Málaga

El balance dispar de los supervivientes del Covid

Antonio Leal (quizás el paciente que más tiempo estuvo hospitalizado por Covid en Málaga) con su hija Cristina y su mujer, Encarna Urbano.

Antonio Leal (quizás el paciente que más tiempo estuvo hospitalizado por Covid en Málaga) con su hija Cristina y su mujer, Encarna Urbano. / Javier Albiñana

Hace tres años, los malagueños – como el resto de españoles– estaban confinados. Si se echa la vista atrás, las emociones se reparten entre el alivio y el espanto. Espanto por el pasado, alivio por el presente. Tres años después, muchos pacientes hospitalizados por Covid están recuperados por completo y ahora recuerdan su ingreso como un mal sueño. Pero otros siguen luchando a brazo partido contra las secuelas que les dejó el virus. Es el dispar balance de los supervivientes.

Obviamente, la peor parte se la llevaron los 2.883 fallecidos en la pandemia con esta infección. Y en segundo lugar, las 17.239 personas que tuvieron que ser hospitalizadas debido a su gravedad.

Antonio Leal. Antonio Leal.

Antonio Leal. / Javier Albiñana

Entre ellos estuvo Antonio Leal. Fue uno de los primeros contagiados. Contrajo el virus a mediados de marzo de 2020. Pasó 343 días ingresado entre el Clínico y el Marítimo, 74 de ellos en Cuidados Intensivos. Quizás sea el paciente de la provincia que más tiempo permaneció hospitalizado. Entró caminando en el Clínico y casi un año después salió en silla de ruedas. Aunque se ha recuperado bastante, no ha vuelto a andar.

Apenas da unos pasos, y con ayuda, para ir al baño. Además, no puede mover el brazo derecho. “Me estoy acostumbrando a comer con la mano izquierda a la fuerza... Me encuentro bastante bien, dentro de lo que cabe... En el hospital estuve muy mal. Le vi las orejas al lobo, pero aquí estoy, dando guerra”, bromea. A sus 70 años, conserva el buen humor para sobrellevar esta adversidad.

Él y su mujer, Encarna Urbano, estaban felices disfrutando en un hotel de Huelva cuando estalló la pandemia. Unos días después, él estaba hospitalizado. “Yo estoy a su lado todos los días, las 24 horas, porque no tiene estabilidad”, cuenta Encarna. Ella lamenta que la sanidad pública ya no le siga dando sesiones de rehabilitación, como al principio de su convalecencia. “Porque somos pensionistas y no podemos costearnos un fisioterapeuta, eso debería cubrirlo el seguro. Nos dicen que ya no le pertenece, pero no anda”, denuncia. Así que su hija y su yerno, cuando terminan de trabajar, se pasan por su casa y lo sujetan para que camine; a ver si pudiera volver a ser el que era. Antes del Covid, era válido. Ahora es un gran dependiente. Cristina, su hija, recuerda: “Sumando que no podíamos visitarlo en el hospital, que su gravedad era extrema y que estábamos confinados en casa, fue una época muy dura”. Aunque no puede ir solo al baño y únicamente cuenta con un brazo, Antonio está más animado. “Menos mal que cuento con mi familia”, reflexiona.

Josefa Gálvez, una de las primeras hospitalizadas por Covid, en el gimnasio. Josefa Gálvez, una de las primeras hospitalizadas por Covid, en el gimnasio.

Josefa Gálvez, una de las primeras hospitalizadas por Covid, en el gimnasio. / M. H.

Josefa Gálvez también fue de las primeras ingresadas por Covid en Málaga. “Fue justo cuando comenzaba la pandemia y la sanidad estaba colapsada”, explica. Recuerda que una noche estuvo “a punto de palmarla”. Estaba en el Hospital Quirónsalud Málaga, aislada, como todos los infectados con coronavirus. “Me ahogaba, apreté el botón para pedir ayuda y perdí el conocimiento”, relata. Permaneció 23 días en ese centro sanitario. No pasó por la UCI, pero le han quedado secuelas: el pulmón izquierdo tocado y un cansancio que no es normal. Tiene 68 años y lucha por recuperar capacidades haciendo natación y entrenamiento personal en un gimnasio. “Antes del Covid estaba bien. Ahora todo me cuesta mucho. Intento mantener la rutina, pero no recibo tanto oxígeno como antes”, asegura.

Francisco Espada, tres veces a punto de morir y recuperado sin secuelas. Francisco Espada, tres veces a punto de morir y recuperado sin secuelas.

Francisco Espada, tres veces a punto de morir y recuperado sin secuelas. / M. H.

Francisco Espada también está entre los primeros hospitalizados en Málaga por el Covid en aquel “horrible” marzo de 2020. Pasó 82 días en el Hospital HLA El Ángel; de ellos, 39 en la UCI. Ingresado cumplió sus 63 años y tres veces empeoró a tal punto que su familia temió lo peor. “Estuve muy mal, más de un mes en la UCIy a mi mujer le dijeron tres veces que se despidiera de mí”, recuerda.

Sin embargo, a diferencia de otros pacientes, se ha recuperado sin secuelas. “Me encuentro muy bien, muy bien”, afirma de vuelta ya a su casa tras una caminata de más de dos horas. “Conozco gente que ha muerto por Covid, otros compañeros a los que les han quedado secuelas; pero yo, gracias a Dios, me encuentro perfecto”, sostiene. Después de su hospitalización, no volvió a trabajar. Ahora, a sus 65 años lleva una satisfactoria vida de jubilado. Con su mujer, viaja todo lo que puede. “Me dedico a pasear, voy al gimnasio, asisto a un taller de fotografía y disfruto de mis dos nietos”, manifiesta.

Ana Belén, contagiada cuando estaba por dar a luz, con su hijo y su pareja. Ana Belén, contagiada cuando estaba por dar a luz, con su hijo y su pareja.

Ana Belén, contagiada cuando estaba por dar a luz, con su hijo y su pareja. / M. H.

Otra historia con final feliz es la de Ana Belén Sánchez. Estaba a punto de dar a luz cuando contrajo el Covid. Sufrió neumonía bilateral. Tuvieron que ponerle las gafas de oxígeno. “Cuando parí no me tenía en pie”, recuerda. Su parto fue inducido, pero normal. A su alrededor, en el paritorio los sanitarios estaban embutidos en sus EPI; una imagen que añadía más angustia a los temores ocasionados por un virus desconocido que castigaba al mundo entero. Aunque ella estaba infectada de coronavirus, Eric, su hijo, nació sano. Fue el 16 de febrero de 2021, en la tercera ola. Tras dar a luz en el Materno, el bebé pasó a Neonatología del hospital. Y ella fue trasladada al Regional. Así que, tras parir a su único hijo, estuvo una semana separada de él. El pequeño obtuvo el alta antes que ella. Su madre y una hermana se hicieron cargo de sus cuidados.

Agradece haber podido contar con su familia y recuerda a aquellos que no tuvieron a nadie que les ayudara durante la pandemia. Confirma que no le han quedado secuelas y que ambos están bien. “Estamos sanos los dos”, afirma mientras disfruta con su hijo de una mañana primaveral de juegos en un parque infantil. Es el mejor testimonio de este reportaje: el de la vida que se abrió paso en mitad de una pandemia y sin que ni la madre ni el bebé hayan tenido secuelas. Por eso, concluye: “Mirando atrás, todo parece un mal sueño porque ahora ya la vida ha vuelto a ser como antes...”

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