El gran tabú de los abusos sexuales en la familia: una niña, víctima en Málaga de su tío entre los 10 y los 15 años
El agresor, condenado a 12 de prisión y a otros ocho de libertad vigilada, la sometía a tocamientos y le enviaba fotos suyas desnudo
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Convivía con su agresor bajo el mismo techo, compartían mesa, rutina y la sangre. Durante cinco años -entre los 10 y los 15- fue sometida a juegos sexuales y tocamientos. El caso ha llegado hasta el Tribunal Supremo, que ha confirmado la condena para el acusado, tío de la menor: 12 años de prisión y otros ocho de libertad vigilada, una vez cumpla la pena de prisión. La Sala de lo Penal ha desestimado el recurso de casación que la defensa había interpuesto contra la sentencia dictada por la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia. El agresor ha sido absuelto, sin embargo, del delito de acoso por el que se le solicitaba también cárcel.
Pese a los avances en la sensibilización sobre la violencia sexual, los abusos en las familias siguen siendo una violencia silenciada, uno de los secretos mejor guardados -advierten los expertos- por miedo, culpa o presión social. En este caso, ocurridos en "reiteradas ocasiones", eran perpetrados siempre en la vivienda de este familiar. Siempre "buscando la privacidad". El autor le tocaba a la víctima "los pechos y las nalgas, tanto superficialmente como por dentro del pijama". Cuando la pequeña cumplió 11 años se quedó a solas con ella en la cocina, donde, "tras agarrarla con fuerza del brazo", la introdujo en la despensa, la "arrinconó contra la pared y, en contra de su voluntad, la besó". Son algunos de los hechos probados que recoge el fallo, al que ha tenido acceso este periódico.
A partir de los 14 años, reza la resolución judicial, "los ataques" a la indemnidad sexual de la menor "se repitieron continuamente" y se "agravaron". Ambos mantuvieron, además, "conversaciones de índole sexual", a través del teléfono móvil, al que, según la sentencia, le envío fotos suyas desnudo.
Las secuelas invisibles
Fue la madre de la niña quien descubrió los abusos y se lo hizo saber al padre. El responsable, cuando le reprocharon su comportamiento, dejó de tener contacto con la familia. La sentencia repasa las secuelas que marcaron a la menor, que necesitó tratamiento psicológico. Sufrió un trastorno de adaptación ansioso depresivo, estrés postraumático, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo, arrebato de furia, hipervigilancia y alteración del sueño. Dejó además de participar en actividades sociales y laborales, con una evidente "restricción de su vida afectiva".
Sería más tarde, entre los años 2016 y 2020, cuando la adolescente denunciara que el condenado, "de manera esporádica" se ponía en contacto telefónico con ella y también a través de las redes sociales, pero no ha quedado acreditado, según el fallo del Supremo, "que le dijera que la vigilaba, que sabía dónde estaba, quién era su pareja, que le llamara en contra de su voluntad, que la siguiera en Málaga y Sevilla, ni que la llamare siempre el día 29 de abril de cada año para felicitarle su cumpleaños".
Un informe reciente de Save The Children aludía a que en torno al 84% de los abusadores "son conocidos" de las víctimas, "en mayor o menor grado". Entre los espacios más comunes destaca el entorno familiar, "con casi la mitad de los casos analizados donde alguno de los perfiles de abusador más frecuentes son el padre, otro familiar no identificado, la pareja de la madre, el abuelo o el tío.
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