Calle Larios

La de las mil tabernas

  • En una tendencia cada vez más homogénea y excluyente de la singularidad, las librerías de Málaga se han convertido en depósitos fieles y resistentes de la identidad genuina de la ciudad

Que elegir es vivir cobra aquí especial sentido.

Que elegir es vivir cobra aquí especial sentido. / Javier Albiñana (Málaga)

Por la condición de plumilla irredento de la que aquí su seguro servidor hace gala, las diversas instituciones culturales de la ciudad me invitan de vez en cuando a hacer de cicerone y de banderillero para los escritores de renombre que vienen a Málaga a presentar sus novedades. Hace ya algunos años acudí al Centro Andaluz de las Letras, en la calle Álamos, para compartir mesa y charleta con uno de estos autores y, al terminar, me ofrecí a acompañar al presunto al hotel donde se hospedaba y dar un paseo de camino (permitirán que aquí, una vez más, nombre el pecado pero no al pecador). Las tiendas todavía estaban abiertas (qué época aquella, antes del confinamiento, en que el horario comercial se extendía hasta las tantas) y pasamos junto a la librería Rayuela, en la calle Cárcer. El buen hombre, que se había desplazado justo desde la estación hasta la presentación sin parada de por medio, y que a juzgar por sus impresiones no conocía muy bien Málaga, se detuvo, observó el escaparate como si se tratara de un zoológico y expresó con generosidad lo mucho que le gustaba el establecimiento. Y entonces me preguntó si había más librerías en Málaga. Confieso que al principio pensé que estaba bromeando, pero dado que el escritor en cuestión no tenía un sentido del humor muy afinado comprendí que aquella pregunta iba en serio. Pues claro, respondí. Me pareció entonces que se quedaba como maravillado, al menos gratamente sorprendido. Y de inmediato me pidió que le enseñara el resto. Quería verlas todas. Así que improvisé un tour literario por el centro bastante apresurado, ya que el objetivo era pillar los locales abiertos y no nos quedaba mucho tiempo. A un paso teníamos Proteo y Prometeo y a otro paso más allá en dirección contraria fuimos a Áncora. Luego pasamos por Mapas y Compañía y por Luces, que todavía soportaba la presión de las obras del Metro en su antigua sede de la Alameda. Nos dio tiempo incluso a pasar por Comic Stores, por En Portada y también por algunas librerías de viejo como Códice. A otras, como Agapea, junto al CAC, y Renacer, entonces recién trasladada a Carretería, no nos dio tiempo a ir, pero les hablé de ellas y les di las indicaciones precisas por si quería visitarlas por su cuenta el día siguiente. Le recordé que también teníamos la Casa del Libro, Fnac, El Corte Inglés y, en fin, otros muchos sitios menos autóctonos pero al fin y al cabo al servicio de los lectores. Mi escritor no salía de su asombro. Me confesó que no esperaba de Málaga mucho más que una librería para turistas con las ediciones en bolsillo de Penguin y poco más. Que no se hacía a la idea de que pudiera haber aquí tantos lectores y una clientela suficiente para tantas librerías. Yo me limité a recordarle la población de la capital y a hacerle ver que lo que había visto no era ni mucho menos descabellado. Su ignorancia me dejó rumiando. Todavía lo hace de vez en cuando.

Me temo que no ha hecho Málaga bandera de sus librerías con el suficiente empeño

Porque si tuviera que decidirme por un valor del que Málaga puede presumir por derecho, con toda la razón de su parte, escogería sin duda sus librerías. No creo que el ensimismamiento de aquel autor pueda considerarse un signo generalizado: las librerías de la ciudad son bien conocidas por ahí fuera, con los primeros reconocimientos nacionales en su haber, pero sí creo que Málaga no ha hecho de sus librerías bandera con el suficiente empeño cuando difícilmente, con perdón, podría tenerlo más a huevo. A estas alturas, las librerías de Málaga ya no son únicamente esos sitios a los que uno puede ir a regalarse tiempo, todo el tiempo del mundo para mirar aquí y allá, hojear, oler, acariciar, pensar, imaginar y llevarse a casa el festín deseado para seguir el juego a solas; en una tendencia homogénea que ha aniquilado el comercio local, las librerías ofrecen ya, también, uno de los pocos espacios en los que Málaga respira libre y auténtica, serena y mestiza, con su identidad a flor de piel y su historia mecida entre páginas propias y ajenas. Ahora que todo pasa por consumir, qué mejor que hacerlo con cabeza. Y con corazón.

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