Málaga

Rumbo al trabajo con más de 45 en Málaga

  • Asociación Arrabal ha puesto en marcha un programa para fomentar el autoempleo en adultos

  • Los proyectos, desde un quiosco a un local de arepas

Los integrantes de Rumbo al trabajo posan con Jon, su tutor.

Los integrantes de Rumbo al trabajo posan con Jon, su tutor. / J. P. (Málaga)

Arrabal era el barrio que quedaba fuera de los muros de la ciudad, apartado de las lindes oficiales, al otro lado de las murallas que protegían los edificios importantes. Históricamente, en los arrabales quedaban los marginados, aquella población que intramuros se miraba con cierto rechazo, por encima del hombro.

En lo referido al empleo, si hay una población que pueda sentirse extramuros, fuera de la población, mirada con cierto rechazo son los mayores de 45 que se encuentran en paro. El último Informe Argos de la Junta de Andalucía publicado en junio de este año registra 87.033 parados en esa franja de edad, más del 50% del total de los 173.020 desempleados registrados en la provincia.

De ese problema estructural surgió Rumbo al trabajo, el programa impulsado por la Asociación Arrabal junto a la Fundación Incyde y al Fondo Social Europeo para fomentar el autoempleo entre personas de 45 años.

Jon explica unos conceptos económicos a sus alumnos Jon explica unos conceptos económicos a sus alumnos

Jon explica unos conceptos económicos a sus alumnos / Javier Albiñana (Málaga)

El programa comenzó en junio y se prolongará hasta septiembre. De los 13 asistentes que empezaron, cuatro ya habían dejado de asistir a mitad de julio. No son casos de abandono, sino muestras del éxito del proyecto: los cuatro consiguieron trabajo por cuenta ajena. Los cuatro, con más de 50 años. Jon Plaza, uno de los tutores, cuenta que los empujoncitos que necesitan a veces se consiguen con detalles minúsculos, “casi tontos”.

Por ejemplo, una de las personas que ha encontrado trabajo como pintor vivió durante mucho tiempo en Alemania y habla alemán a la perfección, “pero no lo ponía en su currículum, no le parecía importante. Aquí le dijimos que durante los partidos de la Eurocopa en los que jugase Alemania fuese a algunos bares con ambiente de alemanes y le diese su tarjeta a los que tuvieran casa aquí”.

A veces solo hacen falta pequeños empujoncitos, de ahí que el programa entre a trabajar primero la autoestima de los asistentes, “llegan decaídos, sin ánimos, después de haber escuchado muchas veces lo difícil que es conseguir trabajo pasada cierta edad”, cuenta Jon.

En este, que es un proyecto casi piloto, los tutores se han dado cuenta de que gran parte de la fórmula del éxito del programa son los propios alumnos y la relación que tienen entre ellos. “La dinámica de grupo hace que se motiven unos a otros, que sean ellos mismos los que encuentren fallos en sus proyectos de emprendimiento o se pasen locales vacíos y se avisen de sitios donde buscan personal”, admite Jon.

Además, ver cómo le va bien a tus iguales se convierte en el mejor espejo en que puedes mirarte, “y la actitud es muy importante a la hora de buscar trabajo”, añade el tutor.

El programa basa su aprendizaje en contenidos prácticos, no les enseñan nada que no se pueda aplicar, “no tiene sentido mandarles deberes o que se pongan a estudiar a esta edad”. En cambio, trabajan con diagramas, estudian cuáles son sus puntos fuertes y cómo cubrir las necesidades que les van a exigir en una posible entrevista de trabajo o les va a demandar un futuro cliente.

Dos alumnos atienden las explicaciones de uno de sus tutores. Dos alumnos atienden las explicaciones de uno de sus tutores.

Dos alumnos atienden las explicaciones de uno de sus tutores. / Javier Albiñana (Málaga)

“Les enseñamos a mostrar el valor de ser mayor: ¿qué puedo aportar yo que no puede aportar un joven? Seriedad, seguridad, experiencia...”, resume Jon los puntos positivos que podrían no parecer tan evidentes el primer día que entran por la puerta.

Otra de las cosas que hacen para aumentar su seguridad en sí mismos es que todas las semanas expongan su proyecto al grupo. También cambian sus proyectos y tienen que defender los de sus compañeros, de esta forma trabajan la seguridad de defender algo en lo que no han elaborado ellos.

Darmus Jesús es el primero en presentar su proyecto: “Tengo 46 años y soy de Venezuela. Quiero montar una papelería copistería en Málaga, mi pasión es la escritura y he publicado varios libros”. Darmus había trabajado en el sector del comercio en su Venezuela natal durante muchos años, pero cuando llegó a Arrabal estaba algo perdido.

“Aquí me dijeron: '¿Si pudieras vivir de algo que te gustase el resto de tu vida qué harías?' Y yo pensé en la escritura”. Darmus ya ha autopublicado un libro en Amazon y otro con la editorial Círculo Rojo. “El querer abrir una librería copistería en Málaga está también relacionado con poder publicar mis libros y los de otros escritores que, como yo, ahora mismo no tienen tan fácil el acceso a las editoriales”, aclara Darmus.

Detalle de uno de los cuadros motivacionales que adornan el aula. Detalle de uno de los cuadros motivacionales que adornan el aula.

Detalle de uno de los cuadros motivacionales que adornan el aula. / Javier Albiñana (Málaga)

La de Laura y Málaga es una historia boomerang, de ida y vuelta. Esta es la segunda etapa en la ciudad malacitana a sus 50 años. La primera vez que vino a vivir a la Costa del Sol fue en 2002 y aquí encontró el amor y se casó. En 2008, en plena crisis, decidieron volver a Argentina, “pero mi corazón se quedó en Málaga”, asegura Laura.

Por eso, en 2019 hicieron las maletas junto a sus hijos y volvieron a Málaga, “dejamos buenos trabajos allí, pero queríamos darles a nuestros hijos un mejor lugar de vida, uno más seguro”, aclara Laura. El mismo año que volvió a la ciudad encontró trabajo, pero este pasado mes de febrero cumplió su contrato y no la renovaron.

De ahí que cuando conoció el programa se ilusionase por abrir una ferretería “en la que el cliente nunca se lleve un ‘no hay’ por respuesta”, negocio que le lleva a su infancia, ya que su padre era carpintero.

De Argentina también son Gustavo y Aldana, que con 48 y 45 años son los más jóvenes del grupo. Ellos quieren montar una tienda de muebles, aprovechando la experiencia que tienen, en su país de origen ya regentaban una.

"No quiero depender de nadie ni ayudas, sólo quiero trabajar"

María, llegó a España hace 18 años, con 32; pero 15 de ellos los ha pasado sin tener la documentación en regla. Llegar a a Arrabal fue para ella “abrir un mundo nuevo” después de años en trabajos mal remunerados y sin asegurar. “No quiero depender de ayudas ni de nadie, sólo quiero trabajar”, se emociona al compartir su proyecto con el resto de sus compañeros.

Plácido tiene 58 y quiere trabajar como camarero, el mismo puesto que desempeñó hasta que tuvo que cuidar a su madre con Alzheimer. Algo mayor es Antonio, que con 62 años quiere montar un quiosco en Alhaurín el Grande, “a estas alturas de un trabajo por cuenta ajena te puedes olvidar, yo busco algo con lo que estar tranquilo y que pueda llevarlo”, asegura.

Adriana es de Madagascar y aún le cuesta un poco hablar el idioma, “pero es una persona con una sonrisa constante”, asegura Jon. Está estudiando bachillerato a la vez que está en el programa, porque su objetivo es trabajar como limpiadora o en un trabajo similar, pero no como interna para poder llevar una vida propia.

Cuatro participantes ya han conseguido empleo por cuenta ajena y han dejado el programa

El último proyecto es quizás el más arriesgado, Juan Manuel, a sus 63 años, quiere montar un restaurante que aúne sus raíces con las de Andalucía, tierra de sus padres. De ahí que su sueño sea un local en el que se sirvan arepas venezolanas mezcladas con sabores típicos andaluces. Pero no se queda ahí, todo esto debe ir adecentado con un show constante, “incluso los camareros deben ser bailarines y formar parte del espectáculo”, afirma. Esta idea bebe de sus múltiples viajes a Broadway, donde aprendió la vida.

Pese a ser el mayor de todos los integrantes, los ojos le brillan como a un jovenzuelo contando su proyecto. Quizá se trata de eso, de mantener la ilusión a pesar de que hayan pasado los años.

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