres vecinos de la Plaza Mitjana que le han ganado la sentencia al Ayuntamiento. / Javier Albiñana

ANTE la reciente sentencia del TSJA relativa a la contaminación acústica a consecuencia de la denuncia de algunos vecinos de la Plaza Mitjana, los expertos de medio ambiente del Ayuntamiento creen que hay profundizar más para distinguir lo que es el ruido ambiental de lo que es el específico que genere las actividades de ocio, porque si es muy difícil ser experto en esto, para los que están en la tarea, más lo debe ser para los propios jueces, y el máximo regidor concreta que “con estas palabras no estoy quitándole validez, ni mucho menos, a la sentencia, pero la tenemos que ver y estudiar a fondo”. Traducción: Como no nos ha gustado la sentencia, redefinimos el concepto y a otra cosa mariposa.

El TSJA ratifica el pago anual de 13.440 euros para los tres recurrentes, aunque establece el inicio “desde agosto de 2018 (en lugar de desde el dictado de la sentencia) y hasta que se lleven a la práctica las medidas que de manera efectiva hagan desaparecer las molestias derivadas del exceso de ruidos o, si durante la tramitación de este proceso se hubieren ya adoptado, hasta la fecha de esa adopción, o hasta que las viviendas de los referidos dejen de ser o hayan dejado de ser domicilio real y efectivo de los mismos”. Dinero público que entre todos vamos a abonar por negligencia de nuestro Consistorio, al no parecerle suficientes las reiteradas quejas de unos vecinos ante un tema que no es baladí, porque la contaminación acústica, es uno de los factores ambientales que provoca más problemas de salud. De hecho, solo en Europa, causa al año más de 17.000 muertes prematuras y cerca de 80.000 hospitalizaciones. Según la Organización Mundial de la Salud, a partir de 65 decibelios (dB) se puede considerar contaminación acústica, siendo el ruido dañino si supera los 75 (dB) y doloroso a partir de los 120 dB.

En nuestro caso la contaminación acústica procede de varias fuentes. La proveniente del tráfico automovilístico es la principal, puesto que, por ejemplo, el claxon de un coche produce 90 dB y el de un autobús 100 dB, así las proximidades a las circunvalaciones de Málaga, e incluso las vías rápidas, aquellas que se denominaron como “red básica” también destacan por su nivel contaminante. Otra es la generada por el tráfico aéreo, especialmente en el entorno del aeropuerto, en Churriana, La Cizaña y Alhaurín de la Torre, porque si bien el número de aviones que sobrevuelan las zonas urbanas es inferior al de coches, su impacto es mayor, puesto que las aeronaves llegan a producir hasta 130 dB. O las obras de construcción o arreglo de infraestructuras. Sirva como referencia que un martillo neumático suena a 110 dB.

Respecto a este tema en los últimos tiempos la concienciación tanto ciudadana como del propio consistorio ha ido aumentando, y determinadas actuaciones han permitido mejorar nuestra situación en relación a este tema; la peatonalización de las calles, las restricciones en los accesos a los coches en algunos puntos, la limitación de la velocidad a 30 kilómetros en zonas de prioridad peatonal o el incremento del transporte público (autobús) y no motorizado (bicicletas) están detrás de esta mejoría. A pesar de ello, Málaga no está en una situación envidiable en cuanto a contaminación acústica, y si bien en términos generales, puede ser cierto que no alcanza niveles preocupantes, en algunas zonas y en determinados horarios, el ruido generado en la ciudad puede ser molesto para más del 30% de sus habitantes, con lo que nos colocaríamos al nivel medio de las ciudades españolas, aunque dicha media es muy elevada, con lo que en realidad si analizamos las ciudades más ruidosas, ahí ya nos colocamos dentro de las 10 primeras.

Lo hemos planteado muchas veces, y es que en temas territoriales no podemos pretender soplar o sorber a la vez, porque en nuestra Málaga sostenible, son los bares, los restaurantes y las terrazas que se montan en el exterior los que pueden llegar a superar los 110 dB y, de hecho, hay zonas acústicamente saturadas (ZAS). El ayuntamiento debe tomar medidas para una adecuada gestión ambiental del ruido que contribuyan a reducir la contaminación auditiva, pero ya tenemos un culpable, y son los pisos turísticos a los que el ayuntamiento pretende colocar unos medidores de ruido, que por supuesto no puede hacer porque son inmuebles privados.

Vamos, que es otra ocurrencia más, aunque los empresarios de hostelería, naturalmente, plantean que no hay demonizar al turismo de despedidas de soltero, y el alcalde que “el que venga tiene que cumplir las normas de convivencia de la ciudad, la ordenanza de convivencia”. ¿Es que eso estaba en duda? ¿O es que subconscientemente asumimos que al turista una sonrisa y que haga lo que le salga de los de los mismísimos? y ha insistido en aplicar las ordenanzas con “el rigor y con la firmeza necesaria, en definitiva, el control de sonido y las sanciones correspondientes”. Y el código penal, ¿tiene que cumplirlo también? Más que nada por avisarles...

La segunda solución lanzada desde el Ayuntamiento es que hablemos bajito. Sin descomponer la figura. ¿Quién pudiera imaginarlo? Y es que con este tipo de temas, como no acordarse de La Bola de Cristal, aquel legendario y descacharrante programa de la Cadena Ser, que de la mano de Nieves Egea mostraba la realidad divertida de la política, y especialmente de la local. Ahora que están celebrando su cuarenta aniversario, qué gran favor nos harían si lo recuperaran. Porque hay que reconocer que, en afrontar retos, quedándonos en la anécdota, somos la leche.

Si hay que ahorrar agua, pues nos duchamos con una palangana y cronometramos el tiempo de duración; si en plena pandemia tenemos que prevenirnos del Covid, cuando sabemos que funciona por contagio, pues convocamos a la ciudadanía a calle Larios a espectáculos públicos, pero paralelamente tenemos comparecencias diarias en las que conminamos a la ciudadanía hacia la precaución, en toda una exaltación de la esquizofrenia municipal. Y así todo. Ante esto, no tengo la menor duda que lo de las vallas del puerto tiene como razón de ser evitarnos la caída al agua de la dársena, por si no sabemos nadar. Medida preventiva, oiga. Bromas aparte, en realidad, no parece que lo que pretendan sea solo que hablemos bajito, en el fondo y a juzgar por lo visto, más bien lo que quieren es que pensemos bajito. Y a ser posible, poquito.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios